domingo, 9 de noviembre de 2014

Para no desanimar a la lectura

Retomamos el tema de la lectura y su aprendizaje en la escuela. En este artículo, nos preguntamos por cómo ayudar al alumnado -de primaria, sobre todo- a adquirir un hábito lector, a mantenerlo y a perfeccionarlo a lo largo de los años. Es decir, conseguir que nuevos lectores se incorporen a la tradición cultural y literaria propia (que, en muchas partes de España, puede ser bilingüe, lo que aporta riqueza y diversidad). 
Supongo que nadie considerará esta tarea como extraña a la educación formal. Incluso en la rancia tradición española en el aprendizaje de la lectura, se la consideraba como medio privilegiado de acceso a la cultura. Una cultura humanista, ordenada, regida por cánones. Todo lo que desapareció (o se ensombreció sin remedio) con la llegada de los medios de comunicación de masas.
Muchos de los que continuamos estudios en los ochenta y noventa, y que ahora andamos por los cuarenta y tantos, hemos adquirido el hábito lector a pesar de todo. Y digo esto porque las lecturas obligatorias en bachillerato (ese Mío Cid en castellano antiguo, por ejemplo) y tantas otras de la editorial Cátedra, o el Quijote en tercero de BUP (uno es de letras) no motivaban a leer más. Al contrario, nos hacían ver la lectura como materia de examen, sometida a las mismas exigencias que tenían las otras asignaturas (aprobar). La selección de lecturas se regía por el canon, que designaba las obras susceptibles de ser conocidas en BUP. No se tenía en cuenta la edad de los receptores, sino la adecuación a las distintas etapas de la literatura. En COU leíamos contemporánea, gracias a lo cual descubrí "Tiempo de silencio", por ejemplo.
Hoy en día, se impone una clarificación de estrategias. El afán controlador de la escuela tradicional ha ocasionado muchas decisiones erróneas en el tema de la lectura. De hecho, animación lectora es un término reciente en la cultura pedagógica escolar. Con esto se demuestra que el interés, la preocupación porque los alumnos lean más allá del aula de manera libre, en la educación obligatoria, tiene unos pocos años. Y va ligado al auge de la literatura infantil y juvenil, la proliferación de títulos y autores. Y el fomento de esta lectura ha utilizado, a mi entender, procedimientos más basados en el control que en el disfrute, en la libre elección de textos y en la potenciación de la biblioteca de aula o de centro.
Ilustración de Rafael López, en bibliocolors.blogspot.com
La ficha de lectura ha sido un instrumento de control que ha tomado distintas versiones, desde la muy exhaustiva a la mera anotación de datos técnicos y una opinión personal, pasando por aquellas que pedían un resumen (cuando el resumen es una técnica de redacción realmente complicada para alumnos de primaria y primer ciclo de ESO, por lo menos). Ese ejercicio equivaldría, como oí a algún experto (¿Cassany, tal vez?) a elaborar un resumen de cada película que vemos en el cine. Nos parece absurdo, ¿verdad? Pues la literatura infantil y juvenil también es para disfrutar.
Otra iniciativa inútil, o al menos poco eficaz, ha sido la obligación de elaborar, en cada centro, un plan lector. Las editoriales, por cierto, siempre tan atentas, ofrecieron planes ya elaborados para que los docentes no tuvieran que reflexionar demasiado. Cuando la reflexión se convierte en obligatoria y ha de ser recogida en un documento prescriptivo, suele devenir en un trámite. Es decir, los centros que funcionan no necesitan hacer un plan porque ya lo han pergeñado con buenas prácticas, y los que no dan importancia a la lectura seguirán igual, tras conseguir, de aquí y allá, unos papeles que satisfagan a inspección.
Las lecturas colectivas, con un trabajo final, también se han usado, a mi entender, de manera equivocada, otorgando más importancia al producto que al proceso de lectura. Vaya por delante que en mi práctica suelo plantear una lectura al trimestre. Cuento, para ello, con la ayuda inestimable de Rodari, Dahl, Carles Cano y otros autores con libros estupendos (Oposiciones a bruja, de José Antonio del Cañizo, por ejemplo). Los alumnos no se compran los ejemplares, los tenemos en el ciclo. La lectura se hace así: durante dos semanas, pueden leer el libro en sus casas. Tras ese tiempo, les doy una ficha elaborada por mí, que contiene algunas preguntas de comprensión y actividades como buscar en el diccionario, pero siempre supeditadas a la lectura previa, que es lo importante.
Y la lectura libre, en una biblioteca de aula pequeña, dispuesta en dos mesas al final de la clase, no requiere ningún control; normalmente, los viernes, los alumnos cogen el libro que quieren, se apuntan en una lista, y lo devuelven cuando quieren. Y, creedme, llena de satisfacción que pregunten: ¿Hoy cogemos libro?


7 comentarios:

  1. De siempre he sido un ferviente defensor de la lectura por la lectura si ningún tipo de trabajo obligatorio a posteriori. Lo que se hace por obligación siempre acaba por ser odiado. Hay que leer por placer y eso es lo que debemos inocular en nuestros alumnos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu valoración, significa mucho para mí. Entre todos conseguiremos mejorar la calidad de la lectura en nuestro sistema educativo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por compartir. De acuerdo en todo. No entiendo el control con una ficha de lectura cuando el objetivo y fin es placer y disfrute por leer. Tampoco entiendo lo de las lecturas colectivas ya q cada lector tiene una estrategias lectoras y a veces lo único q se consigue es poner en evidencia al maslenlento. Un placer poder compartir contigo compañero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, las estrategias han de ser distintas si se buscan objetivos diferentes. La lectura colectiva en voz alta viene después de la lectura silenciosa, en la que cada uno lee a su ritmo. Las lecturas de un mismo libro se hacen en casa, así se da tiempo suficiente a cada alumno. Gracias por comentar.

      Eliminar
  4. Felicidades Salva una vez más!! Yo, q soy maestro frustrado pues no puedo ejercer aún, pregunto: ¿y si en lugar d lectura colectiva, q deja en evidencia a los menos capaces, se hiciera una puesta en común d sus respectivas conclusiones o resúmenes? Así, se seguiría trabajando la participación dl alumnado, su manejo en discurso público, y d paso comprobamos q ha leído (y entendido) el libro...ya sé q es una práctica q se lleva a cabo en algunos centros, pero como no lo he visto reflejado, a lo mejor estoy desfasado...muchas gracias!! Un placer leerles a todos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Son las llamadas tertulias pedagógicas, que me parecen muy interesantes. En próximos cursos lo pondremos en marcha. Hacen falta voluntarios adultos que guien la conversación. Gracias por el comentario.

      Eliminar

El imposible debate educativo en Twitter: un caso concreto

 Voy a hacer algo nuevo en este blog. Aparte de cambiar el tipo de letra, aspecto que puede pasar desapercibido. Este artículo quiere respon...