Reconozco que últimamente me cuesta ponerme a escribir. Además del curso escolar, que va cogiendo velocidad en este mes escaso que queda, la actualidad educativa no me motiva precisamente. Ya he dejado claro por aquí que la LOMLOE me parece un remiendo más en un traje que necesita ser reemplazado por otro... con perspectiva de durar. Sin embargo, creo necesario puntualizar algunos aspectos de la realidad escolar frente a la reforma.
He titulado este artículo con una pregunta que parafrasea el título de una novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Lo he usado porque creo que de la letra de la reforma a su influencia real en las aulas hay un mundo; así ha sido históricamente, y no tengo motivos para creer que va a cambiar ahora.
Desde abril, van apareciendo las editoriales en los centros para mostrar sus libros nuevos con la adaptación a la nueva normativa, aunque, como en la Comunidad Valenciana, todavía no se hayan publicado los curricula autonómicos. Pero el curso que viene, libros nuevos. La consecuencia en tantos casos: se hará todo con prisas, con poca reflexión me temo, y qué poco cambiará el panorama.
Portada del libro citado, en www.espabook2.com |
En el cambio anterior, el de la LOMCE del ministro Wert, intenté que en mi centro se utilizara una plantilla, una especie de rúbrica, que reflejara las características más sobresalientes y más defectuosas de cada manual, para poder después elaborar una media aritmética que permitiera tomar las decisiones con más rigor. Es decir, opinar sobre la distribución de contenidos, las actividades, los aspectos gráficos, el material complementario... Todo aquello que conforma el libro de texto. Intentamos también abstraernos de aspectos externos, como la atención de la editorial, aunque he de reconocer que influye y mucho. Hemos dejado de usar manuales aceptables por la desatención editorial. De hecho, alguna de las marcas históricas ha pecado de indefinición y de mal servicio, lo que sin duda ha penalizado sus ventas y su presencia en las aulas.
De cualquier manera, la reformita va a suponer un gasto importante para las administraciones públicas que subvencionan los bancos de libros, como es el caso de la valenciana. Los materiales de los cursos impares se han de renovar para adaptarlos al nuevo curriculum (un curriculum que, como decía anteriormente, no se ha publicado más allá del borrador) y eso supone un desembolso enorme, puesto que hay que comprar todos los libros de esos cursos, excepción hecha de primero de primaria, donde hay un cheque-libro. Y se seguirán usando libros de texto de manera mayoritaria, aunque algunas medidas, como la presencia de dos horas y media de proyectos interdisciplinares en la distribución horaria de primaria (según el borrador) intentan superar la separación entre áreas, tan marcada en la LOMCE.
Ocho años han durado los libros anteriores; no nos equivoquemos: para el común de docentes, familias y alumnado, la reforma significa libros nuevos, adaptados al curriculum. Me da pena ver cómo se repite el proceso: visitas de comerciales, reunión en la sala de profes o similar, presentación de materiales y, tras un examen más o menos riguroso, elección de nuevos textos que marcarán la vida del aula durante el tiempo que estén vigentes, y que posiblemente expirará antes que la década.
El problema de fondo es que ese papel intermediador de los libros de texto, interpretador casi único del curriculum (pues a través de ellos llega la información al alumnado en el aula) dificulta una reflexión más amplia y profunda en el profesorado, que se conforma, por lo general, con ese instrumento y no va a la fuente, que es el decreto curricular de cada comunidad autónoma. Se empobrece así la práctica docente en los aspectos de planificación, organización y ejecución de la enseñanza. Recuerdo una compañera que se sentía mal si no se hacían todas las actividades del libro de texto. Yo me sentiría mal por lo contrario, por hacerlas todas, es igual que estén acompasadas a lo visto en clase o no. Porque esa es otra, si seguimos al pie de la letra el libro, cualquier persona con buena comprensión lectora puede dar clase, ya que la clase en sí la maneja el libro de texto.
Frente a esto, más coordinación, menos burocracia y más presencia del curriculum efectivo en los claustros. Cuando se ha trabajado sin libro de texto, se experimenta más libertad, menos encorsetamiento, aunque también puede aumentar el nivel de incertidumbre para el docente, eso es cierto. Si se elige seguir con el libro, como parece que será en la reforma que se está implantando, al menos que se cumplan dos requisitos:
1. Elegir a conciencia, con ayuda de registros, los materiales que van a ser utilizados, para que puedan ser útiles y no un impedimento al aprendizaje, cosa que con frecuencia ocurre por el nivel, la organización, la poca eficacia de las actividades propuestas... Todos hemos tenido algún libro que no nos ha satisfecho, y nos ha servido de poco, a nosotros docentes y a nuestro alumnado. Una elección racional, pensada y sin prisas puede prevenir esos casos. La selección ha de ser colegiada y razonada: la mayoría está bien, pero que sea con argumentos de peso. Para ello, ya digo, alguna rúbrica sería de ayuda. Esto sirve tanto para primaria como secundaria; la instancia decisoria sería distinta, ciclo o departamento, pero la mecánica, el proceso, es muy similar.
2. Abrirse a un uso más flexible del libro de texto, no solo en actividades, sino en planificación. Que pase a ser un elemento de ayuda más en el aula, si se tiene, pero dando importancia a otras maneras de trabajar y priorizando el cuaderno de aprendizaje, que ha de ser más que una transposición de los ejercicios propuestos en el libro de texto. El manual se apodera de la práctica docente y, sobre todo, discente. El alumnado suele ir a lo fácil y en la práctica eso supone un reduccionismo al libro de texto y lo que pone en el mismo. Cuántas veces no hemos visto que lo hecho en clase sin libro, el mismo trabajo de cuaderno o ficha de refuerzo, la investigación que se ha llevado a cabo en casa, se quedan postergados ante "lo que dice el libro". Por tanto, si queremos ampliar el aprendizaje e incorporar una visión más competencial, el papel preponderante del manual debe disminuir en favor de una variedad de propuestas diversas (pero contrastadas).
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