lunes, 22 de diciembre de 2025

Hacia un plan escritor en primaria (II): La cuestión de la retroalimentación.

En un artículo anterior, reflexionábamos sobre la necesidad de tener un plan escritor en primaria, a semejanza del plan lector que ya es prescriptivo. También podemos referirnos a la secundaria, donde se redacta más y las necesidades de ayuda docente no disminuyen, sino que se complejizan. Uno de los objetivos de la educación obligatoria es que el alumnado pueda expresarse con normalidad y corrección por escrito, que sea competente en ese tema.

En el primer artículo exponía algunas prácticas propias que me han funcionado. Aprovecho, por cierto, para agradecer la estupenda infografía que ha hecho con su generosidad habitual Antonio Iván Rodríguez, y que incluyo junto a estas líneas. En esta ocasión, mi intención es ver el tema, un tanto peliagudo, de la calificación y evaluación de los escritos. Sin esta parte, el análisis o propuesta queda cojo.

Creo que tenemos claro que escribir un texto es una tarea compleja, por eso requiere de la ayuda docente y de una planificación cuidadosa. Esa ayuda no puede incluir solo la parte previa, de preparación, sino que ha de ir más allá y dar una retroalimentación de calidad. Ese feedback no puede ser una simple nota numérica.

He visto, en redes, maneras muy sofisticadas de corregir un escrito en secundaria: signos que indican qué clase de error se ha cometido, si gramatical, ortográfico o semántico. Esta práctica da mucha información y supone un trabajo considerable para los docentes, pero sin duda es una aportación valiosa para el alumnado. En primaria podemos optar por vías más sencillas, pero también eficaces. 

Una de ellas es la rúbrica adaptada al tipo de texto planteado. Algunas referencias al formato, si se adecúa a la tipología utilizada, son fundamentales. No es extraño que el alumnado confunda la estructura de textos, aunque la preparación que hemos comentado sirve para prevenir o evitar esta desviación. Lo importante es que fijen ciertos hábitos que les van a servir en etapas posteriores. 

La rúbrica permite evaluar diversos aspectos formales y ofrecer una calificación más equilibrada en la que la ortografía ha de ser secundaria, según lo veo yo. En primaria se está adquiriendo el código escrito, y se necesita comprensión hacia el alumnado en este sentido. Sé que este tema es controvertido, pero me remito a lo anteriormente dicho: se trata de adquirir los rudimentos de la escritura y también, no lo pongo en duda, la ortografía. Sancionar cada falta no me parece la solución; evidentemente, hay que marcarla y observarla, pero devolver un texto convertido en un campo de rayas rojas no acabo de verlo. La ortografía no puede ser determinante en estas etapas.

La rúbrica puede servir tanto al docente como al alumnado, si está planteada de manera sencilla y se indica cómo interpretarla. De todas maneras, un comentario sobre el texto, unas líneas explicativas sobre logros y defectos se agradece. Yo suelo hacerlo cuando corrijo los escritos, creo que es más fácil en estas edades entender el comentario, que ha de ser global y, como decía anteriormente, resaltar lo conseguido y animar a mejorar las carencias que se detecten. En ese sentido, los textos se devuelven y se comentan en voz alta de manera general, valorando el resultado del grupo, pero se deja tiempo para que cada persona lea el comentario y vea la rúbrica, si es el caso. Es tiempo bien invertido.

Otro tema es qué calificación dar. Ya he dicho que una nota numérica no me parece la mejor elección. En proyectos, trabajos de educación plástica y en textos, opto por otro tipo de calificación, una escala valorativa de cuatro letras, de A a D, siendo A la que corresponde a un gran desempeño, y D a aquella que no cumple ni siquiera una parte de los mínimos exigidos. He de decir que casi nunca aparece la D, y si lo hace es porque no se ha preparado en absoluto el texto y se ha sido descuidado en los aspectos formales, contenido... Para mí es un mal trago poner esa nota, pero la prefiero a un número. El alumnado se acostumbra y acepta esa manera diferente de calificar trabajos que son distintos.

Ya digo, el acompañamiento ha de ser de principio a fin, y ha de permitir ascender peldaños, tomar seguridad e integrar la escritura en las habilidades básicas de la educación obligatoria. Y sí, se puede empezar ya en primer curso de primaria. Escribir una nota para casa, hablar del color favorito dando ejemplos y razones, contar una actividad del fin de semana... con dos o tres líneas es suficiente.

Lo importante es abrir un camino que permita esa expresión escrita de manera gradual, como hacemos con la lectura. Incluir textos breves en inglés, por ejemplo, también reforzará esta competencia lingüística que no puede ser orillada o utilizada más que esporádicamente. Su complejidad no puede ser motivo para ignorarla, sino para cuidarla y planificarla correctamente.

Infografía de A. Iván Rodríguez


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