Reconozco que ando escaso de inspiración este trimestre a la hora de escribir en el blog. Sin novedades legislativas en las administraciones educativas, ante la inminencia de las elecciones autonómicas, acaba una legislatura marcada por la aplicación de la LOMLOE, la última reforma educativa que tiene sus días contados si gana la derecha en los comicios generales que se celebrarán en este año 2023.
Ya he expresado mi opinión sobre la nueva ley, y no estoy animado a seguir explorando las novedades que trae. Sigo pensando que el paso de un curriculum basado en contenidos, que ha tenido una vigencia de siglo y medio en España, a otro competencial, debería haberse hecho con tiempo, con previsión, informando y acompañando al profesorado, y no con prisas, sin guía efectiva y dejando en la responsabilidad individual un tema que es colectivo, a nivel de centro escolar. No hacía falta esta reforma, y mucho menos, aplicada de esta manera. Y no voy a insistir en sus defectos, creo que el tema no da más de sí. Otra cosa es si se están elaborando las situaciones de aprendizaje, si el curriculum por competencias va siendo aplicado en las aulas. Yo apostaría a que no.
Hablar del debate educativo en Twitter, aunque parece más calmado, tampoco es un tema que me interese. Cada vez más se parece a la guerra de trincheras de la I Guerra Mundial, con el desgaste y las bajas consabidas, sin ningún avance. En este caso, pierde Twitter y el claustro virtual, que afortunadamente va encontrando convocatorias y espacios donde todavía se puede huir del "y tú más" tan habitual.
En lo educativo, enero y febrero son meses tranquilos marcados por celebraciones festivas: el día de la paz, que se solapa con el día del árbol, más minoritario. A continuación, con fechas movibles, el carnaval, que dará paso, en marzo, al día de la mujer. A todo esto se pueden añadir el día de la niña y la mujer en la ciencia, el 11 de febrero, y San Valentín, que van abriéndose paso en el calendario festivo, cada vez más recargado.
En el blog ya hemos comentado la mentalidad de escaparate de estas celebraciones, hacer para que se vea, más que mostrar lo que se hace, un camino que no parece tener retorno en esta competición postmoderna por la visibilidad en redes, por el márketing escolar, por parecer atractivos, una escuela que hace cosas. La consistencia de las acciones ya es otra cuestión, que muchas veces no se contempla, o se camufla en las buenas intenciones de la mayoría.
En una época de exaltación de la infancia y de la juventud, parece lógico que se quiera potenciar lo festivo, lo que se sale de la rutina. Efectivamente, una práctica escolar demasiado predecible no es acertada, porque el aprendizaje tiene un componente de curiosidad, de novedad, que en ocasiones puede disminuir en tareas y horarios muy reglados y compartimentalizados. En eso, las sesiones de primaria, que en muchas ocasiones son seguidas para el mismo docente, permiten coger de aquí y de allá y alargar o acortar el tiempo de una asignatura, llevar a cabo una actividad más laboriosa o, por el contrario, dedicar menos tiempo a una tarea más sencilla sin alterar el horario general del centro.
Celebración de carnaval (foto mía) |
En un centro donde trabajé hace un tiempo había un aula CyL con alumnado con TEA. Estaban perfectamente integrados en la vida del centro: los demás alumnos veían con normalidad que de tanto en tanto sus conductas fueran distintas. No había incomodidad ni falta de aceptación; al menos, esa fue mi impresión prolongada durante los dos años en que estuve allí. Una maestra de PT propuso celebrar el 2 de abril con unas actividades por clases que tenían el color azul como fondo. Apenas se nos dio información, fue bastante precipitado todo. A mí me pareció muy fuera de lugar: celebrar el dia TEA (2 de abril) en un centro donde los alumnos TEA estaban integrados, eran unos más de la vida escolar, aunque acudían al aula CyL unas horas semanales. ¿Necesitaba esa escuela reforzar el tema? No. ¿Hacía falta vestirse de azul? En absoluto: el trabajo ya estaba hecho, y es una alegría que fuera así. Pero... se celebró de manera folklórica, aunque no hiciera falta. Al centro no le faltaba concienciación, pero se dejó llevar.
En tantos claustros encontramos posturas diferentes, cuando no enfrentadas, sobre estos días. Están los entusiastas de celebrar todo y durante más de un día, a poder ser, sin tocar un libro o una actividad que no tenga planteamiento lúdico, a poder ser fuera de clase. Completar el día con una película también es una opción; lo relevante es no dar clase. Y los que no participamos de esa marea de días perdidos para el aprendizaje, tantas veces, somos vistos con recelo, como poco innovadores, como mínimo. Se nos llama aburridos, sosos (cuando se quiere ser respetuoso, ojo) o maltratadores de niños, obligados a aprender cuando hay que jugar y celebrar... lo que los mayores queremos que celebren, claro.
Y así pasa la vida y la primaria, y creo que la secundaria también, cada vez más celebrativa-festiva. Una tendencia que no tiene marcha atrás, al menos en el corto plazo. A no ser que reflexionemos seriamente, como colectivo, sobre el valor del tiempo escolar, ese tiempo demasiado escaso como para malgastarlo. Pero no veo yo ese afán en muchos claustros, en los que la fiesta no admite debates sosegados. Mientras tanto, me consuelo recordando al gran Ángel González:
No busquéis el motivo en vuestros corazones.
Tan sólo es lo que dije:
lo que pasa.
Hola, Salva.
ResponderEliminarCreo que hemos llegado a un punto en el que el hecho de celebrar se convierte en lo más poderoso y arraigado del currículo oculto de nuestro sistema educativo (no ya de cada escuela). Se aluden motivos culturales , cuando los niños terminan sin saber el origen del Día de la Paz o el carnaval, o socioafectivos, cómo si la rutina escolar no pudiera mejorar la relación entre los demás. Yo creo que es algo tan simple como que nos gusta aparentar que estamos muy concienciados a través del uso indiscriminado de lo simbólico o bien que simplemente nos gusta una fiesta y punto. Mientras tanto, seguimos perdiendo horas en gestos vacíos sin pensar en el coste de oportunidad de nuestra práctica educativa.
Estoy muy de acuerdo con tus apreciaciones, que además expresas de manera admirable. He reflexionado también sobre la "insuficiencia" detectada por algunos, no por ti ni por mí, del trabajo diario en el aula como aglutinador de grupos.
EliminarGracias por tu comentario.
Gracias por tus sosegadas reflexiones. Un abrazo,
ResponderEliminarGracias por tu amable apreciación, Antonio.
EliminarLa mayoría no son celebraciones, sino días para reivindicar y creo que si se planifican desde el inicio como secuencias de aprendizaje que finalicen ese día pueden dar lugar a aprendizajes muy interesantes y mostrar a las niñas y niños el verdadero sentido de esos días de...
ResponderEliminarLas cosas en educación, no son "sí o no", sino más bien "cómo"
Eso supondría tener un potente programa con objetivos bien definidos, integrados en el curriculum escolar y con una clara conciencia de centro. Muchos requisitos, que pueden darse, pero por desgracia no son habituales todos a la vez.
ResponderEliminarComo anécdota, este año pregunté en mi ciclo por qué el día de la paz era el 30 de enero. Ningún profe lo sabía. Permíteme que no sea demasiado optimista al respecto, aunque estoy de acuerdo en que el cómo se hacen (y el para qué, atención) las cosas en educación marca la diferencia.
Gracias por tu comentario, Carmen.