Seguimos reflexionando sobre la lectura en la escuela. En un artículo anterior, hablábamos de la dificultad, o al menos la poca disposición de muchos alumnos de primaria a leer por placer, a pesar de la abundante oferta literaria disponible en la actualidad. Es una paradoja, al menos en mi percepción: tenemos más libros de LIJ (literatura infantil y juvenil) que nunca, con una calidad fantástica en las ilustraciones en tantas obras, y un elenco de autores extenso y variado... y a los niños les cuesta coger un libro, abrirlo y viajar por sus historias. Y no sólo nos referimos a la ficción: hay muchas publicaciones de divulgación científica, libros de animales, de iniciación a los estudios sociales o naturales, de historia... que ya habríamos querido tener en nuestra infancia los que nos acercamos sin remedio a los cincuenta, y que nacimos a finales de los sesenta o principios de los setenta del año pasado.
No es mi intención caer en la nostalgia, ni ensalzar los tiempos pasados, lo que en inglés se llama "good old times". En absoluto. Pero sí podemos encontrar algunas pistas de por qué no se lee tanto como se podría en relación a la oferta, mientras que, hace muchos años, con una oferta mucho más limitada, se leía más en la edad infantil. Es cierto que ahora hay muchas alternativas a la lectura, en distintos formatos omnipresentes en la vida de las familias. Pero también es cierto que un libro, ese sencillo objeto, sigue siendo una interpelación en busca de lectores, y los niños no han cambiado tanto como para optar por la agrafía más absoluta.
De todos modos, hay que relativizar el hecho de que se lee menos. Según el informe "La lectura en España" 2017, de enero de este mismo año, el número de lectores frecuentes crece en 11,2 puntos en los últimos quince años. Pero... también se ha perdido un 25% de puntos de venta de prensa en una década, y en 2013 cerraron setecientas librerías en toda España. Frente a esto, la edición de títulos sigue imparable, tanto a nivel general como en lo que a LIJ se refiere.
Centrándonos en lo que nos concierne, la animación lectora escolar, vemos que hay cierta preocupación, al menos teórica, por la lectura en la escuela. Cada reforma, hasta llegar a la LOMCE, apostaba por aumentar el número de horas de lectura en el aula. Cosa un tanto absurda, porque la lectura subyace a todas las áreas, incluidas las matemáticas. Los docentes sabemos cuán importante y determinante es la capacidad de comprensión lectora para la resolución de problemas. En ocasiones, bromeo con mis alumnos -de quinto este año- acerca de algunos enunciados de problemas: Es como un hechizo, si lo lees tres veces... lo entiendes seguro (al igual que muchos encantamientos deben decirse en tres ocasiones). Por tanto, dedicar tiempo "a la lectura" sin más, no parece una apuesta demasiado fundamentada en lo pedagógico.
Porque, revisando la práctica habitual de la sesión de lectura, que se ha incorporado en muchos centros dentro de las horas de libre configuración que permite la LOMCE, vemos que no siempre se incentiva el interés por leer. Ya hemos comentado aquí la poca reflexión didáctica que acompaña, en demasiadas ocasiones, a la lectura en el aula. No se lee en silencio -cuando la comprensión se da en silencio- sino que directamente se pasa a la lectura compartida en voz alta, sin dejar tiempo al alumnado a leer a su ritmo, que no es el mismo para todos, como bien sabemos. Y se pasa de la vía visual a la auditiva como manera de "leer" el texto. Ya no se necesita comprender nada, basta con seguir con los ojos la lectura al ritmo que marca otro -quien lee en voz alta. Y si el docente hace leer sólo una pequeña porción de texto a cada alumno, una vez leído, ya no hace falta continuar con la lectura. Un desastre. Y así se ha enseñado -difícilmente se ha aprendido- a leer, sin entender tantas veces y lo que es peor, sin aprender a comprender, es decir, sin adquirir competencias y estrategias necesarias para una actividad tan compleja.
La escuela, sin replanteamiento pedagógico, no puede dejar de comportarse de una manera ritual, como se ha hecho siempre. Y un placer como es la lectura se convierte en un ejercicio sin interés, sin chispa, con toda la carga de una obligación que, evidentemente, no se llevará a cabo sin la coerción del profesor. La estamos cagando. Ojo. No es sólo un problema de animación lectora, sino de no desanimar fatalmente al alumnado antes de terminar primaria.
La alternativa -una de ellas, al menos- a este estado de cosas pasa por la libertad de opción, por un cambio de escenario, por una metodología digna de ese nombre. Siempre he pensado que, antes de la animación, hay que empezar por el método de lectura; y no me refiero a la adquisición de las primeras letras, como se decía antes. Hablo de la lectura en tercero y cuarto de primaria, sobre todo, cuando se da un salto adelante imponente en la capacidad lectora del alumnado.
Está bien tener una sesión de lectura. Pero, en vez de leer todos el mismo texto -normalmente elegido por el docente-, se deja libertad para leer lo que se quiera: cómics, cuentos, novela infantil, libros de animales, de historia... y después se puede acabar el libro en casa. En el aula o en la biblioteca escolar. O en el patio, si hace bueno. Y el maestro aconseja, resuelve dudas, explica el significado de una palabra... es decir, guía el aprendizaje. Por usar un término de moda.
De todos modos, hay que relativizar el hecho de que se lee menos. Según el informe "La lectura en España" 2017, de enero de este mismo año, el número de lectores frecuentes crece en 11,2 puntos en los últimos quince años. Pero... también se ha perdido un 25% de puntos de venta de prensa en una década, y en 2013 cerraron setecientas librerías en toda España. Frente a esto, la edición de títulos sigue imparable, tanto a nivel general como en lo que a LIJ se refiere.
Cartel 2017 del Día LIJ, en http://revistababar.com/wp/dia-internacional-del- libro-infantil-2017-crezcamos-con-los-libros/ |
Porque, revisando la práctica habitual de la sesión de lectura, que se ha incorporado en muchos centros dentro de las horas de libre configuración que permite la LOMCE, vemos que no siempre se incentiva el interés por leer. Ya hemos comentado aquí la poca reflexión didáctica que acompaña, en demasiadas ocasiones, a la lectura en el aula. No se lee en silencio -cuando la comprensión se da en silencio- sino que directamente se pasa a la lectura compartida en voz alta, sin dejar tiempo al alumnado a leer a su ritmo, que no es el mismo para todos, como bien sabemos. Y se pasa de la vía visual a la auditiva como manera de "leer" el texto. Ya no se necesita comprender nada, basta con seguir con los ojos la lectura al ritmo que marca otro -quien lee en voz alta. Y si el docente hace leer sólo una pequeña porción de texto a cada alumno, una vez leído, ya no hace falta continuar con la lectura. Un desastre. Y así se ha enseñado -difícilmente se ha aprendido- a leer, sin entender tantas veces y lo que es peor, sin aprender a comprender, es decir, sin adquirir competencias y estrategias necesarias para una actividad tan compleja.
La escuela, sin replanteamiento pedagógico, no puede dejar de comportarse de una manera ritual, como se ha hecho siempre. Y un placer como es la lectura se convierte en un ejercicio sin interés, sin chispa, con toda la carga de una obligación que, evidentemente, no se llevará a cabo sin la coerción del profesor. La estamos cagando. Ojo. No es sólo un problema de animación lectora, sino de no desanimar fatalmente al alumnado antes de terminar primaria.
La alternativa -una de ellas, al menos- a este estado de cosas pasa por la libertad de opción, por un cambio de escenario, por una metodología digna de ese nombre. Siempre he pensado que, antes de la animación, hay que empezar por el método de lectura; y no me refiero a la adquisición de las primeras letras, como se decía antes. Hablo de la lectura en tercero y cuarto de primaria, sobre todo, cuando se da un salto adelante imponente en la capacidad lectora del alumnado.
Está bien tener una sesión de lectura. Pero, en vez de leer todos el mismo texto -normalmente elegido por el docente-, se deja libertad para leer lo que se quiera: cómics, cuentos, novela infantil, libros de animales, de historia... y después se puede acabar el libro en casa. En el aula o en la biblioteca escolar. O en el patio, si hace bueno. Y el maestro aconseja, resuelve dudas, explica el significado de una palabra... es decir, guía el aprendizaje. Por usar un término de moda.
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