martes, 11 de noviembre de 2025

En el Día de las Librerías

 Hoy, 11 de noviembre, se celebra el Día de las Librerías en España. Es una celebración reciente, impulsada por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) para animar la compra de libros de cara a la campaña navideña, que ya asoma. En principio, se eligió el primer viernes de noviembre, pero desde 2019 tiene fecha fija, el once del once.

Este día, 11/11, también puede simbolizar qué es la lectura: una persona, un libro y tiempo para dedicarle. Un hábito saludable para la mente, porque nos permite recuperar la atención de un modo completo: la lectura es absorbente, requiere de silencio o, si se prefiere, de ausencia de ruido. Hay quien lee con música suave de fondo, por ejemplo. No es mi caso, prefiero el silencio de mi salón. Hay quien lee antes de dormir, como una preparación al sueño. Tampoco es mi caso, soy incapaz de leer después de las diez de la noche. En cambio, las mañanas libres son mi momento favorito, o a partir de las cinco de la tarde. 

Alguna vez he fantaseado con abrir una librería pequeña, a mi gusto, como una aventura personal. Tal vez me anime cuando me jubile, una fecha que se acerca sin prisa pero sin pausa. Sé que la cosa está complicada, que cierran muchos establecimientos y otros se mantienen a duras penas y buscando alternativas, porque hay que pagar facturas y llegar a final de mes. 

La situación de los quioscos es más grave todavía: se calcula que han cerrado más de la mitad en los últimos años debido al descenso de la compra de prensa escrita en esta era de internet. Y el quiosco, no conviene olvidarlo, es también un lugar de distribución de lectura diaria. De hecho, en poblaciones de quince mil habitantes, como Nules, a unos quilómetros de donde vivo, no había ningún punto de venta diaria de periódicos hasta que hace poco, un supermercado-cooperativa decidió vender prensa. En mi localidad, en unos pocos años han desaparecido dos quioscos en mi barrio, uno de ellos recientemente.

La proliferación de medios audiovisuales tal vez hace redundante el papel impreso, pero la lectura del periódico proporciona un análisis que no se encuentra en las pantallas de televisión o incluso en la radio (aunque esta es más proclive, al tener un enfoque basado en la conversación). Es cierto que se lee mucha prensa por internet, y que los periódicos se han adaptado con suscripciones, con publicidad y han ganado presencia en la red.

Histórica librería Armengot, en Castelló.
https://recuerdosdecastellon.wordpress.com
/2010/12/15/libreria-armengot/


Sabemos que el panorama de la lectura se ha modificado por la tecnología, el acceso continuo a información en el móvil y la cantidad de tiempo que dedicamos al scroll, a curiosear o a chatear. De hecho, a lectores experimentados y habituales, como yo mismo, me cuesta más que antes ponerme a leer y estar un rato prolongado. Lo mejor es tener lejos el móvil o apagado el ordenador. Quizá se está cumpliendo lo que preconizaba Nicholas Carr en Superficiales.

En cualquier caso, no se ha cumplido la profecía de la desaparición del libro de papel. De hecho, se publica más que en años anteriores, y las temáticas son variadísimas. Pero las librerías desaparecen porque ya se pueden comprar libros en los supermercados, en las grandes superficies y, sobre todo, por internet a los gigantescos distribuidores con precios ajustados. Y una librería que cierra empobrece su entorno. Visitar una librería es un viaje que nos enriquece, nos permite hallar nuevos autores, indagar en un tema concreto, pasear entre muchas opciones de lectura. Si además nos acompaña una persona que conoce las obras o puede darnos alguna referencia (eso hacen los buenos libreros), pues mucho mejor.

Porque, aparte de un negocio y un comercio, las librerías son espacio de resistencia cultural, un lugar donde todavía puede haber un nosotros en que nos reconozcamos como lectores y miembros de una comunidad extensa, desorganizada, pero que comparten el asombro de la lectura. Ese asombro que queremos inculcar en nuestro alumnado, para que lo hagan suyo y engrosen esa comunidad.



martes, 23 de septiembre de 2025

Samantha Reed: una historia para la escuela

 Hace poco encontré una historia conmovedora en X, donde todavía se pueden encontrar perlas en medio del barro. La verdad es que no tenía noción de la existencia de Samantha Reed Smith, una niña estadounidense que, en la actualidad, tendría cincuenta y tres años. Es decir, nació cuatro años después que yo, en 1972.

Samantha era una niña que iba a un colegio de primaria en el estado de Maine, en el noreste de Estados Unidos, en una de las trece colonias originarias. En plena Guerra Fría, estaba preocupada -con un pensamiento infantil, inquieto y todavía en formación- por la amenaza soviética, por la pugna que mantenían estadounidenses y soviéticos desde principios de los años cincuenta. Ronald Reagan empezaba su mandato de ocho años y en la URSS había ascendido al escalón máximo del Politburó Yuri Andropov, tras la muerte de Leonidas Brezhnev.

El cine nos ha dejado buena muestra del miedo a una guerra nuclear devastadora entre las dos superpotencias. Yo mismo recuerdo hablar  con compañeros o profesores sobre la amenaza nuclear que también afectaría a España. En este contexto, Samantha se atrevió a escribir una carta al secretario general del PCUS, preguntándole por qué querían invadir su país, con la naturalidad de una niña de diez años.

Para sorpresa generalizada, Andropov contestó a su misiva con un escrito que se puede leer en el enlace anterior. En esta carta, la invitaba a pasar una temporada en la Unión Soviética, cosa que Samantha hizo en el verano de1983, junto con sus padres. 

Por desgracia, la prometedora joven murió en un accidente de avión, con solo quince años, en 1983, tras volver del rodaje de una serie en la que participaba. También falleció su padre, que viajaba con ella.

Estatua en honor a Samantha, en
https://maineanencyclopedia.com/
smith-samantha-reed/

Antes, había acudido a un congreso de la juventud en Japón y había llegado a ser estandarte del pacifismo de los ochenta. 

Hubo homenajes tanto en Norteamérica como en Rusia. Su muerte evitó una trayectoria vital que habría tenido, sin duda, gran alcance en el pacifismo y en las relaciones internacionales. Samantha no llegó a ver el final de la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín y las revoluciones del Este de Europa.

¿Por qué hago referencia a esta historia en el blog? Primero, por darle difusión, ya que yo mismo no tenía ni idea de lo ocurrido. Segundo, por sus posibilidades educativas, tanto en primaria como en secundaria. Sería una magnífica alternativa a las palomas picassianas del DENIP, o Día de la Paz: conocer la breve vida de Samantha Reed y poder leer su biografía, acercándonos a ese género poco leído en la escuela. También se puede practicar la carta como manera de comunicarse, o elaborar un sencillo cómic, con todo lo que ello conlleva. O hacer una búsqueda por internet de aspectos concretos de su vida. Conocer más a fondo la Guerra Fría. Hacer búsqueda por internet de aspectos concretos de su aventura soviética. Elaborar una entrevista a Samantha, o a su madre, tal vez en inglés. Poder ver vídeos en VOSE sobre su vida.

Podríamos seguir dando ideas. Probablemente, a los docentes que me leéis ya se os han ocurrido otras. Como digo, tiene mucho potencial para el área de Valores Sociales y Cívicos, para fomentar el pacifismo, para dotar de músculo celebraciones que devienen en folklore sin demasiada repercusión en la escuela.

En otros artículos hemos hablado de la folklorización de las causas que celebramos en la escuela. No insistiré en el tema. Pintar mariposas para el 25N está bien; conocer quiénes fueron las hermanas Mirabal, en cuyo honor se pintan los lepidópteros, está mejor. Y no hay que desplegar demasiado andamiaje, con los medios audiovisuales que tenemos en clase. Es fundamental saber por qué, desde cuándo y para qué se celebran las fiestas, adaptando la información a las edades del alumnado y sus posibilidades.

domingo, 31 de agosto de 2025

Sobre la Cumbre Mundial de la Docencia: una reflexión al margen

 Se termina agosto y con él, las vacaciones estivales. En la última semana del mes, en Santiago de Chile ha tenido lugar la Cumbre Mundial de Docentes, organizada por la UNESCO y el gobierno chileno, los días 28 y 29. 

Algunos titulares hablan de cierta alarma internacional por cifras preocupantes de abandono de la profesión docente, fenómeno que se ha duplicado en educación primaria en los últimos años, llegando casi al diez por ciento. La UNESCO, además, habla de "crisis sin precedentes", según afirmó su presidenta, Audriey Azoulay, ante la que se necesita revalorizar la profesión docente. Según UNESCO, harán falta cuarenta y cuatro millones de docentes hasta 2030 para poder asegurar el acceso universal a las etapas preuniversitarias. Se cita un informe del organismo internacional del que se dan algunas pistas en la página de UNESCO.

En el artículo adjunto, podéis leer cuatro puntos para la mejora global de la docencia. Me gustaría comentar alguno de ellos, como la mejora de las condiciones de trabajo, dignificar la profesión... Me parece relevante el tercer punto: poner la profesión en el centro de las decisiones. Advierte el artículo que "Las políticas que nacen sin la voz docente corren el riesgo de la inefectividad en el aula". Supongo que nos suena la música y la letra. Es más, se reconoce que "la experiencia directa debe informar las políticas públicas".

Negro sobre blanco. Una reivindicación de gran parte del profesorado se ve reconocida por un informe de la UNESCO: que cuenten con nosotros para elaborar las políticas educativas, que nuestra opinión importe, que nos consulten (a través de sindicatos, pero también de otras maneras, haciendo uso de inspección, encuestas bien elaboradas, etc.) En España, este menosprecio ha sido tónica habitual. Cada partido mayoritario ha hecho su reforma educativa desde 2002, por no remontarnos más atrás. Consecuencias: desgaste del profesorado, descrédito de la política educativa, cambios cosméticos la mayoría de las veces y un montón de dinero, público o de las familias, destinado a cambiar los libros de texto con cada reforma. Y la sensación -el convencimiento- de que no contamos para nada. 

Otro aspecto importante es recuperar y mejorar la relación entre docente y alumnado, insustituible aun en estos tiempos de IA y de tecnificación generalizada. Esa relación constituye la base de la enseñanza, sin duda. No hace falta aportar muchas pruebas de que se ha deteriorado, sobre todo en las etapas superiores. Ha aumentado la conflictividad en los centros, hay más diversidad entre el alumnado, y todo eso requiere respuestas válidas. La docencia siempre está interpelada, siempre hay que responder aquí y ahora Eso no ha cambiado, ha sido así históricamente; pero se ha intensificado con problemáticas nuevas, ya en primaria, porque se han avanzado en el tiempo. Además, observamos que la atención disminuye en el alumnado, sobre todo en la lectura atenta. Cuesta más conseguir los objetivos de cada curso. No es una queja, sino una constatación. 

Imagen de la Cumbre, en
 https://www.unesco.org/es/teachers/2025-world-summit
Aumenta el cansancio docente, como consecuencia de lo anterior: poca relevancia social, gestión del aula cada vez más problemática, a lo que hay que añadir que la relación con la comunidad educativa tampoco anda muy boyante. Lo dice alguien que, por regla general, conecta bien con las familias y trata de explicar abiertamente su práctica y sus decisiones en el aula. La única manera que se me ocurre de mejorar esas relaciones es ser transparente, buscar el diálogo y huir de la confrontación gratuita. Facilitar el contacto frecuente con las familias ayuda y sí, sabemos que hay padres complicados que siempre tienen la razón (o la quieren). A pesar de todo, no podemos dar la sensación de que las familias molestan en el centro. Esa es, al menos, mi vivencia.

Hay otro aspecto que no aparece directamente en la información -yo al menos no lo he visto, tal vez porque es un fenómeno más local- que se refiere al aumento de la burocracia y, a la vez, a la poca ayuda efectiva recibida de la inspección educativa, con escaso asesoramiento y presencia en los centros. Ya digo, tal vez sea un problema específicamente español. La inspección, por regla general, desconoce los centros más allá de una relación documental, lo que a veces provoca la sensación de que no tenemos un apoyo en conflictos en el centro, con familias, compañeros o con el equipo directivo. Vivimos estos hechos en soledad. Y eso aumenta el estrés y el desánimo.

Por último, conviene recordar que la educación es una institución sólida en un mundo líquido, como lo definió Bauman hace unos años. Es imposible que no haya colisión entre lo que se busca y lo que se encuentra. Se ha desvalorizado lo educativo, pero no tiene sustitución, al menos de momento. Y en ese impass nos hallamos, es terreno movedizo, sobre todo si no se renuncia a educar de manera valiosa, relevante (que no ha de ser aburrida y pesada, añado) e integral. 

Sin ese marco general de interpretación, creo que la imagen queda incompleta. Lo institucional también juega, y en este caso se cuestiona a la luz de un cambio tecnológico continuo y una inestabilidad generalizada: laboral, familiar, política. La escuela no se queda al margen, y el profesorado, tampoco.

Da cierta esperanza ver que ya hay voces que alertan sobre el deterioro de nuestro trabajo. Sin caer en el alarmismo, hay que repensar qué docencia es posible en 2025, y qué medidas concretas se está dispuesto a tomar para mejorar nuestro desempeño. Todo no depende de nosotros, los docentes.  



domingo, 24 de agosto de 2025

Qué es una persona experta en educación

 En internet, en X y supongo que en otros foros también, se discute mucho sobre qué es un experto educativo. En el claustro virtual el debate es casi diario. Por eso he decidido aportar mi punto de vista que, como es ya habitual, no suele coincidir al cien por cien con las posturas más frecuentes.

Una posición bien arraigada es la de negar la condición de persona experta a todo aquel que no dé clase en las etapas preuniversitarias. Los docentes universitarios imparten docencia en sus facultades, pero eso no parece aval suficiente para algunos maestros o profesores. Un reduccionismo mayor aún es el que niega todo conocimiento real de lo educativo a quien no esté en la misma etapa educativa. Así, de secundaria solo podrían opinar los profesionales que ejerzan en dicha etapa, y lo mismo ocurre con los de infantil o primaria. 

"Aquí me gustaría verlos a mí", dicen con cierto escándalo algunos profes cuando leen artículos o entrevistas a expertos en educación. Pero el aula no es su lugar (al menos, no el aula de 3 a 18 años). Es un problema de perspectiva, sobre todo.

El estudioso de la educación ha de saber mucho sobre su campo, que no es toda la educación (sería inabarcable). Hay quien se dedica a la sociología de la educación, como Mariano Fernández Enguita: es su campo de estudio desde hace décadas. Tiene una obra consolidada y en algunos aspectos polémica. Su artículo ¿Es pública la escuela pública? fue un aldabonazo en su momento, alrededor del año 2000. Ha seguido escribiendo y publicando hasta la actualidad. ¿Le negamos la categoría de experto en sociología de la educación porque no da clase fuera de la universidad? 

Otros expertos educativos se dedican al currículum, o a la organización escolar, o a las políticas inclusivas educativas, a la Formación Profesional, a la psicología evolutiva... Habrá de todo, personas muy responsables que se actualizan y otros menos diligentes. Como en cualquier cuerpo docente, entiendo. Su tarea es formar a futuros docentes y técnicos en educación. Se les debe exigir rigor en su desempeño profesional, como se nos exige a nosotros. Muy de acuerdo en ese punto. Pero desdeñar su aportación porque no están en nuestra etapa educativa no puedo aceptarlo. ¿Voy a discutir yo con una persona que ha estudiado a fondo los sistemas educativos, que ha leído muchísimo sobre organización escolar, que está al día en el tema? No, no lo haré. Tampoco aceptaré acríticamente lo que diga, pero entenderé que su perspectiva es mayor, sus herramientas son otras y sus ocupaciones, también.

Reducir la educación al aula es comprensible para los prácticos, pero no es real: la educación es mucho más. Como decía antes, es un problema de perspectiva. La teoría educativa ha sido denostada por la práctica como alejada de la misma... porque solo se valora dar clase, en un presentismo del que ya hemos hablado aquí. ¿Vamos a ignorar a Piaget, a Vygotsky, a Hargreaves, a tantos otros? 

Otra cuestión es que se otorga fácilmente el título de experto educativo a personas con un conocimiento limitado pero con un buen método para promocionarse, dar ponencias, vender su producto y hacer caja. A partir de ganar un premio (o ser finalista), o de promocionar una determinada metodología, empiezan a popularizarse y a acudir a convocatorias para docentes. En este sentido, recuerdo que escuché a un docente que promovía "educar con el corazón". Dio una ponencia entretenida, la verdad. Me sorprendió ver que esa ponencia estaba en internet, y que repetía hasta las bromas. Es una opción, claro. Tal vez no la más acertada si queremos mejorar de verdad, o conocer otras maneras de trabajar. Mi criterio para valorar una ponencia es si me proporciona pistas para seguir, me habla de aportaciones que desconozco, si me cuestiona de alguna manera lo que hago.

Para concluir, creo que la abundante oferta bibliográfica sobre distintos aspectos de nuestro trabajo constituye una fuente de mejora, de reflexión, un acicate para salir de la zona de confort, que no es esa reducción cansina que se escucha y se lee en X, como ya explicamos en su día. 

Trabajar en educación sin formarse ni actualizarse me parece bien complicado. Es posible, pero ¿a qué precio? No podemos cambiar la sociedad, que evoluciona como quiere. La queja, aunque comprensible, no mejora nada. Tal vez nos convenga adaptarnos y acudir a los que saben. Con discernimiento y en compañía de otros, si es posible.

jueves, 17 de julio de 2025

Leer pedagogía en verano (y todo el año)

 En este blog se reseñan habitualmente obras relacionadas con la educación y la pedagogía. Así, a bote pronto, recuerdo autores como Hargreaves, solo o con Fink o Fullan, Antonio Viñao, Fernández Enguita... También se han comentado obras de pensadores como Marina Subirats, Bauman o Byung-chul Han, que han escrito sobre educación, los dos primeros, o tienen obras que pueden relacionarse con la misma, el segundo.

El verano es tiempo de lecturas. Los que somos muy cafeteros de la educación aprovechamos para leer pedagogía, o psicología educativa, o didácticas específicas. La oferta es variada. También se lee novela, biografías... Creo que lo importante es leer, ejercitar esa práctica que requiere atención, silencio y tiempo. Recuerdo una compañera, ya jubilada, que leía muchísima ficción. De hecho, me dejó El niño con el pijama de rayas, de John Boyne, quien no ha vuelto a escribir una obra similar, tan bien pensada. Yo también leo ficción, menos de lo que debería.

Hoy vengo a recomendar, más que un libro concreto, una colección a la que ya me he referido en otras ocasiones. Ya tiene unos años, pero estoy seguro que se podrán encontrar ejemplares. Es un conjunto de obras breves de divulgación pedagógica dirigida al profesorado a cargo de los mejores autores en educación de fin del siglo pasado. Está en Editorial Morata y se llama Razones y propuestas educativas. Su director es José Gimeno Sacristán, catedrático emérito de la Universidad de Valencia y una referencia para los que hemos cursado estudios de pedagogía. Fui alumno suyo en los noventa; además, fue el presidente del tribunal de mi diploma de estudios avanzados, el DEA.

Volviendo a la colección, son veintitrés títulos en un formato asequible entre los que podemos leer a Santos Guerra, Fernández Enguita, Antonio Viñao, Jaume Carbonell, Rosa Vázquez, Rafael Feito, Carmen Rodríguez... y el propio Gimeno.
La lista es extensa y los temas abordados, también: dirección escolar, libro de texto, educación obligatoria, medios y educación, el sistema educativo en la sociedad actual, evaluación...

Como veis, el elenco de autores y de temáticas satisface las expectativas de muchos docentes que quieren actualizarse o conocer más sobre cuestiones más allá del aula, pero que repercuten en nuestro trabajo. Se trata de ampliar la perspectiva, necesariamente limitada, del aula, para resituarnos y mejorar, reflexionar, recabar ideas y referencias que pueden ayudarnos. 

La diversidad de temas tratados en esta colección permite elegir según los intereses particulares del profesorado: por ejemplo, se puede leer sobre cine y educación, o sobre lectura en la escuela. 

Uno de los títulos de la colección

Creo que es necesario o al menos recomendable leer pedagogía de manera habitual. Cuando escucho discursos abiertamente antipedagógicos, no puedo evitar una sensación de desasosiego; en este tiempo concreto de cambios, circunscribirse solo al aula es, casi con seguridad, un camino al fracaso. Comprender lo que pasa socialmente es una necesidad. Si nos quedamos en la cultura de la queja, no mejoramos nada. 

No minusvaloro la gestión del aula, en absoluto. Más bien al contrario, veo que dicha gestión requiere de un conocimiento del análisis del sistema educativo para situarse y situar la realidad del aula, mucho más compleja -y complicada- que hace unos años, sobre todo en secundaria. Como dijo alguien, el agua no la inventó un pez. El pez vive en el agua y no concibe otra realidad. No seamos peces en el mar educativo.

Aumentar la información disponible sobre la educación es una herramienta que funciona, si no inmediatamente, sí a medio plazo. No hay recetas mágicas (conviene desconfiar de quien las propugna) pero existe reflexión de calidad. Menospreciarla porque sus autores "no pisan aula" es un error.

Termino agradeciendo a la Editorial Morata su larga trayectoria de difusión de temas pedagógicos, y a Gimeno Sacristán esta iniciativa que hoy reseñamos, y cuya finalidad podemos leer en las páginas iniciales de cada título.


martes, 10 de junio de 2025

Cerrar un aula en junio


Los que, con mucha paciencia, leéis habitualmente mis artículos, recordaréis que a veces me cuesta encontrar el título y, en otras ocasiones ocurre al revés: a partir de una frase sale un artículo con ese encabezamiento. En el de hoy, ha sido así: cerrar un aula es un hecho cotidiano, pasa o puede pasar cada año escolar, y sin embargo sigue teniendo, para mí, un significado que trasciende lo físico. Cerrar no como suprimir, sino como dejarla en blanco para que otro escriba en la misma.

Conjunto de trabajos sobre Sonia Delaunay, 4EP

En infantil y primaria, los docentes tutores tienen un espacio asignado, el aula donde un grupo de niños pasan dos o tres años, según la etapa, con la misma persona en muchos centros. Es una de las grandes diferencias con la secundaria, en la que la tutoría no se circunscribe a un lugar en el centro. Ya he reflexionado otras veces sobre el espacio escolar, tanto desde el punto de vista teórico como el vivencial y vivenciado. En ese sentido, la escuela es, para el alumnado y supongo que también para el profesorado, un lugar, no un espacio. Es decir, allí donde pasan cosas que nos incumben y en las que nos reconocemos.

Recuerdo que cuando se jubiló un compañero con el que había compartido nivel durante varios años, su aula fue remodelada inmediatamente y una profesora joven entró en aquel espacio que había sido un lugar, el lugar de Javier, durante tantos cursos. En un mes, parecía otro: había pasado a ser el lugar de Inma. 

Este año dejo mi aula, la que he utilizado durante dos cursos, dando, curiosamente, el mismo nivel: cuarto de primaria. Un aula que, hasta el 30 de junio, tendrá las características de mi manera de ver la educación, que se disolverán para pasar a ser las propias de quien la ocupe. En mi centro actual las aulas se asignan a los grupos cada año a partir de tercero de primaria, por eso he repetido espacio. Cuando llegué, me encontré con la dificultad de que no había pizarra junto a la pantalla, sino que estaba al final de la clase. Así, la atención se dividía en dos focos opuestos: poco práctico. Solicité una pizarra blanca y tardó, pero llegó. 

Posteriormente, a final del curso pasado nos dieron pantallas interactivas que permitían escribir como en una pizarra, además de muchas otras actividades. Este año la hemos usado mucho, y espero sacarle más jugo en otros cursos.

La biblioteca de aula ocupa un espacio importante. Bien nutrida, de fácil acceso y con los libros situados de cara para que se vean las portadas, siempre más informativas que el lomo. Un lugar de tránsito diario. Además, en cajas que facilitan su uso y disfrute por parte del alumnado. Una cuestión a mejorar, respecto a la lectura diaria, es que yo también lea. El año pasado lo hacía, este curso he ido más apurado y he leído poco.

Además, tenemos unos cuarenta libros de autores españoles o sudamericanos rescatados de la biblioteca escolar que son para adultos. Títulos como "El Jarama", "El coronel no tiene quien le escriba", "Conversación en la catedral" que se han ofrecido a las familias en las reuniones de tutoría. He de decir que se han llevado algunos, sobre todo hasta pascua. La lectura es cosa de todos, y la escuela, espacio de cultura al fin y al cabo, no ha de renunciar a ese papel dinamizador.

Las mesas están situadas en filas que permiten interacción y atención. El alumnado cambia periódicamente de lugar, para facilitar la convivencia entre ellos, cuya mejora es siempre un objetivo importante.

Hemos intentado que el alumnado sintiera el aula como suya. Las actividades de principio de curso incluyeron elaborar un mural con los meses de sus cumpleaños, nos medimos en una cinta que está en la clase donde pueden comprobar cuánto han crecido en estos diez meses y elaboraron unos autorretratos que nos han acompañado hasta ahora.

Además, los dibujos son bienvenidos y se exponen en el aula. También hemos dejado algunos de sus trabajos más sobresalientes, sobre Mondrian o sobre el cuidado del medio ambiente. Este grupo concretamente no ha sido pródigo en dibujos para la clase.

Como veis, no se distingue mucho de cualquier aula de primaria. Si acaso, en la colección de libros para adultos. Como todo en este lugar, provisional. A expensas de quien venga el curso que viene y decida. 

Y así van pasando los cursos, las aulas, el alumnado... y nosotros también. El 30 de junio se acaba un curso. Lo vivido en ese tiempo permanece, sobre todo en nuestros chavales. Esa es, al menos, mi aspiración. Tanto en lo académico como en lo personal.

Vaciar un aula, cerrarla, es una tarea que se repite, pero nunca es la misma.

sábado, 10 de mayo de 2025

La escuela en un entorno líquido

Mi último artículo terminaba dejando en el aire el tema del encaje de las instituciones sólidas, y en especial la escuela, en una sociedad líquida como la actual. Este término, creado por el pensador Zygmunt Bauman a principios de este siglo, refleja en una certera imagen el devenir de las sociedades occidentales tras la caída del Muro de Berlín, la desaparición de la Unión Soviética, el fin de los "gloriosos treinta años" de crecimiento económico en Europa con la crisis del petróleo... Todo lo que Tony Judt explicaba en libros como "Pensar el siglo XX" o "Algo va mal". 

Desde la II Guerra Mundial tuvimos unas sociedades con fundamentos sólidos, poca movilidad laboral, estabilidad familiar (con todos los peros que se quieran poner) y un antagonismo ideológico y militar en lo que se llamó la política de bloques o la guerra fría que reafirmaba las propias posiciones, aun cayendo en abusos como la caza de brujas en los cincuenta en Estados Unidos, las invasiones de Hungría y Checoslovaquia en el bloque soviético (1956 y 1968, respectivamente).

Cada una de estas piezas ha ido deteriorándose y dejando lugar a otras nuevas. Ya Sennett habló del fin del trabajo estable en "La corrosión del carácter", con sus consecuencias de ansiedad, disponibilidad a tiempo completo y degradación de las condiciones laborales. También podíamos citar a Giddens con "La transformación de la intimidad", en que refiere los cambios en la estructura familiar.

La globalización fue otro elemento que nos acercó al mundo, en un sentido de facilidad comercial junto a unas exigencias productivas distintas. Y por último, la expansión rapidísima de nuevas maneras de comunicar transforma las relaciones personales como quizás nunca antes.

Bauman capta todos estos cambios y propone el término de sociedad líquida, regida por la incertidumbre y por la individualización de los conflictos. Se desmontan las causas colectivas, o se diluyen, y el individuo queda solo, en aspectos sociales y afectivos. Esta liquidez llega también a la política, a la educación, a la economía. 

La educación, como la familia, es una institución de socialización primaria, aunque históricamente se ha catalogado con lógica la escuela como el espacio de la segunda socialización, tras la familia. Pero ambas socializan en los primeros años de vida. Y la escuela ha ido acumulando prácticas, perspectivas, significados... que constituyen su cultura, la cultura escolar, asentada de manera formal y, sobre todo, informal. La institución escolar no se entiende sin la cultura propia. 

El problema, el conflicto, aparece cuando esa cultura no puede dar respuesta adecuada a la liquidez de la sociedad, a estos cambios seguidos y vertiginosos en tantos ámbitos, a una inestabilidad que no casa bien con los requisitos de tranquilidad de la escuela; no solo en el aula, sino a nivel social. Si además tenemos en cuenta el aumento de la diversidad en las aulas con la inmigración y la detección de más casos de necesidades educativas especiales, la respuesta no puede ser la misma, y es fácil sentirse desbordados por esta imposibilidad o incapacidad de responder a cada uno como requiere.

No tenemos un panorama fácil en educación. A la complejidad se une la pérdida de relevancia de lo que allí acontece. Hay un deslizamiento de funciones que va de lo académico a lo asistencial: la escuela ha de asumir más papeles que antes ejercían las familias, los ayuntamientos... pero que ahora se depositan en la institución escolar. Si volvemos a Bauman, él hablaba de un interregno: lo nuevo no acaba de llegar, lo viejo no acaba de desaparecer. Y en medio, la escuela. 

Ante esto, existen distintas posturas. La de aquellos que diluyen los aprendizajes imbuidos del ambiente posmoderno, viviendo la educación de manera líquida, ampliando lo festivo-celebrativo y poniendo en cuestión la solidez del currículum. De hecho, la LOMLOE es esto: preponderancia de las competencias sobre los saberes. Otra postura que podíamos llamar de resistencia consiste en aferrarse a un currículum fuerte, contenidos más extensos, buscando un equilibrio entre lo nuevo y lo tradicional (de la tradición escolar, de su cultura) y esperando un aprendizaje sólido, o más sólido, al menos, que el diluido. Además, se puede caer en la tentación de la nostalgia, del "todo tiempo pasado fue mejor", mistificando la época de la EGB en nuestro país. Esta nostalgia puede ser una contraposición a la de cierto adanismo, que rechaza todo lo que tiene más de veinte años en educación, dando por amortizadas las prácticas tradicionales. Y, en muchas ocasiones, se hace invocando metodologías que tienen un siglo de vida, procedentes de la Escuela Nueva.

Este desconcierto nos lleva a vivir la profesión con más zozobra que en tiempos pasados. Nos desgasta más, sin duda. En mi caso, no puedo resignarme a diluir el aprendizaje de mi alumnado. A la vez, entiendo que tenemos responsabilidades que van más allá de lo académico: somos agencia de detección de posibles casos de desprotección infantil o juvenil. No se puede decir "No es mi trabajo". Sí que lo es; no ejercer de psicólogos, como leo frecuentemente, pero sí estar atentos a indicadores de que algo no va bien. Y dar parte razonado. Atender a las familias como una parte más, no como una engorrosa obligación. Al fin y al cabo, enseñamos a sus hijos. Todos hemos tenido desencuentros, pero pese a eso, considero la escuela como un lugar agradable, acogedor para los padres, en la medida de lo posible. Eso incluye dar cuenta de lo que se hace, en una accountability de servicio público.

Seguir mirando el vaso de leche vertida no parece la opción más inteligente. 

En el Día de las Librerías

  Hoy, 11 de noviembre, se celebra el Día de las Librerías en España. Es una celebración reciente, impulsada por la Confederación Española d...