El final del primer trimestre suele venir muy cargado de tareas para los docentes. A la necesaria asignación de notas trimestrales se suma la festividad de la Navidad, más o menos recargada según la tradición de cada centro.
Esta característica de diciembre se ha visto agudizada por el desarrollo de la LOMLOE en primaria, que ha impuesto una manera distinta de informar a las familias, a través de un informe valorativo trimestral que sustituye al boletín de calificaciones, que se dejan para la evaluación final, donde sí se incluyen. Estos informes suponen un incremento de tarea en unos días que rebosan de actividades complementarias para celebrar las fiestas que se acercan: decorar aulas, preparar actuaciones del alumnado, hacer un detalle para que se lleve a casa... Hay muchas actividades, tantas que en ocasiones considero que los docentes nos ponemos la soga al cuello con facilidad, de manera voluntaria o, cuanto menos, por decisión de los equipos directivos que disponen la celebración.
La consecuencia es el aumento del estrés docente, que no es la mejor manera de terminar un cuatrimestre, porque eso es realmente el periodo que acaba el 22 de diciembre, puesto que el curso empieza en septiembre y la tendencia es que lo haga antes cada curso. Siempre me ha parecido que nos pegamos un tiro en el pie, de manera más o menos consciente.
Se van incorporando otras prácticas navideñas. En muchos centros hay que preparar las travesuras que hacen los elfos,y la cosa se complica. En mi forma de pensar, creo que los elfos no corresponden con nuestra tradición, que es más de los Reyes Magos, aunque lo anglosajón sigue imponiéndose en nuestra sociedad, como vemos en Halloween y asoma (increíblemente) la fiesta de Acción de Gracias, que forma parte de la Historia de Estados Unidos de una manera inequívoca.
Otra cuestión es mantener la celebración de Navidad en los centros, que está ligada a un hecho religioso cristiano, como es el nacimiento de Jesús en Belén de Nazaret. Es cierto que se diluye este origen con otras aportaciones a la Navidad, también de origen norteamericano, entre ellas el adelanto de lo navideño, que se asocia al final de Thanksgiving, el último jueves de noviembre. Celebrar el invierno, abrir una época de buena voluntad, un paréntesis en el año... todo eso se incluye en estas fiestas.
Creo que desligar la celebración de su origen es poco apropiado, a nivel cultural. Si tenemos en cuenta otras tradiciones ya asentadas, como carnaval, vemos que también tienen su causa en el calendario cristiano y la proximidad de la cuaresma. Celebrar el carnaval sin saber por qué desdibuja su significado y se transforma en una fiesta de disfraces infantil en invierno.
Nuestra cultura es la que es, y cortar con la misma por supuesto respeto a otras religiones o culturas me parece un error. No se pide a musulmanes que participen de celebraciones religiosas, que quedan fuera de la escuela, sino que sean parte del alumnado que canta un villancico o decora una clase. Creo que la diferencia es clara.
Hay familias que no aceptan la Navidad de ninguna manera, y me refiero a los testigos de Jehová que no celebran nada relacionado. Normalmente, sus hijos no acuden el día último si hay festival, ni dibujan postales. Se respeta y se les deja hacer otras cosas.
De todos modos, mi reflexión, bastante miscelánea, se refiere también a la predominancia de lo festivo y celebrativo en los centros en detrimento del aprendizaje efectivo. Es cierto que la última semana de diciembre hay pocas ganas y bastante cansancio, pero se pueden plantear actividades que combinen aprendizaje con un ambiente navideño. En cuarto de primaria leímos una versión adaptada de Dickens y su Cuento de Navidad, por ejemplo. Se trata de dotar de sentido a lo que se hace. Otra acción que suelo plantear es que, si se hace concurso de postales, no se puede dibujar un árbol, que es la manera más rápida de terminar. Tomar unos minutos para pensar qué hacer, elegir un tema no tan trillado, todo ayuda para elaborar un trabajo que aporte, y no solo participe.
Por desgracia, tantas veces nos quedamos en lo superfluo, que no mejora lo que aprenden los niños en las aulas ni nos deja satisfechos a los profes, más allá de llegar, con la lengua fuera, al final del trimestre y a las merecidas vacaciones.
Hola, Salva. Creo que celebramos demasiado y que, además, las celebraciones solo aportan superficialidad no solo ahora, en todo el rosario de ellas que hacemos a lo largo del curso. Es harto difícil llenarlas de algo de contenido, siempre parece lo menos importante. ¡Feliz Navidad!
ResponderEliminarSi la celebración muestra el trabajo llevado a cabo durante el curso, tiene sentido. Si hay que hacer cosas a propósito... no tanto. Tenemos un calendario festivo recargado, ciertamente, y no para de crecer.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y feliz Navidad también para ti.