Nuevo curso, viejos problemas. O los mismos problemas desde 2012, cuando se recortaron, sin miramiento alguno, los recursos destinados a la educación por la crisis que ya desde 2010 se iba notando en el país, y que estalló en 2011 provocando, entre otras cosas, un cambio de gobierno en España.
No he sido nunca muy proclive al discurso de la falta de recursos. Los que, con gran paciencia, visitáis este blog, sabéis que no practico el discurso de la queja, o al menos lo intento. El problema de la queja es que, si no lleva consigo una acción, nos proporciona una coartada más o menos elaborada para que todo siga igual o, peor, que las cosas empeoren. Me explicaré.
Una clase de primaria, veinticinco alumnos, con cuatro repetidores, dos ACIS, un TDAH, tres recién llegados sin conocer idioma. Mucha diversidad para un docente. Ante este panorama, se pueden tomar dos caminos, al menos. Un primer camino, en el que espero que os reconozcáis, intenta llegar a todos, hablar con las familias, coordinar la atención al alumnado con ACIS y con desconocimiento del idioma (con adaptación de acceso) y seguir la programación del grupo clase. Eso, para mí, es ser profesional. No es ser un buen samaritano, no es vivir para trabajar, no es resolver el tema a la administración. Es nuestro trabajo.
Un segundo camino lleva a poner el grito en el cielo, mirar al equipo directivo, despotricar de la administración... y no atender a los alumnos con ACIS ni a los que no entienden el idioma, dar lo mismo para todo el alumnado e ignorar la diversidad en el aula. Porque él o ella no pueden con todo. No hablo de oídas. He visto alumnos que no hacen nada en todo el día. Otros que copian de la pizarra aunque no saben leer, es decir, copian dibujitos, porque no saben las letras -o el idioma en que están escritas.
No se trata de buenos y malos. No estoy trazando una gruesa línea entre docentes. No es eso. La cuestión es poner al alumnado en primer lugar, un tránsito que sigue siendo revolucionario en tantos claustros. Y hablo principalmente de primaria, aunque la diversidad está en toda la educación obligatoria. Y hacer lo que se puede con el horario, los apoyos, los desdoblamientos... que se tienen. Esa buena práctica no excluye, por supuesto, pedir más recursos. Pero no esperamos a que vengan, porque el alumnado está ahí. Si no vienen, seguimos adelante.
Cartel de la Conselleria d'Educació para la matriculación 2018 |
Como decía anteriormente, en 2012 cambiaron muchas cosas para mal. Se recortó en profesorado y se suprimió una plaza generalista -de tutoría- en muchísimos centros. Eso significa que, en escuelas como la mía, de doble línea, se quedan dos tutorías vacantes y hay que cubrirlas con especialistas. Hemos intentado proveer las tutorías de manera justa con el alumnado y con el profesorado. Hemos acordado unos criterios para que esa anomalía no perjudique a los grupos clase ni a los docentes de inglés, EF, compensatoria... que han de hacerse cargo de la tutoría y de su especialidad. Hemos limitado el tiempo que un mismo grupo puede estar con tutor a tiempo parcial. Hemos establecido turnos de profesorado para que no recaiga siempre en los mismos. Pero es como una manta corta: o te enfrías los pies, o la cabeza. Y el equipo directivo se ve en situaciones comprometidas, porque administrar la miseria es mucho más complejo que administrar la abundancia. Si, además, hay que proveer doce sesiones de artística en inglés, tenemos un panorama tormentoso en septiembre. Y no sólo en lo meteorológico. Aunque el chaparrón no suele llegar fuera de los centros: lo sufrimos los docentes y el alumnado.
Por tanto, es primordial recuperar ese profesorado suprimido. Es una prioridad para la correcta atención al alumnado. No es para que haya más horas libres para el profesorado -que no existen en primaria- sino para poder articular respuestas de calidad como agrupamientos flexibles, desdoblamientos... que se pueden hacer con menos profesores, pero de manera más precaria. Es cierto que la administración valenciana ha ido dotando de profesores a través de las diversas líneas del Plan de Actuaciones para la Mejora, que han supuesto un alivio en muchos centros. Pero no es suficiente, y no va en el sentido que proponemos, aunque mejor es eso que nada (lo que ofrecía el gobierno anterior). Por no hablar del gobierno madrileño, que dedicará ocho millones de euros a concertar bachilleratos en 2019/20. Unos que sí tienen claro qué quieren potenciar.
Mientras tanto, vemos que se dedican millones de euros a subvencionar libros de texto (160 euros por alumno, independientemente de su renta, en la Comunidad Valenciana, para primero y segundo de primaria) y se realizan campañas innecesarias o irrelevantes. Está bien, digo yo, hacer carteles en época de matriculación a favor de la escuela pública. Pero está mucho mejor que la escuela pública funcione porque tiene el profesorado que necesita su alumnado. Prioridades. Ese es el tema.
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