Este verano se están celebrando, en muchas comunidades autónomas, oposiciones de acceso a distintos cuerpos docentes, en infantil, primaria y secundaria. Creo que hay un consenso, entre el profesorado, de la inadecuación del sistema actual para acceder a la función pública docente. Pero los que ya somos funcionarios de carrera -hemos entrado- no nos sentimos afectados, y los que han de entrar -los compañeros interinos- bastante tienen con preparar los exámenes. Si a esto añadimos que los sindicatos, a mi entender, no tienen este asunto en sus prioridades (¿alguien sabe cuáles son esas prioridades sindicales, por cierto?), el panorama es desolador: la vida -y la oposición- sigue igual.
En un magnífico artículo, Ramón Paraíso reflexiona sobre este mismo tema en secundaria y plantea algunas cuestiones pertinentes. Coincido con el texto en muchos aspectos, sobre todo en el "aire decimonónico" que desprenden las oposiciones docentes. Parte teórica, supuesto práctico, programación de una unidad didáctica... tres patas de una silla, o una mesa, que cojea. Falta el desempeño en el aula, que es el factor fundamental del trabajo docente. Ojo, no menosprecio, ni mucho menos, el trabajo previo, ya que éste determina, casi siempre, el resultado obtenido en el aula. Es evidente que programar, más allá de copiar o retocar propuestas ya dadas -propuestas prof-proof, a prueba de profesores- tiene gran relevancia en el conjunto de las tareas docentes. Y digo programar, no temporalizar, es decir, diseñar una respuesta, desde lo general y la distancia media -la concreción curricular de centro, esa entelequia en tantos coles- pensando en los grupos que se tienen, en la tutoría de primaria o infantil, o en los distintos grupos-clase de secundaria a los que se imparte una o varias asignaturas.
Con respecto a la programación, tengo anécdotas simpáticas, como cuando en mi centro, hace unos años, me dijeron que los doce folios de explicación de mi práctica, de las prioridades y aspectos metodológicos, no formaban parte de la programación. Desechaban mi contextualización y concretización, porque se apartaban del modelo editorial que copiaban la mayoría. Y eso "sobraba".
Volviendo a la oposición, se pide que se construya, de manera un tanto artificiosa, una unidad didáctica, con todos los elementos de la programación, incluyendo un contexto inventado por la persona que oposita. Este planteamiento se agota en sí mismo: se hace la unidad didáctica para aprobar el examen, según modelos establecidos, esta vez no por editoriales sino por academias, o a través de trabajos anteriores que pueden adquirirse en la red... Se repite, a menor escala, la práctica de programación generalizada: usar el trabajo de otros. ¿Por qué? Pues en gran medida por la predominancia de materiales curriculares que ya lo dan todo hecho. Es evidente la desprofesionalización que conlleva el libro de texto como recurso único de trabajo. Se reduce la habilidad docente a la aplicación de lo que otros han pensado. Y no me refiero al curriculum, que viene dado y que, normalmente, no se concretiza en el nivel centro, sino a los libros de texto que plantean la actividad del alumnado de manera global. Es sorprendente la habilidad de las editoriales para ofrecer las últimas tendencias... previo pago del material. Incluso se ofertan proyectos de trabajo para infantil. Todo dentro de la libertad empresarial, evidentemente. No criticamos eso, sino la supeditación docente al modelo de negocio editorial.
El examen teórico es, por lo general, una cuestión de suerte. Cincuenta temas repartidos en dos bloques temáticos, general y específico, en infantil y primaria, son mucho contenido. Y se da la paradoja de muchos docentes que han trabajado duramente en el curso que termina y no han podido repasar el temario en profundidad. La consecuencia puede ser, frecuentemente, quedar fuera del proceso opositor en un solo día. Este curso le ha pasado a una compañera que ha llevado perfectamente un curso complicado, de tal manera que las familias me han pedido, como director, que pudiera volver y repetir tutoría. Yo les he dicho que no podemos hacer nada para que continúe -se incorporó a mediados de septiembre- pero que si vuelve el 1 de septiembre tendrá a los mismos alumnos. Una compañera excelente, una maestra que conoce muy bien su oficio... y que no ha tenido suerte con los temas. Atención: cuestión de suerte. Así se deciden las plazas en tantos casos.
El supuesto práctico permite, en principio, exponer los conocimientos teóricos para intervenir en una situación dada. Un planteamiento que puede ser muy enrevesado -el supuesto práctico en la especialidad de primaria en las oposiciones valencianas este año ha sido glorioso, un canto a la diversidad- y que exige estar al día de las disposiciones legales que no paran de cambiar. Complicado asunto. Por no hablar de la diversidad de criterio de los tribunales, que intenta paliarse con directivas comunes, pero que choca con la frase "cada maestrillo tiene su librillo", y que añade otro factor de incertidumbre a los atribulados participantes en el proceso.
Y todo a final de curso, cuando llegamos muchas veces con la lengua fuera, agotados mentalmente, con fuerzas justas... Es cierto que en algunas comunidades, como Cataluña, se dedican sábados a partir de abril a la oposición, lo que facilita sin duda compatibilizar trabajo y oposición y reducir la tensión. No es ideal pero es menos escarpado el camino, a mi entender. Porque el problema principal radica, en mi opinión, en considerar a los opositores como estudiantes, cuando se les debe tomar por docentes, que ya son o serán. Y su faceta docente -qué hacen o harían en clase- es el aspecto que más debería valorarse, cuando se obvia. Nuevos caminos hacen falta. Procedimientos que tengan en cuenta cómo trabajan los maestros y profesores, si tienen plaza interina, con informes cruzados que permitan la mayor objetividad posible. Pero para eso hace falta que la inspección pise los centros, que los equipos directivos reflejen su conocimiento del claustro y sean capaces de opinar con criterio (más allá de "no perjudicar a nadie", porque de eso suelen aprovecharse los malos docentes), y que la administración educativa tome en serio la reforma del acceso a la función docente con plaza definitiva. Si se quiere tener a los mejores dentro del sistema.
Volviendo a la oposición, se pide que se construya, de manera un tanto artificiosa, una unidad didáctica, con todos los elementos de la programación, incluyendo un contexto inventado por la persona que oposita. Este planteamiento se agota en sí mismo: se hace la unidad didáctica para aprobar el examen, según modelos establecidos, esta vez no por editoriales sino por academias, o a través de trabajos anteriores que pueden adquirirse en la red... Se repite, a menor escala, la práctica de programación generalizada: usar el trabajo de otros. ¿Por qué? Pues en gran medida por la predominancia de materiales curriculares que ya lo dan todo hecho. Es evidente la desprofesionalización que conlleva el libro de texto como recurso único de trabajo. Se reduce la habilidad docente a la aplicación de lo que otros han pensado. Y no me refiero al curriculum, que viene dado y que, normalmente, no se concretiza en el nivel centro, sino a los libros de texto que plantean la actividad del alumnado de manera global. Es sorprendente la habilidad de las editoriales para ofrecer las últimas tendencias... previo pago del material. Incluso se ofertan proyectos de trabajo para infantil. Todo dentro de la libertad empresarial, evidentemente. No criticamos eso, sino la supeditación docente al modelo de negocio editorial.
El examen teórico es, por lo general, una cuestión de suerte. Cincuenta temas repartidos en dos bloques temáticos, general y específico, en infantil y primaria, son mucho contenido. Y se da la paradoja de muchos docentes que han trabajado duramente en el curso que termina y no han podido repasar el temario en profundidad. La consecuencia puede ser, frecuentemente, quedar fuera del proceso opositor en un solo día. Este curso le ha pasado a una compañera que ha llevado perfectamente un curso complicado, de tal manera que las familias me han pedido, como director, que pudiera volver y repetir tutoría. Yo les he dicho que no podemos hacer nada para que continúe -se incorporó a mediados de septiembre- pero que si vuelve el 1 de septiembre tendrá a los mismos alumnos. Una compañera excelente, una maestra que conoce muy bien su oficio... y que no ha tenido suerte con los temas. Atención: cuestión de suerte. Así se deciden las plazas en tantos casos.
Opositores, en www.valenciaplaza.com |
Y todo a final de curso, cuando llegamos muchas veces con la lengua fuera, agotados mentalmente, con fuerzas justas... Es cierto que en algunas comunidades, como Cataluña, se dedican sábados a partir de abril a la oposición, lo que facilita sin duda compatibilizar trabajo y oposición y reducir la tensión. No es ideal pero es menos escarpado el camino, a mi entender. Porque el problema principal radica, en mi opinión, en considerar a los opositores como estudiantes, cuando se les debe tomar por docentes, que ya son o serán. Y su faceta docente -qué hacen o harían en clase- es el aspecto que más debería valorarse, cuando se obvia. Nuevos caminos hacen falta. Procedimientos que tengan en cuenta cómo trabajan los maestros y profesores, si tienen plaza interina, con informes cruzados que permitan la mayor objetividad posible. Pero para eso hace falta que la inspección pise los centros, que los equipos directivos reflejen su conocimiento del claustro y sean capaces de opinar con criterio (más allá de "no perjudicar a nadie", porque de eso suelen aprovecharse los malos docentes), y que la administración educativa tome en serio la reforma del acceso a la función docente con plaza definitiva. Si se quiere tener a los mejores dentro del sistema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario