miércoles, 9 de abril de 2025

Pensamientos acerca de la Edujornada


 Hace unos días terminó la tercera Edujornada del Claustro Virtual que se ha celebrado, como las anteriores, en Madrid. Por segundo año consecutivo, el evento ha tenido lugar en el Caixafórum, un espacio cómodo y muy adecuado. Han asistido unos trescientos docentes, lo que indica el crecimiento de la convocatoria.

Este artículo no es una crónica al uso, como fueron los que escribí en la primera edición. Son más unas consideraciones, unas notas al margen, sobre lo vivido y reflexionado del cuatro al seis de abril.

Imagen del taller de juegos

Este año he podido acudir tras una edición en blanco, la de 2024. He visto algunas cosas novedosas. Una de ellas es que, contrariamente a la primera edición, X o Twitter no es el nexo principal de relación entre los participantes. Evidentemente, las Charlas Educativas están vinculadas a esta red, como el debate dominguero. Me refiero a que X ya no vertebra la relación entre la mayoría de asistentes: mucha gente joven tiene poca presencia en la red y, lo que es más preocupante, muchos docentes con años de bagaje la han abandonado, cansados de debates poco respetuosos, de shitstorms, de bandos de adscripción casi obligatoria. 

En su lugar, hay más uso de Instagram, algunos pocos vuelven a Facebook y muchos más se adentran en los cielos azules de Bluesky, buscando paisajes menos contaminados. De Tik Tok no opino, por falta de conocimiento sobre el tema. Cosas de mi edad. 

No es que me preocupe la salud mediática de X-Twitter. De hecho, la gestión de la nueva dirección es bastante penosa en diversos aspectos. Entre ellos, la manera de tratar las denuncias. Que insulten con todas las letras a un usuario, este lo denuncie y la respuesta sea "No infringe las normas". Pues vale.

Lo triste es que veo que se pierde un espacio de diálogo en una red que estaba predispuesta al mismo, que se pensó como microblogging y que permitía intercambiar opiniones y experiencias. No me detendré en reiterar el deterioro de esta red. Es un hecho. En ese sentido, las charlas y el debate del domingo son un foco de resistencia, como tantos docentes que continuamos por allí. Entiendo, no obstante, que muchos se dejen llevar por el cansancio y se vayan. 

En la Edujornada, compartí la comida de mediodía con un grupo de amigas con las que he coincidido en otras ocasiones. Como siempre, hubo risas y buen ambiente. Hablando de X, unas han cerrado la cuenta y han emigrado, otras se lo están pensando y la mayoría opta por un perfil bajo. Eso sí, no se perdieron la Edujornada, motivo, además, para reunirse y compartir unos días.

Este abandono de gente veterana en la red, unido a la juventud que no está de manera demasiado activa en la misma, me lleva a pensar en un deslizamiento en la relación entre profesorado que asiste a la Edujornada. Estoy convencido que Twitter (además de las charlas) dio origen a la primera edición, pero tal vez ha sido la propia dinámica positiva de las jornadas las que han hecho factible la tercera. En la primera, conocer y abrazar a personas con las que teníamos familiaridad virtual era, sin duda, un acicate importantísimo para asistir. En esta ocasión, ha habidos muchos reencuentros, pero también un interés genuino en lo que se planteaba en la jornada. Una convocatoria que no reporta reconocimiento de horas de formación, hay que recordar, y que es en sábado. 

Otra marca de la casa, la horizontalidad, se mantuvo para bien. Recuerdo entrar a acreditarme en la sala correspondiente y encontrarme a docentes con mucha presencia en X, con una legión de seguidores, tras la mesa donde recogíamos nuestra credencial. Momento de besos y de alegría, claro. La Edujornada es horizontal, aquí no hay gurús. Algunos han de organizar los talleres, han de estar en las mesas redondas, pero todo se hace desde la cercanía, sin marcar distancias. Ese es un valor contrastado.

Tras la acreditación, a los talleres matutinos, que me consta que fueron interesantes. Participé en el de juegos, porque quiero incrementar la presencia de los mismos en mi aula. Me llevé ideas potentes, y una presentación muy acertada por parte de los ponentes.

Después de la macrofoto, se llevó a cabo el plenario de la tarde. Para ello, se reprodujo el sistema del debate dominguero. A partir de la pregunta: ¿Está mejor el sistema educativo hoy que hace diez años? intervinieron docentes tanto en el escenario como desde el patio de butacas. Se produjo un intercambio de opiniones, matizaciones, intenciones... acerca de cómo estamos ahora con respecto a hace una década. Se consiguió que hubiera un equilibrio entre participantes, dando espacio a los que estábamos en la penumbra de la platea. Fueron dos horas y media de diálogo cuyo interés no decayó, en mi opinión.

Yo intervine casi al final, señalando que apenas se había mencionado la nueva ley en el análisis realizado, lo cual me llamaba la atención. Cómo no recordar a Viñao y su análisis de las reformas escolares, cuando afirma que no cambian la realidad escolar. También hablé de la necesidad de contar con indicadores fiables para valorar cómo está la educación. Hice referencia, por ejemplo, a la lectura y a la salud de las bibliotecas escolares. Terminé con una opinión sobre el estado del profesorado. Creo que estamos más cansados que hace unos años porque nuestra responsabilidad ha aumentado, si tomamos el término desde su significado primero. Responsabilidad es, en principio, dar respuesta. La docencia es eso, responder a múltiples demandas de atención, a preguntas y a conductas. En este tiempo, las aulas se han vuelto más complejas, y nuestras respuestas no pueden ser las mismas, han de ser más y mejores. Y asumir que el trabajo docente es exigente per se.

Dejamos para otro día el tema de cómo las instituciones fuertes sobreviven en una sociedad líquida, que es el fondo de la cuestión educativa en el siglo XXI, en mi humilde opinión.

Pensamientos acerca de la Edujornada

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