La enseñanza de las habilidades propias del proceso de
escritura en la escuela ha sufrido un abandono histórico considerable. En
nuestra opinión, se ha enfatizado el peso de la ortografía y la caligrafía, a
costa de olvidarse de otros factores que determinan la calidad y comprensión de
un texto escrito. Nos referimos a las tareas de selección de la información,
composición y revisión del texto producido. El alumnado es dejado a su suerte
en este trabajo intelectual, complejo y muy distinto del proceso de comunicación
oral, al que están sin duda más acostumbrados.
Ante este
panorama, no es de extrañar que los niños de los últimos años de primaria y,
sobre todo, el alumnado de secundaria, muestren reticencias a la hora de
afrontar la redacción de textos. Asimismo, comprobamos con frecuencia que la
mayor parte de sus escritos muestran graves carencias de organización del
contenido, en la cohesión textual, con un pobre manejo de la deixis...
Con estos
resultados, la escritura de textos no resulta en absoluto motivadora, ni para
los alumnos, como acabamos de decir, ni para el profesorado. Este hecho provoca
que cada vez se pidan menos redacciones, lo que conlleva una reducción de la
presencia de la composición de textos en la práctica escolar, principalmente en
educación primaria, donde es complicado aunar esfuerzos para que, de primero a
sexto, los niños y niñas vayan practicando su propia escritura, buscando un
dominio que les capacite para posteriores aprendizajes. Un niño o niña puede
llegar a los diez u once años sin enfrentarse a la escritura libre, sin
desarrollar ninguna de las habilidades necesarias para producir textos con un
nivel de competencia acorde a su edad y curso.
Como consecuencia de lo
anteriormente expuesto, se produce un retraso en el aprendizaje de la escritura
como herramienta de comunicación personal, hecho que no ocurre con el habla.
Desde nuestro punto de vista, se impide al alumnado el acceso, con naturalidad,
a la comunicación escrita como una parte más –una parte fundamental- del
aprendizaje escolar. A tal efecto, podemos citar a Donald Graves, cuando
afirma:
Los jóvenes escritores pronto descubren expectativas
sociales diferentes respecto a la escritura y al habla. Mientras aprenden el
lenguaje hablado a través de la experimentación, repetición y errores con las
expectativas esperanzadas y los modelos de sus padres, la escuela cambia las
cosas. Se presta gran atención a la corrección y a la expresión apropiada desde
el primer momento, otorgando menos importancia al contenido. Respecto al habla,
ocurría lo contrario: el contenido era lo principal y las convenciones, lo
secundario. Los niños tienen un sentido de la propiedad mayor en relación con
el habla; su escritura, la alquilan.[1]
Por
tanto, un enfoque demasiado finalista, que persiga resultados propios de los
adultos (ya que ésa es la referencia de escritura que tenemos los docentes)
puede llevar a la desmotivación de los alumnos, y a tomar distancia con la
práctica escritora.
En los últimos años ha habido un
cambio que se ha debido fundamentalmente a las aportaciones de la lingüística
textual; a partir de este giro, se reconoció la importancia de enseñar a los
niños a redactar textos, más allá de la simple provisión de temas sobre los que
escribir y de la temida revisión ortográfica. Se ha pasado, en líneas
generales, de una visión marcada por el dominio de la gramática y la corrección
en la ortografía, a una persectiva en la que, junto a esos aspectos
lingüísticos, también cabe la parte comunicativa e incluso creativa de la
lengua. El uso real del idioma ha cobrado importancia en las aulas; los
manuales de texto de educación primaria y secundaria recogen actividades y
propuestas para practicar la tipología textual. Para ello, se ofrecen modelos
sacados de la realidad o ligeramente adaptados, sobre los que se reflexiona y
desde los que se parte para la creación personal propia.
Por todo esto, podemos afirmar que se ha de acompañar el proceso de adquisición de la escritura como expresión personal, más allá de la respuesta puntual a preguntas en el cuaderno o el libro de texto. Y se ha de hacer durante toda la etapa primaria, entendiendo que la escritura infantil también evoluciona. La atención didáctica a las primeras etapas
de producción escrita se revela fundamental si queremos formar niños y jóvenes con buenas habilidades
comunicativas por escrito.
Muchas gracias por las recomendaciones, recién mi hija esta aprendiendo las palabras y cada vez quiere saber más, así que quiero enseñarle sin temor a equivocarme con juegos, por ejemplo, dudas de como escribir clic o click u otras palabras complicadas que pueden confundir fácilmente.
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