sábado, 2 de febrero de 2019

Las familias podrán tener copia de los exámenes. ¿Y qué?

En el artículo anterior del blog, hacíamos referencia a la evaluación del alumnado, y lo enfocábamos sobre todo hacia la nula necesidad de publicitar las calificaciones obtenidas, tanto en primaria como en etapas posteriores. En aquel artículo no tratamos otra cuestión tanto o más importante: qué información damos al alumnado y a sus familias con las notas. Y la actualidad me ha hecho volver sobre el tema, aunque de manera tangencial, como intentaré explicar.
Esta semana hemos sabido que algunas comunidades autónomas recordarán -u obligarán- a los centros educativos que han de proporcionar copia escrita de los exámenes a los padres que así lo soliciten. Esta polémica no es nueva: en el artículo se habla de una sentencia del año 2000 sobre el particular. Y muchos de nosotros hemos vivido situaciones parecidas; en mi centro, el año pasado una compañera dudó si entregar copia de un examen concreto en primaria ante la solicitud de la madre. En ese caso, consultamos a inspección, quien nos remitió a la Orden 32/11 de la Generalitat Valenciana, que es la norma sobre derecho a una evaluación objetiva, pero en cuyo articulado no aparece la obligatoriedad de proporcionar fotocopia del control o examen (elíjase el término que más guste), aunque sí de explicitar los instrumentos de evaluación utilizados y dar las aclaraciones que se estimen convenientes, siempre buscando la colaboración con las familias. Además, se fijan los procedimientos para reclamar una calificación, tanto en primaria como en etapas posteriores. Finalmente, se aceptó revisar el control en el aula y que se explicara el rendimiento del alumno para ver cómo podía mejorar, sin llevar copia a casa.
Ahora, reaparece este tema que, como el de los deberes, se trata desde una perspectiva por lo general parcial, sesgada y no educativa; se alienta, en tantas ocasiones, una desconfianza entre escuela y familia que puede llevar al enfrentamiento. Pero, ¿existe esa desconfianza? Evidentemente, habrá casos en que sí. Y a veces estará justificada, porque entre un colectivo de unas 740.000 personas, no todos hacen bien su trabajo, o al menos, no al gusto de las familias que reciben sus servicios. El problema viene cuando se quiere generalizar aquello que afecta, entendemos, a una minoría de alumnado y de profesorado. Pero no, la noticia es que hay una exigencia de documentos, cuando la comunicación entre escuela y familia habría de ser mucho más fluida -por ambas partes-. Como tantas veces, se pone la carreta delante de los bueyes.
Otra consideración, y no menor, es dónde terminarán las copias de los exámenes, si llegarán a internet para que todos la vean y la comenten... Alumnos y docentes expuestos en una situación de cierta indefensión.
Imagen de un examen en la antigua China.
Bajo licencia de Creative Commons
https://www.bbc.com/mundo/noticias-36798239
Realmente, se abre una puerta difícil de controlar, en esta época de hipercomunicación y de presencia en las redes sociales.
Creo que esta medida -que por cierto, todavía no ha llegado a los centros valencianos- no aportará nada positivo a la relación entre padres y docentes, porque incrementará la distancia entre ambos colectivos. Una madre, en el noticiario de Antena 3 del sábado 2 de febrero a mediodía, dice que "así no tienes que ir al cole a verlo". Acabáramos. Si el problema, casi siempre, está ahí: en que pocas familias van al centro por iniciativa propia, que el trabajo docente se conoce poco, y que así no se crea confianza, sin conocimiento mutuo. Es verdad que en secundaria, con un elevado número de alumnos por asignatura, todo es más complicado. Pero en primaria... no debería ser tan difícil.
Este curso doy clase de lengua castellana a un grupo de tercero EP. Hasta hoy, sólo un padre ha venido a hablar conmigo en la hora de tutoría, tras concertar cita. Han suspendido seis alumnos la primera evaluación. Nadie se ha preocupado de venir a ver qué ha pasado. Evidentemente, es mi experiencia este año, y no es generalizable. Pero no creo ir desencaminado en esto. Ya sabemos que los horarios de atención no siempre son los más adecuados -especialmente en secundaria- y que pedir permiso para una reunión no es sencillo en la empresa privada. No deberíamos olvidar que hay otros medios, en esta época de internet, para comunicarse de una manera efectiva. Las web-familia funcionan, o pueden hacerlo. Y las reuniones colectivas, además de prescriptivas, son una gran oportunidad para explicarse y para establecer contacto. ¿No estamos todos, padres y docentes, por lo mismo?
Otra razón que se da es que así se puede ayudar más al hijo o hija, puesto que se ven los errores cometidos. Está por ver si los padres pueden ejercer de docentes en casa -algo que no hemos pedido nunca- para arreglar lo que no ha quedado claro en clase. En etapas tempranas, una ayuda en lectoescritura o cálculo es bienvenida, sobre todo en forma de supervisión. Las tareas son para los niños, no para los progenitores, a no ser que se pida específicamente su participación. Pero, en secundaria sube el nivel de conocimiento y la cosa se complica... Pero, insisto, la casa no es una segunda escuela, o una academia.
Volviendo al tema de la revisión del examen en casa, ¿no será más efectivo coordinarse con el docente y conocer de su mano las dificultades mostradas, y que ya se han registrado en el examen? ¿O será otra la intención de muchos padres, dispuestos a coger la calculadora por si a su retoño le han sisado unas décimas en la cuenta de la nota? O se discutirá si la respuesta se ha valorado correctamente, entrando en una dinámica estéril. Porque, no lo olvidemos, ya hay una legislación, mencionada más arriba, que intenta asegurar una evaluación objetiva.
Lo triste es constatar que hay familias que no se preocupan por la educación de sus hijos. Más triste aún es ver que sigue habiendo miedo a represalias si se discuten las decisiones docentes. Y lo peor es, a mi entender, que algunos docentes toman la evaluación como un instrumento de poder, del que no quieren dar razón si no es por requerimiento expreso. Ese es el meollo de la cuestión: saber explicar la práctica a quien lo pida. Y no esperar al conflicto: adelantarse dejando claro cómo se va a evaluar, qué se va a valorar y qué criterios se seguirán. Crear comunidad escolar, una vez más.

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