martes, 10 de junio de 2025

Cerrar un aula en junio


Los que, con mucha paciencia, leéis habitualmente mis artículos, recordaréis que a veces me cuesta encontrar el título y, en otras ocasiones ocurre al revés: a partir de una frase sale un artículo con ese encabezamiento. En el de hoy, ha sido así: cerrar un aula es un hecho cotidiano, pasa o puede pasar cada año escolar, y sin embargo sigue teniendo, para mí, un significado que trasciende lo físico. Cerrar no como suprimir, sino como dejarla en blanco para que otro escriba en la misma.

Conjunto de trabajos sobre Sonia Delaunay, 4EP

En infantil y primaria, los docentes tutores tienen un espacio asignado, el aula donde un grupo de niños pasan dos o tres años, según la etapa, con la misma persona en muchos centros. Es una de las grandes diferencias con la secundaria, en la que la tutoría no se circunscribe a un lugar en el centro. Ya he reflexionado otras veces sobre el espacio escolar, tanto desde el punto de vista teórico como el vivencial y vivenciado. En ese sentido, la escuela es, para el alumnado y supongo que también para el profesorado, un lugar, no un espacio. Es decir, allí donde pasan cosas que nos incumben y en las que nos reconocemos.

Recuerdo que cuando se jubiló un compañero con el que había compartido nivel durante varios años, su aula fue remodelada inmediatamente y una profesora joven entró en aquel espacio que había sido un lugar, el lugar de Javier, durante tantos cursos. En un mes, parecía otro: había pasado a ser el lugar de Inma. 

Este año dejo mi aula, la que he utilizado durante dos cursos, dando, curiosamente, el mismo nivel: cuarto de primaria. Un aula que, hasta el 30 de junio, tendrá las características de mi manera de ver la educación, que se disolverán para pasar a ser las propias de quien la ocupe. En mi centro actual las aulas se asignan a los grupos cada año a partir de tercero de primaria, por eso he repetido espacio. Cuando llegué, me encontré con la dificultad de que no había pizarra junto a la pantalla, sino que estaba al final de la clase. Así, la atención se dividía en dos focos opuestos: poco práctico. Solicité una pizarra blanca y tardó, pero llegó. 

Posteriormente, a final del curso pasado nos dieron pantallas interactivas que permitían escribir como en una pizarra, además de muchas otras actividades. Este año la hemos usado mucho, y espero sacarle más jugo en otros cursos.

La biblioteca de aula ocupa un espacio importante. Bien nutrida, de fácil acceso y con los libros situados de cara para que se vean las portadas, siempre más informativas que el lomo. Un lugar de tránsito diario. Además, en cajas que facilitan su uso y disfrute por parte del alumnado. Una cuestión a mejorar, respecto a la lectura diaria, es que yo también lea. El año pasado lo hacía, este curso he ido más apurado y he leído poco.

Además, tenemos unos cuarenta libros de autores españoles o sudamericanos rescatados de la biblioteca escolar que son para adultos. Títulos como "El Jarama", "El coronel no tiene quien le escriba", "Conversación en la catedral" que se han ofrecido a las familias en las reuniones de tutoría. He de decir que se han llevado algunos, sobre todo hasta pascua. La lectura es cosa de todos, y la escuela, espacio de cultura al fin y al cabo, no ha de renunciar a ese papel dinamizador.

Las mesas están situadas en filas que permiten interacción y atención. El alumnado cambia periódicamente de lugar, para facilitar la convivencia entre ellos, cuya mejora es siempre un objetivo importante.

Hemos intentado que el alumnado sintiera el aula como suya. Las actividades de principio de curso incluyeron elaborar un mural con los meses de sus cumpleaños, nos medimos en una cinta que está en la clase donde pueden comprobar cuánto han crecido en estos diez meses y elaboraron unos autorretratos que nos han acompañado hasta ahora.

Además, los dibujos son bienvenidos y se exponen en el aula. También hemos dejado algunos de sus trabajos más sobresalientes, sobre Mondrian o sobre el cuidado del medio ambiente. Este grupo concretamente no ha sido pródigo en dibujos para la clase.

Como veis, no se distingue mucho de cualquier aula de primaria. Si acaso, en la colección de libros para adultos. Como todo en este lugar, provisional. A expensas de quien venga el curso que viene y decida. 

Y así van pasando los cursos, las aulas, el alumnado... y nosotros también. El 30 de junio se acaba un curso. Lo vivido en ese tiempo permanece, sobre todo en nuestros chavales. Esa es, al menos, mi aspiración. Tanto en lo académico como en lo personal.

Vaciar un aula, cerrarla, es una tarea que se repite, pero nunca es la misma.

Cerrar un aula en junio

Los que, con mucha paciencia, leéis habitualmente mis artículos, recordaréis que a veces me cuesta encontrar el título y, en otras ocasiones...