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En este blog se comentan libros sobre educación, o relacionados con la misma. Sin ser una sección fija, hay obras reseñadas de pedagogía, organización escolar, sociología, estudios culturales... Todas, en mayor o menor medida, afectan a la visión de la escuela que se tiene en la sociedad, y a lo educativo como parte de un sistema.
Pero hasta hoy, no había reseñado una obra como "Un viaje por las letras", de Pedro Cifuentes, @krispamparo, autor con quien comparto lugar de residencia (vivimos en la misma población), macrovisión educativa y, lo más importante, mesa y mantel unas cuantas veces al año, con nuestra amiga Isabel Corell, @FLE_isabel.
Lo anterior, siendo importante, no me ha llevado a escribir sobre esta obra. Pedro no necesita ninguna promoción, su trabajo lo avala y lleva ya una trayectoria considerable en el cómic y la narrativa visual en España y en el extranjero, ya que sus obras se traducen cada vez más. Yo, por mi parte, me he ganado, creo, el derecho a escribir de lo que me apetezca tras diez años de chiringuito educativo abierto en la blogosfera, antaño fértil vergel y hoy... escenario de película del oeste, con arbustos llevados por el viento incluidos.
La narración del libro empieza en una biblioteca municipal, que por cierto desconocía a pesar de estar en Valencia, a donde me desplazo con frecuencia y cuyo centro transito con agrado. Allí quedan dos alumnas de instituto, una lectora voraz, Isadora, y María, que prefiere lo digital y musical, para hacer un trabajo de literatura. Allí se reúnen con Calíope, una de las musas griegas, la de la poesía épica, predecesora de la narrativa como la conocemos actualmente.
Empieza un viaje por todo el mundo y por todas las épocas de la literatura. No se plantea un repaso exhaustivo a la historia de la literatura, aunque aparecen muchos momentos (algunos injustamente postergados, como los inicios de la poesía en Persia o la historia de Gilgamesh, por ejemplo) y muchos autores canónicos, podríamos decir. También hay espacio para autoras menos conocidas que reciben un reconocimiento a su labor, minusvalorada por el hecho de ser mujeres, tantas veces.
El planteamiento de la obra me parece un acierto: a través de saltos bien hilvanados entre lugares y épocas, da vivacidad al relato y lo convierte, en un inteligente recurso, en una narración con interés propio, en una posmoderna novela de viajes con una guía muy pizpireta, Calíope, que cambia de vestuario con facilidad para adaptarse a la época que visitan. Este recurso, que parece un añadido, puede interpretarse en un transfondo más profundo: la literatura es hija de su tiempo, de las creencias y costumbres que imperaban en los siglos en que se escribió. No es mal mensaje, por supuesto, en estos tiempos de revisionismo exacerbado (que casi nadie aprobaría en la historia universal, me temo) desde la visión occidental del siglo XXI.
Me llama la atención lo trabajado del libro, la cantidad de imágenes clásicas que llenan sus páginas, entre las que se cuelan las tres protagonistas viajeras. Esta manera de dibujar ya se veía en la trilogía "Historia del arte en cómic", y sigue siendo eficaz, al contrastar el hilo narrativo con la quietud de los escenarios. Me impresiona la ciudad medieval, la plaza mayor de Almagro (que hoy sigue siendo blanca y verde), el uso del blanco y negro en la incipiente urbe industrial de inicio de siglo XX... Tantos apuntes para la observación y el deleite de la vista.
Ahí radica uno de los atractivos indudables de "Un viaje por las letras", a mi entender: esa dispersión ordenada -permítaseme el oxímoron- que ofrece pistas para la investigación, para la consulta, para seguir viajando por el inagotable mundo de las letras, de la ficción, del teatro o de la poesía, a partir de lo esbozado en las páginas del libro comentado. El autor abre un abanico de oportunidades a la mirada del lector, no solo del adolescente, que puede sentirse muy atraído por el tratamiento de la información, sino también del adulto que, como yo, descubre algún autor o circunstancia que no recordaba o directamente desconocía, como la alusión a Tolkien y su participación en la I Guerra Mundial... que he investigado posteriormente.
La idea misma de canon fue puesta en cuestión ya en los años setenta, al proliferar los canales de información y de conocimiento y dejar de ser patrimonio de una "academia". La popularización del saber lleva inevitablemente, al menos así ha sido en el siglo pasado, al cuestionamiento y dilución del canon establecido con anterioridad. No hablamos ya de la sospecha que se ha instalado en el siglo XXI sobre los valores que sustentan obras literarias de hace siglos; simplemente, el acceso a más autores, más perspectivas y voces descoloca, recoloca, si se quiere, la ortodoxia en la consideración de las obras literarias.
Abraham Moles habló de una cultura mosaico para definir las relaciones culturales horizontales en las que todo cabe... antes de internet. Imaginaos ahora, con tantísimas fuentes de información. Por tanto, plantear un trayecto con mucha libertad, dando pinceladas aquí y allá, dejando al lector con curiosidad por saber más, por seguir el viaje por su cuenta, es una estrategia brillante.
La enseñanza de la literatura ha ido variando en las últimas décadas dentro de la inercia que padece el sistema educativo, ese elefante lleno de ideas previas, prácticas no cuestionadas y curriculum oculto. Este libro de Pedro Cifuentes es una contribución, desde el amor a la lectura, a una manera más dinámica, más cercana a la realidad del alumnado, de enseñar literatura... y de empezar a disfrutarla.
Hemos sufrido una asignatura de literatura demasiado constreñida al canon. Yo, alumno de medias en los años ochenta, tuve que leer "El Quijote" en un momento en que leía, motu propio, 1984 de Orwell. Antes fue el Cantar de Mío Cid, en aquellas ediciones de Cátedra que conservo en una estantería. O las Cantigas de Santa María. No era la mejor manera de incentivar la lectura voluntaria. Porque, al final, se trata de hacer lectores, no solo eruditos efímeros en hemistiquios, sinécdoques o calambures. Es más difícil crear lectores que dar una asignatura, cierto. Pero no quiero demonizar lo vivido, que también me ayudó, a mí y a muchos alumnos de aquella época.
Volviendo a la obra reseñada, también encontramos el recurso de la narrativa visual, el visual thinking, para hablarnos del esquema clásico de la narración popular, que remite, por ejemplo, a Propp y su Morfología del cuento. Es otra pincelada, al igual que el magnífico conjunto de las musas, cuyo nombre, reconozco, he olvidado en muchos casos. Una imagen deslumbrante. Podría seguir, pero estoy convencido que la lectura del libro será mucho mejor que mis palabras.
He leído alguna crítica en Twitter sobre si está o no está tal autor (hay quien se guarda el papel de narrador omnisciente en esa red social, tan llena de sabios cuya aquiescencia consideran indispensable). Evidentemente, se trata de un paseo, una invitación, y están, como decíamos al principio, los grandes movimientos y autores, incluido mi admirado Zweig, aunque no estén Hesse, Hölderlin, Kafka, Goethe... porque un repaso tan exhaustivo sería enciclopédico, y no es la intención, intuyo, del autor. Enciclopedias sobre literatura universal hay muchas, y seleccionar se vuelve necesario.
En definitiva, creo que este cómic es una ayuda decidida para el profesorado de etapas obligatorias en el empeño de fomentar la lectura, sin renunciar a la información propia del área de la literatura. Es didáctico sin parecerlo, cumpliendo aquella máxima clásica de "enseñar deleitando". No hay moralina, los personajes están bien trazados y su relación resulta convincente, con referencias y guiños que muchos jóvenes pillarán y que otros, más viejunos, podemos indagar. El final, que no desvelaré, me parece lógico, como bien sabemos tantos maestros y profes que amamos la lectura y los libros. Y a nuestro alumnado, también.
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