sábado, 22 de febrero de 2025

Tratar el error en clase: más allá del color.

 Anda el patio tuitero educativo revuelto últimamente (este inicio me serviría para los artículos escritos en los últimos cinco años, me temo) por el tema del uso, abuso o desuso del bolígrafo rojo para corregir controles, exámenes, tareas... Otra de esas cuestiones, de esos debates, que aparecen cíclicamente en la red. 

En esta ocasión ha sido porque se ha recriminado a una profe que utilice el color rojo para corregir. Como decía anteriormente, el tema no es nuevo en absoluto. Ya en 2012, al inicio de este blog, ya plenamente adolescente con sus trece años, escribí un artículo sobre la pedagogía del boli rojo, nombre con el que yo designaba un conjunto de prácticas poco acertadas, en mi opinión, y que se mantenían en la escuela sin demasiada contestación. Dudo que pueda expresar mejor mi opinión en esta entrada. Además, en ese tema precisamente, sigue siendo la misma. Uso un boli rojo que me dan en el cole tan esporádicamente que puede durarme años. No voy a volver a explicar mis razones, ni tampoco intento hacer proselitismo de su abandono. 

He leído un tweet sobre una manera distinta de corregir, la técnica del bolígrafo verde. Aquí podéis leer un breve resumen, por si os interesa indagar. Reconozco que no sabía nada de esta aportación que intenta resaltar los aciertos en vez de marcar o sancionar los errores. Un refuerzo positivo, según los partidarios de esta manera de corregir.

Mi opción sobre la corrección de errores no ha variado con el tiempo. En la libreta, no hace falta usar bolígrafo en primaria. Con lápiz y goma es suficiente. Se detecta el error, se corrige y no hace falta dejar huella del mismo. Tampoco es necesario marcar con verde la respuesta correcta (mi alumnado me lo suele pedir, vienen ya con esa práctica a los nueve o diez años). Normalmente, les dejo hacer, y normalmente la costumbre decae. Lo que sí es innegociable es corregir, estar atentos y ver el error, intentar comprender su origen, que sea una ayuda, una pieza más en el andamio del aprendizaje. No es tan fácil hoy en día, con la falta de atención que se sufre ya en primaria. 

Para ello, dedicamos tiempo suficiente a la corrección. Además, suelo usar algunos apoyos. Si es una ficha (perdón, yo uso fichas para paliar la delgadez extrema de los libros de texto actuales) la hago yo también, la paso al ordenador y la proyecto en la pantalla. Así hay una ayuda visual. Otras veces, escribo las respuestas en la pantalla o en la pizarra. Casi nunca corregimos solo oralmente. 

Otra batalla es la participación. Pido que respondan individualmente, les pregunto qué han puesto, evitando la reprimenda y naturalizando el error. "Si supierais todo, no haría falta que vinierais a clase", es una de mis frases preferidas. Pero, cuando la pregunta es abierta, es decir, viene dada por lo que estamos dando... normalmente aparece el silencio. Parece mentira lo interiorizadas que están algunas conductas en alumnado a edades tempranas. Y no es por la actitud del docente, sino porque se "marcan" mucho entre ellos. El curriculum oculto existe. Tampoco se animan a preguntar abiertamente sus dudas, o reconocerlas. Poco a poco vamos creando un espacio colaborativo en el que todos construimos la clase (otra frase clásica en mi vocabulario en el aula). Equivocarse es normal, pero para ellos es un fracaso. Para mí, el fracaso, lo que me pone de malhumor, es el miedo a equivocarse. Evidentemente, hay alumnos que muestran cierto retraso con respecto al grupo. Con ellos hay que actuar de manera más delicada. A veces, meto la pata inconscientemente, pero intento dar otra oportunidad de éxito. Porque el éxito es el mejor reforzador, sin duda. No hay que tener prisa en corregir: esa es mi conclusión.

En la corrección de otras tareas, como trabajos de escritura, es importante dar pistas de lo bueno y de lo mejorable, de qué fortalezas y debilidades se encuentran en el texto. No me gusta tomarlo como un producto final, sino como un proceso que puede perfeccionarse. A veces, hay que poner una nota. En ese caso, prefiero usar calificaciones no numéricas (tampoco sabría poner un 8 o un 5 en una valoración de diversos factores) que suelen ser A, B, C o D. Afortunadamente, casi nunca aparecen D. 

En los controles, reconozco que me he atemperado. Hace años corregía de manera más agresiva, sin llegar a descalificar, pero usando frases como "No has repasado", "Eso es muy fácil". Ahora, corrijo sin usar esos comentarios y excepcionalmente dejo algún mensaje que intenta ser positivo. También alabo el buen trabajo, aunque no use el boli verde. Con el azul o el negro, me vale.

domingo, 2 de febrero de 2025

La enseñanza de las ciencias naturales en primaria: ¿Por dónde empezar?

 Después de un primer acercamiento a la enseñanza de las matemáticas en primaria, dedico este artículo a ver cómo se enseñan las ciencias naturales en esta etapa. En la LOMLOE, por cierto, se ha recuperado el nombre de Conocimiento del Medio para aunar ambas ciencias, sociales y naturales, como estaba desde la LOGSE. A mi entender, es más adecuada esta manera de nombrar el área, porque engloba el conocimiento de la realidad como la percibe un escolar de primaria: no como parcelas segmentadas, sino como un todo al que se acerca y que descubre. Además, recuerdo que la asignatura es Conocimiento del medio social, natural y cultural, lo que amplia el campo de visión y de actuación.

La LOMCE, con su desconocimiento de la etapa primaria, dividió en dos asignaturas esta área, y así hemos estado durante años. Como digo, ya se ha recuperado para bien. Reconozco que me gustan mucho las ciencias sociales, la geografía, la demografía, la iniciación a la historia... son objeto de mi interés personal y profesional. Lamento no decir lo mismo de las ciencias naturales. Los animales y las plantas no son lo mío, pero intento que no se note cuando doy clase. Creo que lo consigo. 

En general, creo que hemos abusado del libro de texto en la enseñanza del Conocimiento del Medio, sobre todo en lo referente a las naturales. ¿Quién no recuerda esa amapola que se repetía en todos los manuales para ver las partes de la flor, los pistilos, estambres y demás? Lo suyo habría sido una observación natural, llevar flores a clase, usar el microscopio para poder ver el polen... Lo he podido hacer en ocasiones y el resultado es espectacular. Este curso ha sido más complicado acceder al microscopio y no hemos hecho la práctica, pero lo tengo pendiente. En alguna clase de proyectos interdisciplinares recuperaremos la experiencia, también intentaremos ver las células de la piel de la cebolla... No hemos dado todavía los ecosistemas, puede ser un buen marco para usar el microscopio.

Mi experiencia no es un caso único, entiendo: lo normal es ver la flor -y tantas otras cosas- a través del libro de texto o, con más fortuna, usando vídeos. Los laboratorios suelen estar en condiciones precarias, cuando no convertidos en aulas que no pueden usarse para el fin que les pertenece: ser un lugar de experimentación. En otras ocasiones, se han convertido en talleres de plástica o en almacenes para guardar material, o donde dejar disfraces, muñecos de fallas (lo digo por experiencia propia), pancartas... que no caben en las aulas. 

Imagen del laboratorio del CEIP José Iturbi

Capítulo aparte merece la dotación de material. Normalmente, hay posibilidades de uso interesante. Recuerdo haber usado una maleta de óptica muy apañada en sexto de primaria para ver la refracción y reflexión de la luz. Hay probetas graduadas, matraces, imanes, circuitos eléctricos, además de microscopios, ya mencionados. El problema es el mantenimiento de ese material. Con frecuencia, se pierden piezas, otras se rompen o se deterioran y poco a poco va decayendo el uso del laboratorio y del material. No se pueden usar recursos tan sencillos como el esqueleto o el hombre clástico.

 Si, además, el laboratorio se dedica a otros usos, como veíamos anteriormente, el material se dispersa y encontrarlo para una tarea concreta es una odisea o, sin exagerar, un ejercicio de búsqueda para el que no se tiene tiempo o que se ha de prever con mucha antelación.

Mientras que la normativa contempla la figura de persona encargada de la biblioteca, o del aula de informática, no ocurre lo mismo con el laboratorio, que no tiene asignada ninguna reducción horaria en primaria (al menos, en la legislación que conozco). Al no haber una persona a cargo de ese espacio, y de su material, queda un poco al albur de cada centro y depende de la buena voluntad del profesorado. El panorama se ensombrece por momentos. ¿Cómo va a haber una enseñanza real, práctica, de las ciencias naturales con esas condiciones?

Por no ser tan negativo, contaré alguna experiencia reconfortante. Primeramente, quiero recalcar que, pese a todo, hay docentes que consiguen enseñar ciencia en un laboratorio de primaria. En el cole de Borriana donde estuve muchos años, conocí a una maestra que había estado muchos años en primer ciclo de secundaria y era una experta en laboratorio. Tenía un maravilloso cuaderno de prácticas que legó al centro cuando se jubiló. Con ella todo era fácil, y ayudaba a quien se lo pidiera.

Con su colaboración, y con mi interés desde el equipo directivo, renovamos el laboratorio y lo dejamos apto para ser usado con facilidad y comodidad. Ir al laboratorio debería ser tan normal como ir a la biblioteca o al aula de informática, si buscamos una formación integral y una iniciación a la observación científica. Adaptando las prácticas a cada edad, se puede empezar a usar con normalidad. No puede ser -pero ocurre- que una personita acabe primaria sin haber hecho ninguna práctica de laboratorio, ni haber mirado a través de un microscopio, ni haber anotado los datos en una estación meteorológica, ni tantas otras acciones que facilitan el conocimiento científico. Y, sin embargo, la estación meteorológica está guardada (si existe), los microscopios no funcionan, etc. 

La administración educativa no acostumbra a dar importancia a estas cuestiones: ellos ya cumplen dotando al centro del material estipulado. Lo que se haga después, ya no parece ser asunto suyo. ¿Imagináis que la inspección educativa se fijara en el estado de los laboratorios escolares, en lugar de insistir en la demanda de documentos prescritos, programaciones especialmente? No digo que la solución venga por ahí, evidentemente. Es cuestión de cada centro reflexionar conjuntamente y tratar de mejorar, destinando recursos si hace falta. El primer paso es ver las carencias y a dónde se quiere llegar. Se puede pedir material a las consejerías, si se demuestra su extravío o deterioro. Mientras tanto, a darle utilidad a lo que se tenga a través de un catálogo de prácticas asequibles. Una acción compartida del profesorado tiene mucha fuerza, también en este campo. La primaria no puede dejar pasar esta faceta del aprendizaje pensando que ya lo verán en secundaria. Una cosa no anula la otra. 

Está muy bien celebrar el día de la niña y la mujer en la ciencia, el próximo once de febrero, pero está mejor dar opciones para que se aficionen a la ciencia y a lo científico.



Pensamientos acerca de la Edujornada

  Hace unos días terminó la tercera Edujornada del Claustro Virtual que se ha celebrado, como las anteriores, en Madrid. Por segundo año con...