Llevamos un mes, aproximadamente, con la vuelta al cole como uno de los temas destacados de la actualidad. Los medios de comunicación nos dedican espacio en las noticias, se habla en los programas informativos... estamos de actualidad. Cierto es que, en muchos casos, se echa en falta un conocimiento mayor de la realidad escolar, una aproximación más concreta a lo que ocurre en los centros. No somos pocos los docentes que hemos notado que no se sabe de qué se habla.
Uno de los temas recurrentes ha sido el del absentismo del alumnado ante el temor al COVID19. Se ha dicho que muchos padres habrían pensado no llevar conscientemente a sus hijos al colegio porque no se habrían tomado las medidas suficientes en cuanto a protocolos de actuación. Y se ha dicho, en muchos medios, que los padres podrían enfrentarse a multas y penas de prisión, lo que ha creado alarma entre los padres responsables. Los padres irresponsables (que también los hay, aunque afortunadamente no son mayoría, sino un escaso porcentaje) no se van a preocupar más, van a seguir haciendo lo de siempre, es decir, el niño o niña va a faltar cuando sea, sin ninguna razón más allá de levantarse tarde, no sonar el despertador, hoy hace frío, mañana calor... Los que hemos tenido que actuar en casos de absentismo, algunos de ellos dramático, sabemos cuán difícil es de solucionar, porque todo va muy despacio. El procedimiento es el siguiente: la tutoría detecta que un alumno falta con frecuencia, los tutores hablan con la familia a ver qué ocurre, la razón de tanta ausencia. La familia reacciona, o no, claro. Si siguen las faltas, se comunica al equipo directivo, quienes hablarán otra vez con la familia y le expondrán que, sin cambios positivos, habrá que tomar otras medidas.
Supongamos que se restablece la normalidad y desaparecen las ausencias injustificadas. Perfecto, aunque puede haber pasado un trimestre en todo el proceso. Pero también hay casos que siguen igual. Entonces, hay que dar parte a servicios sociales, a través de una hoja de notificación de posible desprotección en el ámbito familiar. He firmado unas cuantas en mi etapa de dirección. El tutor o tutora marca los ítems más destacados, la firma y dirección la visa, enviándola, como hemos dicho antes, a los servicios sociales municipales. Se pone la maquinaria administrativa en marcha: se llama al centro, se pregunta por antecedentes familiares en ese sentido, se cita a la familia... La celeridad no suele ser la tónica en el proceso, y no por culpa de los trabajadores sociales, sino por la proliferación de asuntos que tienen que atender en localidades de medio o gran tamaño.
Normalmente, la llamada de servicios sociales puede provocar un cambio en algunos padres. Otros vendrán al colegio a pedir explicaciones al equipo directivo de por qué se ha avisado a instancias externas al centro. Y habrá quien ni vendrá ni cambiará. Y el alumno seguirá faltando, perdiendo clases y aprendizajes. Servicios sociales volverá a citarles. Normalmente, el número de teléfono no dura demasiado y no se proporciona al centro el teléfono nuevo. También puede pasar que se cambie de domicilio, si se está de alquiler, y tampoco se notifique. Se va alargando el tema. Ya pueden haber pasado dos trimestres. Y ojo, hasta ahora, el profesorado y equipo directivo han hecho todo lo que les corresponde: registro de faltas, hablar con la familia y, como último recursos, notificar reglamentariamente la situación a servicios sociales. Y el niño o niña, sin venir. No me quiero imaginar cuando se mira para otro lado, porque si no viene, da menos problemas.
El sigilo profesional me impide entrar en detalles sobre situaciones vividas en el despacho de dirección o en el aula de primaria. No lo voy a hacer, pero sí diré que el absentismo habitual es un problema complejo, que normalmente va asociado a una situación de deterioro familiar más amplia. Y puede pasar un curso escolar sin encontrar solución, a pesar de la buena intención y determinación de las instancias actuantes. La actuación judicial ya es casi imposible, y si se llega a ella, no será sólo por problemas de absentismo, habrá más factores en juego, como decíamos anteriormente. Y hablo de infantil y primaria; no me quiero imaginar cómo será la situación en secundaria, donde el alumnado tiene más medios para no acudir al centro, ya que es de mayor edad.
Y ahora resulta que se amenaza, desde los medios, con pérdida de custodias, con multas y prisión a los padres que no lleven a sus retoños al centro por disconformidad con las medidas adoptadas contra el COVID19. Padres que han decidido esta ausencia de manera responsable, no por dejadez ni por indiferencia, justamente lo contrario. Dicho esto, yo creo que hay que ir al colegio, pero entiendo que se tengan reticencias y que haya familias que actúen en consecuencia. Nuestra administración, la conselleria valenciana de educación, ha optado, como el gobierno de España, por una escolaridad totalmente presencial en infantil, primaria y dos primeros cursos de ESO.
Toda esta reflexión viene motivada por lo que decía al principio: no se conoce la vida de los centros. Y eso no les pasa solamente a los medios de comunicación, cuyo conocimento en estos temas es superficial. No, también les ocurre a la mayor parte de políticos, de todo signo. No conocen la realidad de la escuela, porque no la pisan. Por ello, que el conseller valenciano sea docente, o que el secretario autonómico haya dedicado toda su vida política a la educación, y sepan de qué va, es una garantía de, al menos, conocimiento de causa.
Ya sabemos que hay asesores, inspectores, formadores... en la administración educativa, y se les consulta. Pero a la educación le pasa como a lo que se barre debajo de la alfombra: que hay tanto escondido que al final uno tropieza con el montón de porquería acumulada. Pues eso, que tantos años de indiferencia política mientras jugaban a las leyes orgánicas porque-me-salen-de-las-narices pasan factura. Viene la hora de intervenir efectivamente en los centros por el COVID y no saben qué hacer. Con honrosas excepciones, como mi conselleria. Dicho sea humildemente.
La razón principal de por qué la política ignora la realidad de la escuela es tema para otro artículo. Sólo diré que lo que no se supervisa, no se conoce.
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