domingo, 30 de abril de 2023

Crónica personal de la edujornada (II): Los debates

 Seguimos con la crónica de la interesante y emotiva edujornada celebrada en Madrid del 21 al 23 de abril. Los que seguís este blog sabéis que la reflexión educativa siempre está presente, así que mi análisis de la jornada no podía ser de otra manera: denso, como me suelen decir mis compañeros con cierto grado de eufemismo. 

La tarde nos proporcionó dos horas de debate, con diez ponentes en la mesa y el resto en gran grupo, en un espacio bien diseñado, que permitía el contacto visual con la mesa y entre los asistentes. La primera mesa habló de atención a la diversidad, y se abordó desde distintas perspectivas: la diversidad funcional en audición, visión o aspectos motores, muy bien representadas. También la diversidad LGTBI, la diversidad étnica o la atención a los ACNEE en diversas formas y desde una perspectiva inclusiva.

Uno de los problemas comunes que apareció fue la falta de formación que tenemos, en general, los docentes de aula para tratar estas realidades. Atención, también hay que reclamar más recursos y, muy importante, a qué se dedican en la práctica. Un tema complejo que nos exige desde la responsabilidad profesional y desde la justicia. Tengo una frase que me repito a veces: Si no puedes cambiar todo, no renuncies a cambiar tu parte. Y no es voluntarismo, ni exceso de vocación, a mi entender. Es atender nuestra realidad de la mejor manera posible. Y, como se dijo en la mesa, saber que no se sabe es el primer paso: reconocer que necesitamos más formación en temas específicos es dar ese paso. No es ser menos profesional, es justamente lo contrario. Dar a cada uno lo que necesita, no lo mismo a todos (eso no es igualdad, es discriminar sin pudor). Y sí, no llegamos al cien por cien de atención, pero intentamos llegar. Ese alumno al que dedicamos palabras, adaptamos actividades, nos lo agradece. Y estamos ayudándole. "No estoy preparado" o "no es mi trabajo" no son frases de recibo; la primera, al menos, permite un horizonte de mejora a través de la formación. La segunda requiere algo más complicado, un cambio de perspectiva y un replanteamiento de la práctica profesional. Mucha tela que cortar. 

No podemos estar esperando a Godot, en forma de reducción de ratio que nunca llega. Es decir, sería fantástica la disminución de alumnado si se aprovecha en la atención a la diversidad. Pero no puede ser un motivo (por no llamar otra cosa) para no poner en práctica otras alternativas que ayuden al alumnado en su conjunto, y al más necesitado sobre todo. Hace unos años escuché a Mel Ainscow, una autoridad en centros inclusivos, decir que la mejora en inclusión ayuda a todo el centro, porque se piensa globalmente: el centro es la referencia. Otro melón que abrir, sin duda. Pero avancemos.

El segundo debate, con el mismo formato que el anterior, se dedicó a la presencia docente en las redes. Los panelistas destacan por su papel en Twitter, en Instagram, en Tik-tok (como la reina del Tik-tok docente, a quien un día vi en el Whatsapp de mi claustro... y no había sido yo quién la subió: eso es triunfar). La verdad es que la representación era extensa y abarcaba muchas parcelas de internet.

Aquí quedó clara una reivindicación: el derecho a compartir, el deber (en el grado que se considere) a construir. No apareció, creo recordar, el término prosumidor, que como tantos otros términos en esta época informatizada, pueden pasar al olvido en un lustro, no ya en una década. Viene del inglés prosumer, mezcla de productor y consumidor, deshaciendo la división que Walter Benjamin describió a fines de los años 30 del siglo pasado, en la que el arte se había convertido en un objeto de consumo más, y el público en consumidor, más que en espectador diferenciado y con criterio propio -lo que había sido durante el siglo XIX, el siglo burgués por excelencia. En cambio, la audiencia se hizo cada vez más pasiva, y a la vez, más cercana a los estímulos artísticos, ya convertidos en mercancía al alcance de muchos a través de la reproducción en serie. 

Internet ha sido una herramienta formidable para deshacer este camino con la participación en la comunicación, no en la producción artística -que sigue siendo tarea elevada y que requiere de conocimientos técnicos- pero sí en la creación de contenidos que una persona en 1970 podía hacer de manera mucho más limitada. Las expectativas de una nueva Arcadia no se han cumplido, eso es verdad, porque ha entrado de todo en la red, y hay que tener una brújula experimentada para navegar sin naufragar en el mar de plástico tóxico que nos rodea.

Para la docencia, la posibilidad de compartir espacios digitales en los que comentar prácticas de aula, diseñar actividades conjuntas entre distintos centros, debatir sobre nuestra profesión y sus creencias... fue una fantástica noticia que cuajó en lo que se dio en llamar escuela 2.0, no tanto como iniciativa de la administración como un despertar de muchos docentes a la red. Esa explosión de participación, la proliferación de blogs, de páginas de recursos, de asociaciones a través de las redes, fue un tiempo extraordinario, aunque fuera para una minoría. Contactar con otras personas que, en lugares lejanos, veían la educación como nosotros. La sensación de no estar solos a nivel profesional fue un alivio, sin duda.

Aquella época pasó, como recuerdo en un reciente artículo. Y algunos han seguido compartiendo y aportando. Pero la sensación es que toca reconstruir este espacio y abrirse a nueva gente, que empieza en Twitter o que quiere opinar más, estar más presente, activarse. Y en eso, el número de seguidores no es impedimento, en absoluto. Tampoco lo es el tipo de práctica que se comparte, el trabajo de aula, la reflexión sobre un aspecto didáctico... No hace falta ser genial ni revolucionar el espacio de las redes. También es cierto que algunas redes más tranquilas, como Instagram, permiten colgar muchas actividades plásticas, vídeos, que ayudan a comprender nuestro trabajo y nos dan alternativas. 

Panelistas y asistentes en pleno debate. Foto de Domingo Chica Pardo

Pero los participantes en la Edujornada nos hemos relacionado en Twitter, hemos aprendido la gramática del pajarito azul, pese a que últimamente es una gramática parda, gracias al dueño actual de la compañía. Pero esa es otra cuestión. En el panel de este debate se vio también la diversidad de usos de las redes: desde sesudos análisis de legislación, muestras del trabajo realizado en el aula, cuentas que recogen otra realidad docente... Todo tiene espacio, todo construye escuela virtual. Entre todos construimos esa escuela. Y quien se dedique a destruir, a criticar todo lo que no encaja en su visión unívoca, que se quede en su cueva o en su columna elevada, que de todo encontramos.

El debate con el público fue interesante, con alguna intervención muy sentida, especialmente en el tema de atención a la diversidad. Fue una lástima que quedara poco tiempo para las intervenciones. Como propuesta constructiva, tal vez un número menor de panelistas permita más interacción con el público, que también tiene su interés. Creo que nos quedamos con ganas de más.

Al igual que en el primer post dedicado a estos días en Madrid, he optado por no nombrar a todos los intervinientes, sino captar lo más relevante, en mi opinión, de lo dicho allí.

Como podéis ver, no hemos hablado de conclusiones generales de la jornada. Eso quedará para un tercer artículo. Como decían en las series de los ochenta, continuará.


sábado, 29 de abril de 2023

Crónica personal de la Edujornada 23 (I)

 El presente artículo es el número doscientos que aparece en el blog. A lo largo de los años, desde 2012, he ido construyendo un discurso, espero que coherente, sobre los temas que me llaman la atención en educación, mi tarea profesional durante tantos cursos. 

No es una celebración, exactamente, pero sí me alegra haber llegado hasta aquí, en plena crisis de la blogosfera, de desaparición de espacios reflexivos sustituidos por la inmediatez de las redes. 

Además, coincide este artículo con la reciente quedada de usuarios de Twitter en Madrid, bajo el título #edujornada. Buen tema para dedicarle esta entrada. Dada mi tendencia a la locuacidad, dividiremos la crónica en dos partes.

Como ya sabréis, durante el fin de semana del 21 al 23 de abril nos hemos reunido ciento cincuenta docentes cuya relación principal estriba en el uso de Twitter, conformando el #claustrotuitero, un colectivo heterogéneo, con gente que va y viene, que se incorpora recientemente o que lleva muchos años. Muchos de estos docentes participan en las #charlaseducativas impulsadas por Íngrid Mosquera, @imgende, varios días a la semana, en especial los domingos, con espacios abiertos a la participación de los oyentes.

A partir de estas realidades, se montó el encuentro a que me refería en las líneas anteriores. Ha sido un tiempo de compartir, de saludarse, por primera vez o en un agradable reencuentro. Muchos besos, abrazos, fotos... en un ambiente festivo y afectivo. Se ha pasado de la red a la realidad, aunque tantos tuiteros a la vez en un tiempo tan corto hizo complicado saludar a todos los que queríamos. Era una experiencia necesaria, tras tanto tiempo de pandemia que impedía estas reuniones. 

Evidentemente, hubo mucho más. El sábado se dedicó a compartir reflexiones en voz alta sobre diversos temas. La mañana tuvo tres mesas redondas en las que todos los asistentes podían intervenir, convenientemente moderados. Como ya dije en Twitter, se trataba de hablar desde la horizontalidad, aportando ideas y experiencias, sin jerarquías de número de seguidores ni de presencia en la red. Creo que se consiguió.

Yo intervine en la mesa sobre LOMLOE, formación y evaluación. Además, hubo otra sobre gamificación y una tercera sobre metodologías activas. Se nos asignó una de las mesas, y en mi caso fue un acierto. No pude evitar mostrarme crítico con la aplicación de la LOMLOE, una ley que supone pasar de un curriculum académico a otro de tipo competencial, con todo lo que ello comporta: un cambio grandioso, se dijo. Por esa razón, su puesta en marcha debería haber sido mucho más previsora y cuidada.

Y, además, resalté la falta de sensibilidad de la administración que, tras dos cursos de pandemia, no se dedicó a subsanar las deficiencias formativas y emocionales que ese tiempo había ocasionado. Bien al contrario, de prisa y corriendo puso en marcha una reforma compleja sin considerar el cansancio acumulado por la comunidad educativa, y especialmente el profesorado.

Como también se remarcó, la LOMLOE ofrece mucha flexibilidad legislativa a las comunidades autónomas, lo que no favorece la claridad, ya que podemos hablar de tantas versiones de la ley como decretos autonómicos existen. Que, por cierto, todavía no existen todos.

Sin embargo, el ambiente en la mesa era favorable a la reforma, puesto que muchos ya trabajaban y planteaban los aprendizajes de manera competencial, lo que facilita, sin duda, la tarea de programación. Otro tema que preocupa es el uso del libro de texto: muchos de los participantes contaban experiencias de trabajo sin el mismo, y esa apuesta ayuda a programar con más libertad, al margen del guion ya establecido por la editorial.

Surgieron también problemas prácticos, como la adaptación de las calificaciones a los programas informáticos de cada consejería, o la dificultad de encajar prácticas contrapuestas, como el DUA y las ACIS. Aquí se subrayó que deben ser los programas los que se adapten a la ley, y no al revés. Fue un tema, el de las aplicaciones de cada autonomía, que dio mucho de sí. 

Se constató la falta de formación específica ofrecida por las administraciones y el poco respaldo de la inspección (tan perdida, he de decir, como muchos docentes en esta nueva manera de programar). También se criticó, acertadamente, que hay especialistas todoterreno en formación que te explican una normativa o la contraria... sin despeinarse.

Hubo, además, referencias históricas importantes. Se dijo que éramos, a nivel profesional, hijos de la LOGSE, y eso debía situarnos. Siempre echo en falta perspectiva histórica para afrontar lo que vivimos en educación. 

Me gustó la referencia a la dificultad en conocer qué ocurre de verdad en las aulas, y es ahí donde debe centrarse el cambio, si se quiere efectivo. Esa dificultad me evocó una frase de Goodson (citado por Viñao) que había leído hace unos días, en la que se hablaba de "caja negra" como sinónimo de la realidad escolar. También se habló sobre las reformas que cambian poco (a excepción de la LOGSE, que varió la distribución de las etapas educativas) y parece que siempre estamos dando vueltas a los mismos temas, desde hace mucho... sin centrarnos en lo que ocurre, de verdad, en las aulas.

Resumen gráfico de David Gándara sobre la mesa.













Por último, se dejó en el aire una pregunta: ¿Ha decepcionado la LOMLOE? Se quedó sin responder, porque entiendo que, unos meses después de empezar su andadura, no puede ser respondida adecuadamente. Habrá que darle tiempo. Un tiempo, por cierto, que no sabemos si tendrá a nivel de decisión política. Uno de los males endémicos de nuestro sistema educativo en España. Su implantación no ha sido la mejor, eso es así. 

A propósito de la aceptación o rechazo de la normativa, se habló de libertad de cátedra, un concepto un tanto escurridizo pero que, en ningún caso, permite actuar contra la ley o al margen de la misma, como quedó claro en el debate.

Me consta que las otras dos mesas estuvieron también a gran nivel, favorecidas por el carácter más práctico de sus temáticas. En total, fueron unas dos horas de reunión que dejaron buen sabor de boca y permitieron la participación abierta. Tiempo habrá de revisar las dinámicas y ver cómo se pueden mejorar.

Tras esta mañana intensa, la comida permitió compartir mesa y mantel de una manera más distendida, aunque el tema de conversación, a poco que nos descuidáramos, seguía siendo la educación.

martes, 4 de abril de 2023

Poesía en la escuela, todos los días

El 21 de marzo es el Día Internacional de la Poesía. En la proliferación de causas y días de, se señala el inicio de la primavera en el hemisferio norte como la fecha para recordar una de las bellas artes, auspiciada por la musa Calíope, en su versión épica, o por Erato, si hablamos de poesía lírica-amorosa, remontándonos a la época de la Grecia clásica.

Efectivamente, hay poesía casi desde que hay lenguaje humano, en forma de narraciones, poemas, canciones... Fuertemente unida a la tradición oral, en la que se reconoce como urdidora de melodías, compartiendo tantas veces con la música un camino hacia la sonoridad, la construcción de una narrativa -o una reflexión sobre la vida- pensada para ser dicha, más que para ser leída en silencio. La poesía nos ha acompañado siempre, y la hemos llegado a conocer, los de mi generación, en algunas canciones, en algún trabalenguas o frase hecha que nos enseñaron las abuelas -en mi caso- para ayudarnos, cuando niños, a hacer algo que nos costaba, o como simple entretenimiento pueril, que recordamos con afecto. 

Ese componente, la afectividad, acompaña la poesía popular, la sitúa y la hace valiosa, la inserta en la vida cotidiana. Por desgracia, en Occidente se ha perdido casi irremisiblemente esa tradición, guardada en recopilatorios de etnografía, en grabaciones a gente mayor que vivía esa cultura. Un tesoro impagable, vestigio de un mundo que terminaba, el de la premodernidad, el de la comunidad pequeña, la que no necesitaba la letra escrita, sino una memoria robusta en la que cabían cuentos, refranes, canciones, hechas propias por una población analfabeta tantas veces. Sin embargo, poseían un conocimiento cultural privilegiado, un tronco de tradición común que introducía a los jóvenes en esa tradición que observaba las estaciones, el transcurrir del tiempo, los rituales de paso que marcaban la vida: el fin de la niñez, el noviazgo, el casamiento, la muerte. Todo estaba en la poesía, todo era acompañado por ella, incardinada en las vivencias. De manera espontánea, surgía la estrofa adecuada, en el momento que correspondía, en una armonía de siglos. Sabemos que no todo era perfecto, que tal vez los modelos presentados no casan con nuestra visión actual, hay puntos que pueden ser revisados; pero ese no es el centro de la cuestión, sino uno de sus ángulos.

Todo eso, efectivamente, se ha perdido. Sigue vigente en aquellas culturas sin alfabetización, en comunidades de África y América, donde no ha llegado la modernidad de la letra impresa. En Occidente, hemos avanzado en el siglo XX a la cultura de masas, la cultura industrial, devoradora de la tradición en favor de una producción de entretenimiento pensada de manera comercial, dedicada a la comercialización de la experiencia, como ya explicara, por ejemplo, Walter Benjamin en La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica. Escuchar música, más que cantarla o tocarla; leer, más que narrar en voz alta. Ver contenidos, más que imaginarlos. De productores a consumidores en el espacio cultural: ese fue el camino de la modernidad, el de la pérdida de la comunidad, como ya nos decían Simmel y Weber a principios del siglo XX. Y la poesía y narrativas orales fueron sus primeras víctimas indeseadas, pero necesarias, en favor del modo industrial, generalizado, de producción cultural.


No divago más. Se trata de ver cómo la poesía ha pasado de ser un elemento que acompañaba a la vida diaria a un objeto de estudio, con suerte, o directamente ha desaparecido de nuestras vidas en un sentido estricto. Otra cosa es que, como se dice, hay poesía en las letras de la música pop-rock, aunque dentro del circuito de consumo pasivo, y muy diluida por ese marchamo. 

Englobando la evolución del arte en el paso a la modernidad, y su cuestionamiento en la postmodernidad, nos queda pendiente, como decía anteriormente, qué opciones hay para devolver el valor vital a la poesía, sabiendo que va a ser distinto, por lo anteriormente dicho. Dedicarle un día, como a una causa noble, no nos parece suficiente, sino más bien, certificar la necesidad de ayuda urgente.

A lo largo de los siglos hemos pasado de la poesía a los poetas, es decir, de la tradición sin origen conocido, oscuro, a la obra reconocida de autores, hombres y mujeres, que han escrito versos, han juntado estrofas y han reflexionado sobre sus vivencias de una manera retórica, con uso de recursos propios de la poesía. Este canon de autores y obras nos sigue interpelando, sobre todo desde la educación formal, que ha cobijado, desde los tiempos del trivium y quadrivium en adelante, el estudio de la poesía culta. Cada país, cada cultura, ha incorporado en sus curricula los versos más adecuados, según la época histórica, para que se estudien, se divulguen, pasen a ser patrimonio vivido de sus ciudadanos. El cine sobre educación ha mostrado esa tradición en las aulas. Pero eso, también ha pasado, al menos como representación simbólica. 

Por tanto, ¿tiene sentido reivindicar hoy la poesía, tanto la popular premoderna como la culta filtrada por la educación formal? Evidentemente, sí. Cómo hacerlo es peliagudo, sin caer en romanticismos que no ayudan, ni dejarlo todo al gusto de las redes, tan cambiante. Si la poesía forma parte de lo humano, ¿cómo no reivindicarla? Pero no desde el canon -o no solo- ni tampoco desde una tradición que se ha perdido, porque ya no nos referencian nada tangible, son una prueba histórica. 

Poema de Gabriela Mistral, en
http://celestebibliotecaescolar.blogspot.com/
2012/03/dia-mundial-de-la-poesia.html
Acercarse a la poesía desde la escuela debería ser, en un primer momento, desde la vivencia, como ya se hace en infantil, cuando el alumnado se apropia de las canciones, las rimas, los juegos sencillos de lenguaje. Después, desde el estudio de la estructura, del andamio invisible que yergue el poema. Como definió Ángel González: 

Escribir un poema... Marcar la piel del agua.

La escuela ha tratado la poesía de una manera vivencial en las primeras etapas de la escolarización, pero luego ha adoptado un papel de diseccionador, que fue como aprendimos las gentes de mi generación: estrofas, rimas, sinalefas, endecasílabos y alejandrinos, hemistiquios... Toda una serie de recursos clásicos con los que nos adentrábamos en la poesía del siglo de oro.

En una etapa obligatoria, como la ESO, un planteamiento más genérico, más abierto al descubrimiento de la poesía como fuente de goce artístico, está más justificado. Lo que está claro, a estas alturas, es que la poesía sobrevivirá, en gran manera, por el papel que tenga en la educación formal. Si la lectura en su conjunto ya muestra un panorama poco edificante, un género minoritario y exigente... está mucho más expuesto. 

Por tanto, combinar la lírica tradicional con la culta o de autor, exponiendo al alumnado a la degustación del poema, más allá de su análisis sistemático o de su mero recitado, en edades más tempranas, es un camino que se puede transitar. Teniendo en cuenta que la escuela es, quizás, la última oportunidad que tiene la poesía para llegar a la infancia y juventud. 

El día del libro, o un libro cada día

  El origen de este artículo se debe a un mal funcionamiento de internet. El domingo 21 de abril entré a las Charlas Educativas en Twitter y...