Hace poco terminé de leer Wonder, de R. J. Palacio. Una lectura agradable, amena, pero que va más allá en el tema del acoso escolar, que hemos tratado en distintas ocasiones en el blog con anterioridad. Además, hace unos meses también reseñamos otra obra, de carácter autobiográfico, de Lolita Bosch: La rabia. Incluso me permití una incursión en la ficción, dentro de las características del blog, El sueño de Jorge, sobre el acoso cotidiano en las aulas. Por tanto, es un tema ya tratado en estas páginas, porque tiene gran importancia en el entorno escolar.
Imagen de la portada, en thenotebook.org |
Wonder, como ya sabréis, cuenta la historia de la familia Pullman, compuesta por Neil, Isabel -padres-, Olivia y August, los hijos. Todos viven en una zona de Nueva York, North River Heights. Intentaré dar unas pinceladas sobre la trama, pero sin destripar ni desvelar demasiado, para que los que no hayáis leído la obra podáis hacerlo con la suficiente dosis de curiosidad y de interés. Aprovecho para decir, permitidme la digresión, que el castellano tiene muchas y variadas maneras para referirse a chafar una historia, y ya he usado tres, sin recurrir al estúpido anglicismo spoiler, o la extraña construcción *hacer spoiler. O sea, que trataré de no reventar la trama. Y ya van cuatro.
He leído Wonder en una edición en catalán, con una traducción un tanto localista (muchos giros propios de Barcelona, en mi opinión), que ha respetado, entiendo, el carácter coloquial de los diálogos y de muchas intervenciones escritas en primera persona. Ese es uno de los rasgos definitorios de la novela: cada personaje juvenil o infantil da su versión de la historia de Auggie, que es parte de su propia historia.
Auggie Pullman, cuya vida constituye el hilo conductor de Wonder, tiene una rara enfermedad que ha desfigurado su cara hasta darle un aspecto muy poco agraciado, que puede causar repulsa cuando se le ve. Hasta los diez años ha vivido en la comodidad de su casa, sometido a diversas operaciones y a tratamientos médicos prolongados en el tiempo. Su madre le ha enseñado a leer y escribir, y las nociones de cálculo y de ciencias adecuadas a su edad. Pero claro, llega un momento en que los padres se plantean que August ha de ir al colegio. A secundaria, que tiene una estructura un tanto distinta en EE. UU. Tras mucho pensar, se inclinan por la Beecher Prep School, una institución privada que apuesta por la inclusión (sí, eso puede sonar a ficción en España).
Y ahí arranca la historia, que nos cuenta, desde distintas perspectivas, un año de la vida de Auggie, sus miedos, esperanzas, desengaños, fortalezas y alegrías en el primer año de secundaria. Encontramos compañeros y amigos como Summer, Jack, Charlotte... Otros menos comprensivos e incluso agresivos. También está la hermana mayor, Via, y su novio, y sus amigas de ida y vuelta. Entre unos y otros, tejen un relato bien enlazado, original en su estructura, que huye de sentimentalismos -por lo general- y mantiene el interés a lo largo de las cuatrocientas veinte páginas de la edición que he leído.
Lo mejor de la historia, a mi entender, es que August es consciente de su enfermedad, de su aspecto, y es capaz de apostar por la normalidad -con altibajos, con sufrimientos- de la escolarización. Es decir, es carne de acoso por motivos evidentes. Sabemos, por experiencia, que los distintos lo pasan mal en el cole: los altos, los bajos, los gordos, los muy inteligentes, los poco inteligentes, los que llevan gafas (quizás antes más que ahora), los que no juegan a fútbol, los tímidos, los que hablan mal, los... Podríamos seguir enumerando. También sabemos que lo normal es ser distinto. No existe un alumno "normal" en sentido estricto. Hay alumnos a los que conocemos más, o que se dan más a conocer. Es cierto que muchos, si no todos, quieren agradar, al menos en primaria, y quieren ser reconocidos cuando hacen las cosas bien. Y también es verdad que algunos buscan destacar por medios alternativos a los académicos. Y ahí está nuestro trabajo docente, tan importante como el desarrollo curricular de la clase (porque convivir también está en el curriculum, aunque tal vez no aparezca en el libro de texto de lengua).
En la historia de Wonder, subtitulada "La lección de August", podemos encontrar los personajes propios de un acoso escolar, también entre los adultos y sus reacciones. Sobresalen el director, un hombre dedicado a la educación más allá del mero trámite, y el profesor de lengua, el señor Browne, quien propone un lema mensual a su alumnado, para que reflexionen sobre el mismo por escrito. Los caracteres están bien descritos y, sobre todo, son creíbles. En fin, creo firmemente que merece ser leída, antes de que se estrene la adaptación al cine, película anunciada para diciembre, y que también promete; será un gran instrumento para trabajar y prevenir el acoso escolar, tan injusto y tan invisible en ocasiones. Esta obra, además, permite que alumnos de finales de primaria o primer ciclo de la ESO la lean sin demasiada dificultad, como me consta que están haciendo en algunos centros con docentes inquietos.
Termino con uno de los lemas del señor Browne, que toma prestado de Safo de Lesbos:
Lo que es bello es bueno, y quien es bueno, también llegará a ser bello.
La lección de August, sin duda.
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