Hace poco encontré una historia conmovedora en X, donde todavía se pueden encontrar perlas en medio del barro. La verdad es que no tenía noción de la existencia de Samantha Reed Smith, una niña estadounidense que, en la actualidad, tendría cincuenta y tres años. Es decir, nació cuatro años después que yo, en 1972.
Samantha era una niña que iba a un colegio de primaria en el estado de Maine, en el noreste de Estados Unidos, en una de las trece colonias originarias. En plena Guerra Fría, estaba preocupada -con un pensamiento infantil, inquieto y todavía en formación- por la amenaza soviética, por la pugna que mantenían estadounidenses y soviéticos desde principios de los años cincuenta. Ronald Reagan empezaba su mandato de ocho años y en la URSS había ascendido al escalón máximo del Politburó Yuri Andropov, tras la muerte de Leonidas Brezhnev.
El cine nos ha dejado buena muestra del miedo a una guerra nuclear devastadora entre las dos superpotencias. Yo mismo recuerdo hablar con compañeros o profesores sobre la amenaza nuclear que también afectaría a España. En este contexto, Samantha se atrevió a escribir una carta al secretario general del PCUS, preguntándole por qué querían invadir su país, con la naturalidad de una niña de diez años.
Para sorpresa generalizada, Andropov contestó a su misiva con un escrito que se puede leer en el enlace anterior. En esta carta, la invitaba a pasar una temporada en la Unión Soviética, cosa que Samantha hizo en el verano de1983, junto con sus padres.
Por desgracia, la prometedora joven murió en un accidente de avión, con solo quince años, en 1983, tras volver del rodaje de una serie en la que participaba. También falleció su padre, que viajaba con ella.
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Estatua en honor a Samantha, en https://maineanencyclopedia.com/ smith-samantha-reed/ |
Hubo homenajes tanto en Norteamérica como en Rusia. Su muerte evitó una trayectoria vital que habría tenido, sin duda, gran alcance en el pacifismo y en las relaciones internacionales. Samantha no llegó a ver el final de la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín y las revoluciones del Este de Europa.
¿Por qué hago referencia a esta historia en el blog? Primero, por darle difusión, ya que yo mismo no tenía ni idea de lo ocurrido. Segundo, por sus posibilidades educativas, tanto en primaria como en secundaria. Sería una magnífica alternativa a las palomas picassianas del DENIP, o Día de la Paz: conocer la breve vida de Samantha Reed y poder leer su biografía, acercándonos a ese género poco leído en la escuela. También se puede practicar la carta como manera de comunicarse, o elaborar un sencillo cómic, con todo lo que ello conlleva. O hacer una búsqueda por internet de aspectos concretos de su vida. Conocer más a fondo la Guerra Fría. Hacer búsqueda por internet de aspectos concretos de su aventura soviética. Elaborar una entrevista a Samantha, o a su madre, tal vez en inglés. Poder ver vídeos en VOSE sobre su vida.
Podríamos seguir dando ideas. Probablemente, a los docentes que me leéis ya se os han ocurrido otras. Como digo, tiene mucho potencial para el área de Valores Sociales y Cívicos, para fomentar el pacifismo, para dotar de músculo celebraciones que devienen en folklore sin demasiada repercusión en la escuela.
En otros artículos hemos hablado de la folklorización de las causas que celebramos en la escuela. No insistiré en el tema. Pintar mariposas para el 25N está bien; conocer quiénes fueron las hermanas Mirabal, en cuyo honor se pintan los lepidópteros, está mejor. Y no hay que desplegar demasiado andamiaje, con los medios audiovisuales que tenemos en clase. Es fundamental saber por qué, desde cuándo y para qué se celebran las fiestas, adaptando la información a las edades del alumnado y sus posibilidades.