Tras un primer artículo introductorio, pasamos a mencionar y revisar algunas iniciativas que se están llevando a cabo con respecto a la ordenación de los patios escolares. No incidiremos en los cambios que conllevan la modificación permanente del patio con elementos naturales, al estilo de lo que predica, entre otros, Heike Freire, partidaria de recuperar la naturaleza que, efectivamente, está lejos de los patios de escuela.
Los patios inclusivos o coeducativos buscan que todo el alumnado pueda tener una opción real de juego, más allá del fútbol, dueño y señor de gran parte del terreno dedicado a jugar. No se trata, atención, de demonizar el fútbol, sino de dar oportunidad a otros entretenimientos, otras manejar de correr, saltar o, simplemente, estar en el patio. La palabra coeducativo busca integrar a niños y niñas, las más perjudicadas, históricamente, por el predominio del balón. Expulsadas, en un sentido físico, del patio, buscando los rincones o añadiéndose al partido de fútbol. Sí, hay chicas deportivas que juegan a fútbol voluntariamente. Pero eso no soluciona la cuestión de fondo, claro. Y es que el patio es de todas las personas que lo comparten. Y todas deben tener su espacio, o al menos, un espacio donde no se sientan intimidadas por la actividad que se está llevando a cabo.
Prohibir la pelota me parece un error. Durante la pandemia, en mi centro actual se prohibió y el alumnado sufrió mucho. De hecho, elaboraban pelotas con papel de aluminio, lo que suponía un riesgo mayor de patadas, golpes... La pelota es un elemento del patio, como era la cuerda, por ejemplo. Pero hay más pelotas que la de fútbol: baloncesto, voleibol, cementerio, colpbol (esta es más grande) e incluso pelota vasca o valenciana. Todas estas modalidades de juego se pueden aplicar en la escuela. Se elabora una rueda y cada grupo pasa un día de la semana por cada campo de juego; se pueden usar cuatro días, y un quinto sin pelota, con cuerdas, construcciones, aros... Si hay un pequeño rocódromo, también se puede utilizar.
Familias y profes pintando juegos en el CEIP Josep Iturbi de Borriana |
Volviendo a la separación del patio por zonas, hay distintas maneras de hacerlo. Hay que buscar, entiendo yo, la que sea menos complicada para alumnado y profesorado. Algunos carteles ayudarían al principio, y el papel de los tutores recordando el orden de juegos también será efectivo. Otra manera de funcionar que es recomendable, si se puede, es dejar un patio más pequeño al alumnado de primero y segundo que, por su edad, no juega tanto a deportes colectivos (predeportes, deberíamos decir) y puede acceder a arena, circuitos pintados en el suelo, parques infantiles... En la Comunidad Valenciana, por cierto, no se pueden instalar parques nada más que en el patio de infantil. Aún así, hay patios de primaria que los mantienen, porque su instalación fue anterior a la actual normativa.
Heike Freire recomienda crear itinerarios en el patio. En mi etapa de director, intenté separar espacios con neumáticos para crear una barrera entre juego más movido y juego tranquilo (con rayuela, cuerdas, incluso un ajedrez gigante). Es importante que haya una separación física, siempre segura y que no cause lesiones, y que sea visualmente potente. Por lo menos, unos conos naranja de los que se usan en EF.
Como veis, se pasa de considerar el patio un lugar secundario, incluso un no-lugar (en algunas fases del día, cuando está vacío) a tomarlo en serio como espacio de juego, disfrute y también aprendizaje. Normalmente, los colegios que cambian a este tipo de patios reducen la tensión, mejoran la convivencia y promueven el ejercicio de todos, o de la mayoría. Además, favorecen la práctica de distintos deportes que no solo se juegan con los pies. Y sabemos que muchos chicos y algunas chicas entrenan a fútbol fuera del cole, así que tienen espacio para practicar. También se va a otras disciplinas, o a natación o ballet, pero suelen ser minoritarias.
Por último, una iniciativa que me contaron hace un par de años y que está relacionada con la entrada del patio. Aunque hemos dicho que los conflictos disminuyen con esta práctica, sigue siendo un tiempo bullicioso en que puede haber roces. Algunos centros han optado por incorporar diez minutos de lectura silenciosa cuando se entra del patio. Cada persona tiene su libro y se dedica a leer en silencio cuando entra. No se atienden las reclamaciones que vienen del patio, se espera a después de la lectura. En este tiempo, se atemperan los ánimos, si es necesario, y después se trata la cuestión de manera más relajada. No es mala práctica, desde luego.
En definitiva, el patio como lugar pensado y re-pensado, reflexionado, para hacer de él un espacio más de convivencia, abierto a todos y orientado a que todos se sientan cómodos en el mismo.
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