Hoy se celebra en Madrid el evento Grandes Profes, patrocinado por Samsung, Santillana y Atresmedia. Para mi sorpresa, no se da en directo por televisión, sí por internet. Un espectáculo así debería tener difusión en una cadena generalista, y no será por cadenas en el grupo Atresmedia. Hay un debate en la red (estas palabras ya casi siempre van juntas, se convierten en un lugar común) sobre la conveniencia de estos eventos mediáticos, y su incidencia en la práctica real del profesorado, en la vida de los centros educativos. Son cuestiones distintas, sin duda.
En mi opinión, el encuentro "Grandes Profes" es un espectáculo. Hecho por gente de televisión con mentalidad de televisión. De ahí que sea incomprensible que no se emita en Nova, en Neox, o en cualquier otra cadena del grupo. La dinámica es sencilla: se junta un batiburrillo de ponentes o intervinientes, algunos de los cuales tienen que ver de manera directa con la educación, y otros con el espectáculo. En la edición de 2018, hay una mesa redonda con Mercedes Ruiz, Mar Romera y María Acaso, lo cual asegura un debate de calidad sobre educación formal. Pero, en caso de duda, siempre prevalecerá el espectáculo. ¿Alguien lo duda?
Ya me he referido en otras ocasiones a Guy Debord y su obra La sociedad del espectáculo, en la que, en 1967, denunciaba la suplantación de la realidad por su representación continua, el espectáculo. Es un libro denso, difícil de leer, con terminología marxista que, tal vez en 2018, nos suena lejana. Sin embargo, anticipó todo lo que estamos viviendo hoy en día; por ejemplo, en la página 41 leemos:
El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que esto: "Lo que aparece es bueno, lo bueno es lo que aparece". La actitud que por principio exige es esa aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho gracias a su manera de aparecer sin réplica, gracias a su monopolio de las apariencias.
Foto de J. R. Eyeman, portada de ´La sociedad del espectáculo´, en http://www.laopiniondemalaga.es/sociedad/2015/01/31/ crisis-democracia-digital/740215.html |
Por tanto, como docentes hemos de estar alerta, ser reticentes, cuando menos, ante el espectáculo. Sin embargo, todo se espectaculariza: también la educación y la formación del profesorado. No nos engañemos: Grandes Profes es un espectáculo -con dosis de interés, por supuesto- pero no es un intento serio de formar al profesorado o de ofrecer espacios de reflexión que sirvan para cambiar las cosas. No lo veo así, porque el formato se impone al contenido -recordemos otro clásico, Mc Luhan, el medio es el mensaje- sin posibilidad de mutación en la prioridad. Por tanto, no deberíamos esperar mucho de estas convocatorias. Todos conocemos ponentes habituales que han abandonado las aulas y se dedican a decir a los que seguimos allí cómo hacer nuestro trabajo. En algún caso, es tan evidente la huida que, para mí, deja de tener interés el discurso. Pero también entiendo que es más sencillo acudir a Grandes Profes o a convocatorias similares que participar en un seminario de profesorado o leer a Hargreaves, a Fernández Enguita o a Gimeno Sacristán. O a Zygmunt Bauman, ahora que se cumple un año de su fallecimiento.
La espectacularización de la educación no se ve sólo en los grandes eventos mediáticos; también la encontramos en la necesidad de registrar en imágenes lo que se hace en las aulas, sobre todo aquello que se hace... para que aparezca en las imágenes. La educación se basa en hábitos, en repetición de actividades, en asimilación de contenidos... Conceptos poco espectaculares, pero efectivos en el aprendizaje. ¿Cómo espectaculizar las aulas? Vemos que aparecen iniciativas por doquier. Los lipdub, por ejemplo, se imponen como modelo de coordinación (cierto es que se necesita coordinar movimientos de mucha gente), pero están pensados para grabarse, subirse a las redes... y recibir visitas. Y esto, ¿mejora la educación? Probablemente aumentará el buen rollo de un centro -que ya es mucho- pero se agota en sí mismo. Se hace para que se vea. Creo que en educación, la visibilidad ha de ser otra cosa. Y está más ligada a poder explicar las prácticas cotidianas, esas que llevamos a cabo ante alumnado y que habríamos de justificar -no en tono peyorativo- ante un auditorio adulto, la llamada comunidad educativa.
Así como hay centros que preparan exhaustivamente a su alumnado para las pruebas estandarizadas externas, pervirtiendo la práctica docente y discente (el diagnóstico no es una muestra de la realidad de cada día, sino que ha sido buscado a priori), también podemos encontrar escuelas que priorizan su imagen exterior hasta límites que desfiguran la realidad y condicionan la práctica, hasta poder hablar de marketing educativo: vender un producto, la educación que se ofrece. Preocupante. Pero eso será tema de otro artículo.
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