No es la primera vez que reflexionamos sobre el calendario escolar. Es un tema que configura la práctica, al igual que el espacio físico del aula, mucho más de lo que parece. Todavía estamos en septiembre, tiempo de programaciones escolares, de decisiones curriculares, de incorporación del alumnado a nuevos niveles. Y en septiembre se programa el curso, teniendo en cuenta el calendario escolar, ya marcado por la administración educativa en el curso anterior, o en las instrucciones de inicio de curso. Por cierto, a este paso dichas instrucciones podrán encuadernarse y formar parte de la biblioteca legislativa, dada la extensión que van tomando. Efectivamente, vivimos en tiempos de hiperregulación educativa, aunque tal vez no de control real de las prácticas escolares. Cuando un docente se pone a la tarea de temporalizar -no de programar, que es mucho más compleja- se va encontrando con situaciones un tanto chocantes, que enlazan con aquel eslogan que triunfó en la España de la apertura turística en los setenta: Spain is different. Veamos por qué.
El primer trimestre, realmente, es un cuatrimestre, porque también se incluye septiembre. A partir del día 8, más o menos, el alumnado español vuelve a las aulas. Afortunadamente, ya no se llevan a cabo ocurrencias como la del PP valenciano, que quiso empezar el 3 de septiembre en el curso 2014/15, con un calor estival que complicó mucho las clases. Porque todos los centros cuentan con caldera de calefacción, pero, mira por donde, no hay aire acondicionado, a pesar de ser edificios públicos con funcionarios públicos trabajando en ellos. Y del patio, para qué hablar... Muchas veces sin zonas de sombra, ni otra alternativa que la del cemento caliente para estar. Es lo que tiene construir una escuela sin tener en cuenta el entorno, la climatología de un lugar. No es la misma escuela la de una comarca valenciana costera, como la mía, que la del interior de la provincia, rodeada de montañas y con otro clima más riguroso.
Rayuela o sambori, juego de habilidad para saltar. En http://www.racocatala.cat/forums/fil/141160/ com-anomeneu-aquest-joc?pag=1 |
Este trimestre, el del otoño, tiene una semana que, por indecisión política, por pereza administrativa, supone un dislate para la educación. Me refiero, claro está, a la segunda semana de diciembre, cuando se juntan dos festivos en tres días: 6 y 8, uno con motivación laica y otro por razones religiosas. En 2016, por cosas del calendario, se forma una bonita rayuela en la que habrá que saltar martes y jueves, festivos, y pisar en lunes, miércoles y viernes. Y eso, a dos semanas de las vacaciones de navidad, en plena evaluación, con lo que el trimestre, para lo académico más "duro" acaba el 2 de diciembre. O bien, se programan exámenes durante esa semana tan divertida, y así los estudiantes tienen festivo pero no descanso, o se dejan para después, lo que supone, sin duda, un esfuerzo extra tras un trimestre prolongado. En fin, un lío.
¿Habéis visto que alguien cuestione este dislate? Leo y escucho que en noviembre, la CEAPA propone no hacer deberes -objetar a las tareas para casa. Pero de este desastre en el calendario, no he oído nada. Las fiestas, ya se sabe, son sagradas. Hablar de racionalidad en los festivos españoles es una utopía. Y nos retrata como sociedad, más de lo que parece. Una solución sería juntar las dos celebraciones en el 6 o en el 8, un año en cada fecha, o bien celebrarlas el 7. Otra manera sería suprimir una de ellas, o las dos. La fiesta de la Constitución, casi cuarenta años después de su promulgación, puede ser redundante, si ya se celebra el día de España el 12 de octubre. Y el 8 de diciembre puede pasar a ser fiesta religiosa sin día festivo asociado, y recuperar en su lugar el jueves santo, por ejemplo, o el día de Santiago. No me corresponde a mí, pobre docente, decidir esta cuestión, pero me pasma que, a la vez que el discurso oficial habla de excelencia educativa, se mantengan estos claros obstáculos a un aprovechamiento inteligente del tiempo escolar.
¿No sería más lógico tomar, si no hay más remedio, la semana de la inmaculada constitución como vacaciones con el trimestre ya cerrado en lo académico? Después, se volvería al aula para retomar el curso, preparar el trimestre siguiente o revisar el actual, celebrar -con perdón y cómo se decida- la navidad y marcharse de vacaciones... durante una semana. Del 23 de diciembre al 2 de enero, por ejemplo. Y ya se celebrará el festivo de reyes aisladamente. Después, seguir el curso hasta pascua.
En Cantabria han decidido apartarse de las vacaciones convencionales y han implantado un descanso de otoño. Creo que esta alternativa que proponemos sería también válida. Porque si no, vamos a tener las vacaciones marcadas y otra semana, en mitad del trimestre, que nos será ni chicha ni limoná. Y no estamos para perder el tiempo, la verdad. Con un clima muy caluroso en verano -y en aumento los últimos años- recortar las vacaciones estivales no parece solución. Aprovechar bien el curso escolar es lo único que nos queda.
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