viernes, 7 de agosto de 2015

Carta a docentes jóvenes

Hace poco, una compañera de centro, Loreto, paralela mía en este curso pasado, aprobó la oposición a maestra de inglés. Otra profesora, Silvina, de la misma edad más o menos, que fue alumna de prácticas conmigo hace años, también ha obtenido su plaza en audición y lenguaje. Pensando en ellas dos, sobre todo, pero en muchos compañeros que pasan por mi centro en interinidad o provisionalidad de plaza, me he decidido, con cierto pudor y sin ningún ánimo aleccionador, a escribir esta carta, esta reflexión sobre nuestro trabajo desde la perspectiva de quien, como yo, lleva tiempo en el aula y todavía no siente –ni espero sentirlo nunca- el deseo imperioso de abandonarla, sino todo lo contrario.

A mis jóvenes compañeras,

Tenéis ante vosotras la confirmación de una carrera profesional que habéis empezado hace años y que ahora, al obtener vuestra plaza por oposición, toma estabilidad. Por mi parte, llevo más de veinte años en este trabajo que compartimos, que llega a ser más que un trabajo, una dedicación dentro y fuera del aula. No sé muy bien qué propósito tienen estas líneas; tal vez ofreceros un poco de lo vivido y aprendido en este tiempo. Pero, como dice Goytisolo en Palabras para Julia, “Perdóname no sé decirte/ nada más pero tú comprende/ que yo aún estoy en el camino.” ¿Qué deciros?
La primera cosa es que nuestro trabajo es para disfrutar. Hay momentos complicados, clases que se resisten, alumnos que objetan, pero el fondo es el disfrute de la experiencia de compartir el conocimiento. Eso lo sabéis bien, me consta. Si se disfruta, la clase se hace llevadera, el reloj corre más de lo que pensamos, se crea un ambiente cómodo para todos. Por eso, si aparece en nosotros el aburrimiento, la rutina, mal síntoma. Imaginad cómo estarán nuestros alumnos. Se impone un cambio.
La programación no puede constreñirnos demasiado. Programar es poner por escrito las intenciones y previsiones que tenemos. Eso, sobre todo. Antes de liarnos con indicadores de rendimiento, estándares de aprendizaje y otras modas pasajeras, conviene saber qué queremos conseguir y cómo. Si lo pensado en septiembre se demuestra inútil en enero, habrá que revisar y adaptar lo necesario. Y la evaluación, ese instrumento que marca tanto el ritmo escolar… para mal, muchas veces, porque nos hace ir con prisas para “llegar” al control. Reconozco que aquí tengo mis dudas, no resueltas, sobre cómo evaluar mejor.
Tomado de http://www.bitacoravirtual.cl/
El aula es nuestro escenario principal, pero no el único. Tener esto en cuenta implica participar en la vida del centro, en los momentos formales y también, por qué no, en los informales, que ayudan en el día a día. Y eso os lo dice alguien que pasa mucho tiempo en el aula, pero no aislado –esa puerta abierta que me comunica con el resto del cole- y que permite que sea visible lo que ocurre en “mi” clase. El aula, su espacio físico, es sobre todo de los alumnos, del grupo, y a ellos hemos de ofrecerles una distribución adecuada, un lugar de relación, una posibilidad de recomponer el orden físico. Además, puede ser un lugar estético, con imágenes que ayuden a estar a gusto. Y es un lugar abierto: a los otros compañeros, a los padres, a alumnos de otros cursos… El aislamiento, desconocer qué se hace en cada aula, empobrece. La opacidad impide la confianza y el crecimiento compartido en las prácticas.
Sed valientes. En los claustros, opinad, razonad, participad y, por qué no, luchad por lo que creáis justo. Os caerá algún que otro golpe, pero valdrá la pena. No forméis parte del rebaño silencioso que, como mucho, se queja junto a la máquina de café. Olvidad la “cultura de la queja” que nada transforma y que sólo tranquiliza -o algo parecido- algunas conciencias.
Acomodarse suele llevar al aburrimiento. La rutina es apacible, pero inadecuada para tratar con alumnado que vive en una realidad virtual cambiante, en un ritmo informativo difícil de seguir. Si el aula continúa con un planteamiento tan repetitivo, difícilmente conseguiremos que nuestros alumnos muestren interés, más allá de complacernos porque, de algún modo, nos quieren (pìenso sobre todo en la educación primaria) o nos respetan. El libro de texto, desfasado en muchos aspectos, es un instrumento que sigue presente; si lo usáis, no os dejéis dominar por él, no perdáis vuestra voz en favor del libro. Vuestros alumnos os lo agradecerán.
La rutina también incluye mantenerse muchos años en la misma edad, en el mismo ciclo -ahora que han desaparecido caprichosamente en la nueva ley- y dejar que pasen los años hasta la jubilación. No os deseo eso, en absoluto.
A veces, lo mejor es enemigo de lo bueno. Si no puedes conseguir cambiarlo todo, no renuncies a cambiar una parte. De pequeños cambios que se consolidan sale una transformación mayor y, muchas veces, más sólida. Un ideal sobredimensionado, inalcanzable, no sirve si no mueve a un cambio continuado. Y esa actitud no tiene por qué disminuir con la edad. Innovar es una opción para el profe de veinticinco y para el de cincuenta y cinco. Lo mismo podemos decir de la formación: reconocer que necesitamos mejorar en algún aspecto, no descuidar otros, propiciar la reflexión sobre qué hacemos y por qué razones. Aprended de los compañeros: tanto lo que se puede imitar e incorporar, como lo que conviene no hacer.
Explicad lo que hacéis. Los padres constituyen vuestro público principal, al que debéis dar respuesta, así como a vuestros alumnos; y si os equivocáis, no pasa nada por pedir perdón. De momento, no se nos pide que seamos infalibles. Si la práctica es visible, se explica, normalmente se acepta. Y si una práctica no puede ser explicada o justificada públicamente, hay que revisarla. Pienso, por ejemplo, en poner cien copias repetitivas. Yo no sabría cómo justificar ese castigo, que nunca he impuesto.
Como conclusión, diría que nos ha tocado educar en tiempos líquidos, con pocas certezas, mucha innovación tecnológica y una mutación en el sistema de valores que hace treinta años -más o menos vuestra edad- no habríamos imaginado. Es la escuela que tenemos; ni la queja continua, ni la idealización de un pasado que no es el vuestro ya, tan jóvenes como sois, son la solución para 2015. Abrirse al cambio, aceptarlo como parte de nuestro trabajo, sí ayudará, al igual que aceptar y fomentar la cooperación con los compañeros. A pesar de todo, de los caracteres diferentes y de las opciones metodológicas distintas. 
Termino felicitándoos por vuestra oposición, y deseándoos una carrera profesional fructífera, para vosotras y para vuestro alumnado. 

3 comentarios:

  1. Amén!! Un saludo y buen agosto :)

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  2. Loreto y Silvina,
    Sois afortunadas por tener a vuestro lado a un compañero que seguro os hará crecer personalmente y como maestras. ¡Aprovechadlo! Un abrazo Salva

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