viernes, 31 de diciembre de 2021

La renovación de la renovación (y 2) ¿Hacia dónde vamos?

 Termina 2021, un año que no recordaremos con demasiado afecto a nivel global (otra cosa es la vivencia personal de cada cual, ciertamente). No vamos a hacer un resumen del año, en absoluto. Queremos cerrar el año completando, de manera provisional, la reflexión iniciada hace unos días sobre la renovación de la renovación, es decir, el relevo que puede darse -o no- alrededor de los movimientos, asociaciones, grupos... que en la década anterior han protagonizado algunos de los momentos más destacados de la web 2.0. en lo educativo.

En el artículo anterior, revisábamos sucintamente lo que fue una explosión de formación entre iguales; nos dejamos algunas convocatorias, como las celebradas en Zaragoza durante varias ediciones bajo el nombre de Edutopia y luego como Concreso de Utopías Educativas. No quisimos -ni pudimos- ser exhaustivos. Nuestra intención es mostrar cómo se abrió el campo de actuación de tantos docentes enredados -nunca mejor dichos- y dispuestos a colaborar, de una manera horizontal, o todo lo horizontal posible, para mejorar la educación al abrigo de las posibilidades de las TIC. De las TIC y de las TAC (Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento), por cierto, que no han sido tan célebres y, sin embargo, deberían concernirnos más en la docencia.

La evolución ha sido, en general, a la baja en estos eventos. Naturalmente, 2020 y 2021 deberán ser descontados porque han sido absolutamente anómalos. Pero antes de esas fechas, ya se veía que la renovación generacional no iba a ser fácil, o iba a originar realidades distintas. La primera causa es lógica, la llegada a la edad de jubilación de muchos docentes, entusiastas de las TIC y del cambio educativo, que se han desvinculado del activismo en sus diversas formas, o siguen unidos de una manera más relajada, en la distancia. 

Otra causa puede ser el cansancio de los que quedamos, de alguna manera, en los grupos, gente que va acumulando años de experiencia y de actividad voluntaria, que además tiene hijos, ha de criarlos, tiene otras expectativas profesionales tal vez... Factores que dificultan la continuidad.

Las dos razones anteriores entrarían en la "historia de vida" del profesorado, y en sus distintas etapas profesionales. Sin embargo, creo que podemos aventurar algunas más, y de mayor perspectiva, si se me permite.

En primer lugar, el ya comentado declive de la blogosfera, que retroalimentaba la renovación de prácticas y de conceptos, más allá de la aplicación de programario y aplicaciones digitales para el aula. Esa pérdida supone una disminución importante de presencia de la voz docente en la red. Así como hubo una proliferación de blogs, paulatinamente han ido silenciando esa voz, por dejadez, cansancio, falta de respuesta... Cada cual puede apostar por una causa, aunque no suele ser una sola.

En segundo lugar, las TIC ya no son un elemento aglutinador, ni siquiera un factor de cambio. No sorprende el debate sobre si llamar "nuevas tecnologías" a unos instrumentos que está en la escuela unos veinticinco años, y que ya se han generalizado en las aulas. Otra cosa es su uso y su aportación real al aprendizaje. Ambas cuestiones tienen interrogantes, tanto de orden práctico (no funcionaban todo lo bien que se podría esperar, problemas de conectividad, mantenimiento, etc) como pedagógico (darles un uso que supere y enriquezca la práctica discente de la ficha en papel, la lectura de textos fijos, y más temas que se pueden plantear). Por tanto, basar la renovación pedagógica en un elemento que está insertado en los centros, y que ha dejado de ser novedad, es discutible cuanto menos. A pesar de que, parafraseando a Toni Solano, las TIC han pasado de moda sin haber sido descubiertas (algo así le he oído más de una vez).

En tercer lugar, se ha perdido la horizontalidad en las redes, al menos en el aspecto colaborativo. La ilusión por compartir proyectos desde distintos lugares a través de Twitter, o de cualquier otra red abierta, se ha sustituido por un debate bastante bronco en ocasiones, tóxico también, entre docentes que exageran las virtudes propias... y los defectos ajenos. De hecho, muchos buenos usuarios de Twitter, docentes de profesión, se han ido alejando de la red y entran de manera esporádica o incluso han cerrado cuentas y están en otras partes, o en ninguna, a nivel virtual. Esta deriva, de la que somos culpables, en mayor o menor medida, los que estamos en la red, desanima a posibles nuevas incorporaciones, asustados por el ruido, el exabrupto y el enconamiento en posiciones estereotipadas, llevadas a un extremo u otro. Es decir, la horizontalidad se entiende como confrontación, no como colaboración, a pesar de que quedan reductos que comparten, aunque de una manera distinta, como veremos a continuación.

Encontramos en Twitter docentes que comparten lo que hacen, normalmente sin necesidad de seguirles o de hacer más trámites. Estos docentes muestran su trabajo o bien recopilan recursos en la red y los ponen a disposición de los usuarios. Seguro que estáis pensando en algunos muy conocidos. Esta manera de funcionar no es exactamente colaborativa, porque se repite el esquema arriba-abajo, o "mira lo que hago". No estoy criticando, solo expresando que esa no es la colaboración de hace una década.

Ligado a esto, pero con una mayor repercusión mediática, está la aparición y el mantenimiento en el tiempo de los denominados gurús educativos, personas que normalmente han abandonado el aula y se dedican a impartir ponencias en jornadas, congresos y eventos similares. Algunos ya parecen formar equipo, porque casi siempre forman parte de la alineación titular. El gurusismo no cambia la manera de funcionar de la escuela, porque tampoco lo pretende: es entretenimiento, en la gran mayoría de casos. Además, si se escarba un poco en el discurso, no llega a aterrizar y se suele quedar en lugares comunes amables. Decir que la educación es cosa de todos no requiere un gran esfuerzo. Desmenuzar en la práctica cómo se lleva a cabo la inclusión, sí. 

Relacionado con esto, hemos visto el desembarco de corporaciones, bancos, grupos mediáticos... en asuntos relacionados con lo educativo, como también hemos comentado aquí. Con generosos patrocinios, van sembrando una doctrina que, en general, desconfía de lo público en educación, o propone distintas iniciativas más o menos alejadas de la realidad de los centros, como si se constituyesen en la vanguardia del pensamiento pedagógico. También Google o Microsoft se han presentado para tener parte en una tarta suculenta, y ofrecen certificados de aprovechamiento para docentes.

Entonces, ¿tiene sentido mantener grupos de renovación y pensamiento pedagógico en la actualidad? Más que nunca, diría yo. Otra cosa es que el profesorado se dé cuenta y quiera adherirse, desde su prisma personal, a la tarea asociativa. Si los MRP fueron sustituidos, en su momento, por la movida alrededor de la web 2.0, es de esperar que esos grupos evolucionen o den paso a otros situados en lo actual, en lo que se hace en los centros. 

No puedo dejar de citar el artículo sobre Psicopolítica, de Byung Chul Han, que publiqué hace poco. Y lo hago porque allí se describían los peligros que afronta la escuela, a pesar de ser un libro de filosofía o reflexión sociológica, un poco en la línea de Bauman (que sí era filósofo y sociólogo). La escuela se enfrenta a su falta de adaptación a los cambios continuos del sistema neoliberal, mucho más escurridizo, como una serpiente. En cambio, el animal de la sociedad industrial es un topo, según explica Han. Buena analogía.

El segundo peligro es caer el el emotivismo como manera prerreflexiva de tomar decisiones, de funcionar en la sociedad en red, tan dada a la rapidez y a la falta de reflexión, dos características que el clic facilita sin duda y sin vuelta atrás. 

Ante todo esto, recuperar y mejorar la cooperación, ver dónde están los saberes relevantes para el profesorado y para la escuela, llegar a colaborar como una manera habitual de trabajar, son elementos imprescindibles si queremos que la escuela sobreviva como tal, y no como un lugar donde niños y jóvenes pasan unas horas al día, de cualquier manera, y además, en primaria, pueden utilizar el comedor. 

Habrá que ver si las estructuras agrupativas actuales pueden ayudar (yo entiendo que sí) en esta tareas, si son capaces de abrirse e integrar a compañeros más jóvenes o que están más alejados del asociacionismo, adaptándose a una década que ya no es prodigiosa ni primaveral, sino más hosca y desconfiada, y más mercantilizada en lo que a educación se refiere.

martes, 28 de diciembre de 2021

Psicopolítica... para la escuela.

Portada de la obra

 En este blog se reseñan obras de temática pedagógica o filosófica, o que pueden tener una aplicación en la escuela. La lista es larga en los casi diez años que llevamos abiertos. Soy un firme partidario de leer ciencias sociales como parte mollar de la formación permanente del profesorado. Lo he hecho siempre, y no creo que cambie a estas alturas de la película.

Hoy reseño una obra un tanto peculiar, ya que no está directamente relacionada con la educación, aunque sí tiene un espacio en el que la educación puede verse reflejada e interpelada, puesto que se alude a ciertas prácticas o modas que se van implantando en la escuela. Y además, la educación formal no es un espacio aislado, sino que vive en su tiempo, sobre todo a través del alumnado que llena sus aulas, de sus familias y de la cultura que consumimos todos, también los docentes.

Por eso, Psicopolítica de Byung-Chul Han me parece una obra reseñable. Es breve, como casi todo lo que he leído de este coreano afincado en Berlín, doctor en filosofía y profesor en una universidad de la capital alemana. En España tiene mucho publicado en Herder, y pasa por ser uno de los filósofos de referencia en Europa. 

El autor habla, desde hace tiempo, de la autoexplotación del sujeto de rendimiento en nuestra época, de una conversión del ser humano en "empresario de sí mismo", rotos los límites de la relación laboral moderna, en la que el disciplinario deber estaba bien delimitado entre trabajo y ocio (de esto ya se ocupó Richard Sennett en La corrosión del carácter). En cambio, el poder hacer no tiene ningún límite y plantea una capacidad de coacción ilimitada, bajo la apariencia paradójica de libertad. La depresión y el síndrome de estar quemado acompañan esta paradoja y se muestran como dolencias de nuestro tiempo. Y, más aún, esta otra consecuencia:

Y por el aislamiento del sujeto de rendimiento, explotador de sí mismo, no se forma ningún nosotros político con capacidad para una acción común. (Página 17)

La psicopolítica es la forma de ejercer el poder de nuestra época neoliberal, así como la biopolítica (término foucaltiano) lo fue en la modernidad o época disciplinaria, y la soberanía -el poder evidente del soberano- en la época premoderna. Es un poder sutil, un Gran Hermano amable, lejos de la coerción, con el que colaboramos cada vez que damos al botón de like en las redes, por ejemplo. Se ha mejorado el panóptico de Bentham, que solo controlaba físicamente a los reclusos, y se ha pasado a un panóptico digital (Bauman ya trató este tema en Vigilancia líquida, junto a David Lyon) en el que "nos ponemos al desnudo sin ningún tipo de coacción ni de prescripción. Subimos a la red todo tipo de datos e informaciones sin saber quién, ni qué, ni cuándo, ni en qué lugar se sabe de nosotros." (Pág. 23) Nosotros mismos ejercemos la vigilancia sobre nosotros, ya que todo queda registrado, de alguna manera, en la nube.

El poder es más eficaz y mayor cuanto menos se hace notar públicamente, más interiorizado está. En eso, lo digital se muestra tremendamente eficaz, ya que es percibido como libertad de elección entre las opciones existentes; sin embargo, formamos parte, con nuestras aportaciones, del Big Data, que constituye "un instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel prerreflexivo". (Pág. 24)

Su éxito, por tanto, está en explotar la paradoja, siempre en la sombra, en lo que no se ve ni se detecta; contando con la colaboración entusiasta de los usuarios. No es de extrañar que, como consecuencia, hayamos pasado a una democracia de espectadores.

Bien, pero, ¿y de la escuela, qué? Vamos a ello. Primeramente, y recurriendo a Foucault, se califica la institución escolar como sistema cerrado, al igual que el hospital o -peor aún- la cárcel. Son aquellas instituciones totales, según otra terminología. Y su época fue la del poder disciplinario; ahora, según Deleuze, han entrado en crisis pues obedecen a un "carácter cerrado y rígido, poco adecuado a las formas de producción inmateriales y en red. Estas presionan hacia una apertura y deslimitación mayores." (Página 31) 

Creo que hemos de coincidir con Han; la evolución de la escuela es tal cual: crisis de la autoridad docente, revisión de los contenidos curriculares, debate sobre el papel del libro de texto en el aprendizaje, desconfianza en el valor de lo aprendido y evaluado... No todo es negativo, y además, es lo que hay. Nos daría para mucho desarrollar cada una de estas características, y no es la intención, sino constatar que la crisis de la escuela no es una confabulación pedagogista, sino consecuencia de su tiempo mucho más volátil en todos los aspectos.

Y por último, el autor se refiere a las emociones, bajo el epígrafe "El capitalismo de la emoción". Cuidado, que vienen curvas. Han distingue entre sentimiento, afecto y emoción, aunque admite confusión terminológica generalizada entre los tres. Para distinguirlos, escribe lo siguiente:

"Tanto el afecto como la emoción representan algo meramente subjetivo, mientras que el sentimiento indica algo objetivo. El sentimiento permite una narración. Tiene una longitud y una anchura narrativa. Ni el afecto ni la emoción son narrables." (Páginas 57 y 58). 

El sentimiento es constatativo, tiene una duración en el tiempo y permite la reflexión sobre sí mismo. En cambio, "la emoción es dinámica, situacional y performativa. El capitalismo de la emoción explota precisamente esas cualidades. (...) La emoción no se detiene." (Pág. 59)

Esto ya debería alertarnos porque, en general, se ha aceptado el discurso de las emociones en los centros, alrededor de la inteligencia emocional de Goleman, sin un análisis crítico de los postulados que lo sustentan. Byung se vuelve demoledor cuando afirma lo siguiente:

"El régimen neoliberal presupone las emociones como recursos para incrementar la productividad y el rendimiento. (...) La racionalidad se percibe como coacción, como obstáculo. De repente tiene efectos rígidos e inflexibles. En su lugar entra en escena la emocionalidad, que corre paralela al sentimiento de libertad, al libre despliegue de la personalidad. Ser libre significa incluso dejar paso a las emociones. El capitalismo de la emoción se sirve de la libertad. Se celebra la emoción como una expresión de la subjetividad libre. La técnica de poder neoliberal explota esta subjetividad libre." (Página 62)

Podríamos seguir, pero creo que el argumento principal ha quedado claro. Han llega a afirmar que, al final, consumimos emociones, y que la aceleración de la comunicación favorece su emocionalización. Un círculo perfectamente invisible, en nombre de la libertad. Y nosotros, los docentes, tal vez estamos favoreciendo la inclusión de nuestro alumnado en ese capitalismo de la emoción, entre globos, emocionarios y demás objetos o prácticas para la gestión de las emociones.
Hace unos años, yo afirmaba que había que leer a Bauman, que situaba la docencia en la sociedad líquida; ahora, evidentemente, y por lo menos, hay que leer a Byung-Chul Han, o tener referencias suyas. Si queremos situarnos en la sociedad a la que servimos desde la escuela.


domingo, 26 de diciembre de 2021

¿La renovación de la renovación? Una primera aproximación

 Como muchos de vosotros sabéis, estoy vinculado a Novadors, una asociación de profes de todos los niveles educativos, desde infantil a universidad, aunque es cierto que pocos representantes tenemos en ambas etapas. Soy socio desde hace años, he asistido a jornadas desde 2010, creo recordar, y antes de la pandemia di el paso de acudir a reuniones preparatorias, integrándome más en la estructura organizativa, si es que se puede llamar así.

También he asisitido a jornadas de Aulablog (en San Sebastián, en 2013), a convocatorias de Espiral en Barcelona, a jornadas de la Fundación Trilema en Almansa y Valencia, al EABE en Úbeda (donde conocí a la estupenda persona y profesional que fue Pedro Sarmiento, @doktus); he conocido a la gente de Un entre tants, en Valencia (allí me encontré a Ramon Barlam, ponente en una jornada). He acudido a convocatorias del CITA de Peñaranda de Bracamonte, con el incombustible pirata-bibliotecario José Luis Sánchez y su esposa Carmen Iglesias, a los que conocí personalmente en Alcázar de San Juan, en una quedada organizada, entre otros, por Antonio Garrido, donde también estuvieron Gregorio Toribio e Inma Contreras. A todos los conocía por Twitter, red a la que me incorporé en 2010, en un seminario sobre Edupunk en Baeza con el gran Alejandro Piscitelli. Allí también coincidí con Juanfra Álvarez, @juanfratic con el que compartimos agradables ratos hablando de educación. También con Juan Bueno, con quien mantengo contacto en Twitter. 

Imagen de unas jornadas en junio
 de 2016 (la foto es mía)
Evidentemente, me dejo a mucha gente por nombrar, como Fernando García Páez (@fgpaez), Lola Urbano (@nololamento) y tantos otros que, en la década de 2010, éramos habituales, bien como público o como ponentes, en edusaraos en los que las TIC eran un punto de referencia aglutinador, aunque no el único, para el debate. Antes de eso, yo había colaborado con los MRP (de los que también soy socio en Castelló) aunque nunca he sido ni un gran aficionado a las TIC ni un avanzado en cuestiones metodológicas alternativas. Pero sí he tenido, creo, buen olfato para ver por dónde iba la renovación (que no innovación, tan devaluado término) de la pedagogía en España.

Y, en la década pasada, había que estar en ciertos lugares para ver qué se cocía en educación. De hecho, conceptos como MOOC, STEM, BYOD, DIY, metodología Maker, o enfoques tan interesantes como SMAR, al que ya hemos hecho referencia en este blog, se me mostraron en jornadas o cursos de formación. Todo era nuevo, la tecnología estaba proporcionando oportunidades para trabajar de otra manera, y algunos, como en mi caso, nos acercábamos más atraídos por esa manera de plantear los aprendizajes que por la fascinación tecnológica. Evidentemente, había quien hacía el camino contrario, desde el dominio de recursos informáticos, incluso desde posturas freak. En cualquier caso, había ebullición, participación, se compartían experiencias más allá de la mercantilización o de la obtención de créditos para los sexenios. Había una ilusión por cambiar la educación que se expandía por las redes, creaba grupos informales, proyectos colaborativos... Lejos de los gurúes, porque casi todos éramos profes en activo mostrando lo que hacíamos, nada más... y nada menos. Docentes colaborando para mejorar la docencia, la vida en los centros, aglutinados en aquello que se llamó la web colaborativa, la web 2.0.

Todo aquello nos parece lejano, aunque hace poco tiempo que ocurrió. De hecho, en septiembre de 2019 nos reunimos en Madrid unos cuantos viejos rockeros de la innovación y reflexión educativa bajo la convocatoria de #50yTICo, para ver, de manera compartida, el horizonte educativo tras dos décadas de implantación de las TIC en los centros. Teníamos la sensación, creo que la certeza, de que aquel tiempo no iba a volver, aquella primavera de asociacionismo en torno a las TIC había acabado y ahora había otras cosas, más espectacularizadas, si se permite el palabro. Más individuales, buscando (legítimamente, entiendo) el reconocimiento en redes, que puede transformarse en invitaciones a congresos, eventos... y suponer una fuente de ingresos adicional nada desdeñable.

Los de #50yTICo no nos dejamos llevar por la nostalgia; al contrario, tuvimos diversos espacios de reflexión conjunta y elaboramos unas conclusiones para la actualidad, una actualidad que no es como nos gustaría en muchos aspectos. Pero sobre todo, en lo que a interacción en redes se refiere: el empobrecimiento de la participación, cuyo epítome es el declive de la blogosfera, que surgió con tanta fuerza y ha ido decayendo imparablemente, hasta el punto de que muchos blogs educativos han desaparecido o languidecen, cuando antes eran referencia. De hecho, la asociación Espiral ha modificado sus premios, las famosas peonzas, y ahora premia experiencias educativas, mucho más espectaculares. Por cierto, este blog se quedó dos veces a las puertas de tener una peonza, lo que me habría hecho mucha ilusión, la verdad. 

No todo es negativo: sigue habiendo compañeros que comparten recursos gratuitamente; ha surgido la figura del procurador de contenidos (traducción libre del content curator inglés), que capta aquello que considera relevante y lo adapta a las necesidades educativas, ofreciéndolo en la red. Mención especial merece Manu Velasco (@Manu_Velasco) por su trabajo, y hay muchos más. Se ha incorporado gente joven a Twitter, que sigue siendo espacio de debate, aunque mucho más bronco y maniqueo que hace unos años. Pero hay debate, intercambio de opiniones y -aunque de manera distinta- de experiencias educativas. 

Don't cry over spilt milk, dicen en inglés. Aquí decimos que agua pasada no mueve molino. La nostalgia no es buena, salvo como ejercicio esporádico. En educación es especialmente dañina. Y las redes van a un ritmo muy acelerado, se construyen en interacción y sus dinámicas están en constante cambio. Twitter se ha llenado de imágenes, de vídeos, y ha perdido concisión, mordacidad, ironía, en favor de más usuarios que desconocen la historia de esa red, sus usos. Hay más ruido, es cierto. Han cambiado las redes, han cambiado los claustros, en un relevo generacional lógico y continuo. Y los que estamos en Twitter somos una minoría con respecto al conjunto del profesorado; eso no se ha alterado. Deberíamos tenerlo más en cuenta, entiendo: Twitter es una burbuja, no la realidad de la educación, aunque esa realidad se muestre parcialmente allí.

He empezado el artículo hablando de Novadors y lo que supuso la primavera de la web 2.0, la proliferación de propuestas formativas entre iguales. Mi pregunta, que intentaré responder en un próximo artículo, es si habrá relevo en esas asociaciones tan útiles hace unos años y que hoy viven un periodo de incertidumbre o redefinición.

El día del libro, o un libro cada día

  El origen de este artículo se debe a un mal funcionamiento de internet. El domingo 21 de abril entré a las Charlas Educativas en Twitter y...