domingo, 26 de mayo de 2024

Los buenos profesores... y las buenas películas

 Afortunadamente, la escuela vuelve a estar de moda en el cine. Últimamente han aparecido películas que tratan de manera central la educación formal, como hemos reseñado aquí. En España podemos recordar tres: Chinas (que pasó más bien desapercibida), El maestro que prometió el mar y más recientemente Menudas piezas. En Europa, tenemos dos ejemplos relevantes: Sala de profesores, película alemana, y Los buenos profesores, que reseñamos hoy. En Estados Unidos, la apuesta ha sido Los que se quedan, cuya acción transcurre en los primeros ochenta. Es para alegrarse tras unos años en que lo escolar parecía haber decaído como centro de atención cinematográfica.

Los buenos profesores refleja la vida escolar en un instituto francés durante un curso entero. El hilo conductor es la incorporación de un nuevo docente de matemáticas sin experiencia en el aula. Recibe el apoyo de sus compañeros, algún consejo, y sobre todo empatía y comprensión: saben que los inicios no son fáciles. Como digo, es el hilo conductor porque la película apuesta por un retrato coral, que muestra a los profesores en clase pero también en sus vidas fuera del instituto. Por cierto, no entiendo por qué se cambia el título en español: Un trabajo serio (o de verdad) es el título en francés (Un métier sérieux) y refleja bien, a mi entender, el dilema de Benjamin, el profe sin experiencia, sobre si dedicarse a la docencia u optar por otras salidas profesionales, como le recomienda su padre, médico: que se busque un trabajo "de verdad".

La profe de biología Sandrine(Louise Bourgoin) en su clase.
En www.cinemagavia.es

A lo largo del curso, el joven becario reconvertido a profesor habrá de lidiar con situaciones complejas que le pondrán a prueba y le darán respuestas.

Lo mejor de la película es esa coralidad que recorre las trayectorias del profesorado, dando pinceladas sobre sus vidas sin caer en el endulcoramiento ni en la exaltación de la docencia. Tampoco se recrea en los conflictos, sino que los asume como parte de la enseñanza. El grupo de docentes es variopinto, como ocurre en la realidad. Está el profesor experimentado que ha llegado a la madurez y que se pregunta por cómo mejorar su práctica, porque él mismo se aburre. Está el profe enrollado y bromista que, a su vez, esconde problemas graves en sus relaciones personales. También la profesora ordenada y metódica que asiste perpleja al desajuste de su vida y de su docencia, hasta que no puede más. El director y su adjunto ponen una nota humorística de manera involuntaria, siempre con prisa y, en lo posible, escurriendo el bulto en los conflictos. Los directores, en Francia, forman un cuerpo administrativo diferente al profesorado. Encontramos, además, otros profes con vidas complicadas, divorcios, custodias compartidas, atracciones más o menos manifiestas que no se consolidan, soledad... Un retrato de las relaciones humanas del siglo XXI.

Echo en falta un poco de conflicto pedagógico que, al menos en España, existe en los centros sobre cómo dar clase, de qué manera evaluar... Esos temas no aparecen en la película, no hay cuestionamiento de las prácticas ajenas. En ese sentido, el guion apuesta por el tono amable, aunque sin dejar de reflejar la tensión de la docencia, ese estar continuamente expuesto a las demandas del alumnado, de la administración, de las familias. La docencia es dar respuestas de manera continua, por eso es una actividad exigente y estresante, tantas veces. En ese sentido, se agradece tener apoyo entre los compañeros, quedar a tomar algo después de clase, preocuparse por cómo ha ido el día... pequeñas ayudas que hacen más llevadera la práctica.

El director adopta un estilo cercano al documental, con mucha luz natural, planos cortos y un uso moderado de la banda sonora, todo lo cual contribuye a dar credibilidad a la narración que avanza a lo largo del curso escolar. Encontramos situaciones que reconocemos los que también estamos a pie de obra en la educación. Hay un breve epílogo que da respuesta a algunas preguntas, pero de manera implícita. 

Los actores están muy bien interpretados, tanto los adultos como los adolescentes. Entre los primeros, destacan, a mi entender, Louise Bourgoin, en el papel de Sandrine, todo contención e incomunicación dentro de una corrección formal apabullante que acaba por ahogarla. François Cluzet cumple con su estilo habitual, interpretando a un profe cercano a la jubilación con sus propias disputas familiares. 

Como decía antes, es fácil reconocer en la trama hechos que nos ocurren a nosotros en las aulas. Me llegan especialmente dos miradas en dos momentos de la película: la del padre extranjero que, con humildad, expresa que no entiende lo que le dice la profesora. La segunda mirada es la del alumno con buena conducta que no entiende el conflicto que se está produciendo en el aula: una mezcla de incredulidad y miedo. Estas miradas ya justifican, por sí mismas, ver "Los buenos profesores".

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