Cierro esta serie de artículos sobre la primera Edujornada con unas conclusiones personales que también intentan recoger algunos comentarios e intercambios de impresiones con otros asistentes al evento. En ningún caso quieren ser categóricas; es más, me gustaría que en los comentarios a la entrada salieran otros puntos de vista que complementaran lo dicho aquí. Y además, encierra cierta dificultad de síntesis, porque ya se han esbozado conclusiones en los dos artículos anteriores. Lo intentaré.
Mi primera valoración tiene que ver con el esfuerzo realizado, que ha sido mucho y discreto durante varios meses. La organización ha funcionado bien, y de manera generosa y paciente. Iniciar un evento que no es lúdico, exactamente, pero tampoco es académico exclusivamente, requiere un grado de equilibrio considerable. Y se ha conseguido, en mi opinión, de manera notable. Tiempo habrá de revisar lo hecho desde la distancia temporal, pero que quede constancia de la dificultad y la pericia para llevarlo a cabo.
Una segunda conclusión es que era una cita necesaria, por varios motivos bien justificados. El primero de ellos, entiendo, era superar las dificultades de encuentro físico que nos trajo la pandemia, que nos limitó durante dos cursos de manera severa. Es cierto que ya pasó, pero una quedada así reafirma su final, al poder abrazarse, besarse... Una positividad que nos refuerza, sin duda.
Esta doble vertiente, la de la red y la de la realidad, es complementaria desde el inicio de la web 2.0: ha habido muchas quedadas, jornadas, congresos... que han nacido del contacto en Twitter. Esa simbiosis se vuelve a dar con la jornada en Madrid, aunque es cierto que no se había perdido del todo. Y podemos hablar del fenómeno contrario: a partir de coincidir en un evento, se han establecido relaciones virtuales posteriores.
Otro comentario que escuché, entre varios participantes, es la sensación de no estar solos en los planteamientos pedagógicos y didácticos. El claustro virtual nos reconforta, al ser un espacio de colaboración y de diálogo entre iguales, como desarrollamos a continuación. Y en Twitter algunos llevamos muchos años, y otros son recién llegados, como quien dice. Así que esa sensación de bienvenida, de hallar compañeros, siempre va renovándose. Para muchos fue la primera vez, y se notaba en la ilusión que desprendían. Otros ya llevamos unas cuantas quedadas y jornadas a las espaldas. Pero allí, todos éramos iguales.
Abundando en este punto, se ha podido constatar, tanto allí en conversaciones y debates, como después en Twitter, que se han dado pasos para recuperar, o incrementar, la horizontalidad entre usuarios que comparten, independientemente del status que tengan en la red. Todos tenemos algo valioso que podemos aportar, presentar al claustro virtual por si le sirve a algún docente. Se puede superar el miedo o pudor (expresión de Dolores Ojeda) que impida tomar parte en el discurso o en el conjunto de experiencias porque "lo mío no tiene valor". El modelo de gurú ya lo tenemos superado, creo, y más aún el de tweetstar. no deben distraernos de la opción de participar, de ofrecer contenido, de mostrar lo que hacemos, huyendo de la espectacularidad, añadiría yo.
Otra razón que veo para celebrar esta reunión es superar el mal ambiente que se ha instalado en parte del claustro virtual, caracterizado por un enfrentamiento en cualquier tema que se plantee, enconado en sus planteamientos educativos y que aporta poco, en verdad, al debate relevante sobre cómo mejorar nuestra práctica docente. Ese cielo lleno de nubarrones, en ocasiones muy negros, ha disuadido a docentes valiosos de seguir en Twitter o de participar de manera más activa. Ese ha sido uno de los motivos principales de preocupación para mí: la pérdida de capital humano en el claustro virtual a causa del enfrentamiento estéril, que asusta o disuade... y que al final es ruido.
En sentido contrario, las charlas educativas, por ejemplo, son una iniciativa que proporciona caminos para la reflexión, dejando que cada cual tome sus decisiones, aquello que le interesa o convence, sin descalificar. Y han sido un factor aglutinante, ya que muchísimos de los asistentes han participado y han conocido el trabajo de Ingrid Mosquera a través de las charlas y sus encuestas en Twitter.
Por ayudar, a modo de sugerencia para otras ediciones, yo habría organizado una presentación informal el viernes por la tarde. Me gustó la encuesta, breve pero muy justificada, que nos hizo Elisa Peinado en su intervención en el debate: cuántos éramos de infantil, de primaria, secundaria, FP, y los dos sectores menos visibles (de manera injusta, he de decir): FPA y EOI. Se trata de una información global útil, que podría incluir lugar de residencia, y configurar así un retrato más preciso de la asistencia. Aunque no hubiéramos estado todos, por cuestiones de viaje, habría sido interesante, y habríamos podido recoger las acreditaciones, por ejemplo, en un acto más colectivo. La sugerencia queda hecha.
Me ha gustado el nivel de la parte más académica, los debates y mesas redondas. Creo que es imprescindible el diálogo docente que trascienda lo cotidiano, aunque llegue a englobarlo, y presente alternativas de significado compartido. No podemos quedarnos, en mi opinión, en un desahogo comprensible o en una versión atenuada de la cultura de la queja. Se ha optado, evidentemente, por la horizontalidad y la participación. Incluir una persona relatora de cada actividad (o un pequeño grupo) podría ser una propuesta de mejora a considerar.
En consonancia con el párrafo anterior, no podemos limitar estos encuentros a los aspectos afectivos ya mencionados, que nos reconfortan, sin duda, pero son un tanto efímeros. En cambio, las ideas que compartimos, la visión distinta a lo que creemos, la perspectiva de otra etapa o realidad, nos enriquece de manera más permanente, más allá de besos y abrazos.
Por último, la complejidad del sistema educativo, su exigencia profesional y personal, la inestabilidad legislativa tan propia de la democracia española y el cambio social en costumbres y modos de vida dibujan un panorama en el que la docencia necesita apoyo, formación y actualización. ¿Qué mejor manera que ayudarnos entre nosotros, compartiendo y debatiendo para encontrar soluciones? Hay nivel y conocimientos, y voluntad de colaboración. Twitter sigue siendo una herramienta formidable, como confirmamos cada día, pese a todo. Y el claustro virtual muestra mucha vitalidad y diversidad de enfoques, intereses, miradas... que podemos aprovechar en beneficio mutuo.
Recuperar el espacio público para el desarrollo profesional docente, ese es el objetivo. La Edujornada fue un paso más en ese sentido, un paso relevante.
Otro equilibrio a considerar: claustro virtual vs real
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