sábado, 6 de agosto de 2022

Pásese por la UIMP en Santander... al menos una vez en la vida.

 He vuelto a la Universidad Menéndez Pelayo en Santander. Una muestra de normalidad tras los dos años desastrosos, a nivel social, que trajo la pandemia del COVID19. Pero, además, he vuelto a un lugar donde me reconozco, que he visitado en múltiples ocasiones desde 2006, creo recordar, cuando cursé mi primer seminario. Un seminario sobre educación que dirigió José Gimeno Sacristán, que había sido profesor mío de didáctica general en mis estudios de pedagogía, varios años antes. Como anécdota, diré que fui con varios becarios del departamento DOE (Didáctica y Organización Escolar), algunos de los cuales hoy son profesores universitarios.

Recuerdo que quedé deslumbrado por el "marco incomparable" (frase que Gimeno usaba con ironía tierna) y por el contenido del curso, muy completo; por cierto, intervino el hoy ministro de Universidades, Eduardo Subirats, entre otros renombrados investigadores, entre los que recuerdo a Nieves Blanco, Manuel Delgado, Fernández Enguita... Un gran curso que propició otras estancias en veranos sucesivos. Y no fue solo el curso, claro. Las actividades culturales anexas, la posibilidad de escuchar a escritores, actores, cantantes, o ir al teatro CASYC, la confraternización, efímera, sí, pero muy agradable con asistentes a otros cursos, con los que se coincidía en el comedor, en la cafetería o en el autobús desde la residencia donde estábamos los becarios.

Con los años, volví a coincidir con Gimeno Sacristán desayunando en el Palacio de la Magdalena y me hizo una pregunta con su punto de ironía: ¿Tú eres asiduo o adicto? Y la verdad es que me inclinaba más por la segunda opción. 

Creo que a todos los docentes nos vendría bien un curso de verano en Santander. Es parecido a ver un paisaje con perspectiva o, más gráficamente, sacar la cabeza del agua cuando estamos sumergidos, buceando. Y no hace falta que sea un curso de educación; las temáticas son variadas. Por ejemplo, esta semana primera de agosto había un curso sobre filosofía, otro sobre novela histórica, sobre salud mental, sobre física y cambio climático... Y me dejo algunos. He observado la tendencia a realizar cursos o encuentros más cortos, de tres días en lugar de una semana. Quizás es signo de los tiempos, pero un curso o seminario en una semana es más relajado, a priori, y permite más interacciones, un aspecto que no hay que desdeñar. Mención aparte merece el curso de tres días que en 2012 impartió Zygmunt Bauman, ya octogenario, con una dedicación y amabilidad impresionantes.

Uno de mis mejores momentos, que recuerdo con cariño, fue en 2014, en la cafetería de Caballerizas. Tomaba café, después de la sesión de tarde, cuando ayudé al camarero a comprender lo que pedía un médico norteamericano (vestido con traje y corbata). A continuación, el buen hombre, que tenía ganas de charlar, me explicó un poco su seminario, qué hacía en el hospital, incluso parte de su vida familiar. Se alegraba de poder charlar en inglés. Fue una media hora estupenda, en la que al café inicial se añadió un whisky con hielo, gentileza de mi interlocutor.

Como ya he dicho, a la calidad general de la formación ofrecida hay que unir el encanto de la ciudad, sus zonas de ocio, sus jardines, su oferta cultural... Todo suma. Y también, cómo no, el espacio de la Magdalena, una península donde se ubican el Palacio, las Caballerizas, el Paraninfo y otras instalaciones. Todo cuidado y con un aire propio muy conseguido, a mi entender, que podemos denominar clásico. Y sin ninguna afectación, lo cual se agradece. Mucho respeto sin empalago, personal que saluda y da los buenos días, intenta ayudar desde la cordialidad. 

Uno de mis rincones favoritos en 
el Palacio de la Magdalena

 Una opción que ofrece el ministerio de Educación en los últimos años es cursar formación en colaboración con la UIMP en diversas sedes de España. Yo mismo he realizado cursos en Valencia y Madrid. Aunque el atractivo de Santander es indudable.


En un próximo artículo desarrollaré lo más interesante del curso magistral impartido por Byung-Chul Han del uno al tres de agosto, en un horario intempestivo, ciertamente, ya que se desarrolló de tres y media a seis y media de la tarde, horas más propicias para el descanso tras la comida, para la lectura o la charla que para escuchar filosofía. Pero esa ya será otra historia. En este artículo, quiero sobre todo compartir mi alegría por recuperar, de manera presencial, este espacio de conocimiento compartido, la UIMP de Santander y de todas sus sedes.

El horario de tarde me permitió escuchar a Juanjo Millás y Jesús Carrasco, por la mañana, en un curso sobre salud mental. También me asomé a la novela histórica de la mano de José Calvo. Pude disfrutar de los martes literarios escuchando a Santiago Posteguillo, quien se mostró como un orador ameno y preciso. Además, asistí a "Maestríssimo", un musical dirigido por el grupo Illana.

Y todas las semanas así, desde junio a septiembre. Por todo eso, vale la pena escaparse, al menos una vez, a vivir la experiencia del verano en Santander. Y ya puestos, si se quiere, probar los pinchos, tomar un vino, una copa en Cañadío, visitar el Centro Botín, pasear por Piquío o por el Paseo de Pereda... Tantas cosas como Santander ofrece. Pero, sobre todo, la oportunidad de compartir conocimiento, de volver un poco, aunque sea, más sabios y más humanos.

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