sábado, 26 de diciembre de 2020

Un trimestre anómalo, un esfuerzo compartido: educación y COVID.

Se nos va acabando 2020, el año de la pandemia, y la verdad es que hacer un resumen de lo educativo da bastante pereza, aunque sea necesario o, cuanto menos, recomendable. Evidentemente, dos hechos han marcado este año en educación: el confinamiento, con la suspensión de clases desde mediados de marzo, y la ley Celáa o LOMLOE. De esta ley ya se ha hablado mucho, y conviene esperar a ver cómo se concreta en las distintas administraciones autonómicas. Podemos pedir palomitas y disfrutar del cainismo y de la poca responsabilidad política: total, sólo se trata de educación y del futuro del país.
Del confinamiento hemos hablado bastante en este blog: de hecho, le dedicamos tres artículos exclusivos, más alguno más sobre los efectos en parte del alumnado, aquel más vulnerable y que, de alguna manera, recibió ayuda tecnológica para seguir las clases y los aprendizajes. 
Hoy quería referirme a cómo ha ido, desde mi visión personal, el primer trimestre del curso 20/21. He llegado a un centro nuevo para mí, he vuelto a la tutoría, me he reencontrado con responsabilidades viejas y he dejado el peso de la dirección. Pero no es un artículo sobre mí, sino sobre cómo está viviendo el sistema educativo este desastre llamado pandemia.
Las consecuencias del cierre las estamos pagando todavía. No había otra opción, aunque quizás se podría haber habilitado el mes de junio para terminar el año escolar de algún modo más cálido, con presencia por turnos. En mi centro anterior, por cierto, vinieron los alumnos de sexto de manera voluntaria en grupos de cinco para cerrar el curso antes de irse a secundaria. Fuimos el único centro público de la población (35000 habitantes aproximadamente) que hizo uso de esta prerrogativa.
Se propuso la promoción automática de todo el alumnado, lo que se entendió, según mi opinión, como barra libre para que todos pasaran de curso, independientemente de las circunstancias personales. No debió ser así; se tuvo que poner más atención en qué alumnado no podría seguir los aprendizajes en el año siguiente. Antes de fusilarme por partidario de la repetición, dejad que me explique: la idea era no perjudicar al alumnado ante el cierre -imprevisible sólo en febrero- de todos los centros educativos. Pero, si ya veíamos que algunos niños o jóvenes sufrían un retraso educativo importante con respecto al resto de sus compañeros, ¿esperaríamos un milagro durante el confinamiento, una recuperación portentosa de lo no adquirido hasta ese momento? Y, lo más importante... ¿se iba a preparar un refuerzo adecuado durante el verano y en el curso 20/21 que permitiera a tanto niño promocionado sin los conocimientos requeridos "hacer pie" y no ahogarse académicamente? Sí, la pregunta es retórica, amigos.
Yo era director durante el confinamiento, y hablé con personal de conselleria para ver exactamente qué se podía hacer con la repetición, ya que teníamos algún caso extraordinario, complejo, en el que se juntaban varios condicionantes en contra de la alumna que, a ojos de todos los implicados, no podría seguir el curso siguiente con normalidad. Y se me dijo que había excepciones, que se había de argumentar el caso y contar con un consenso en el equipo docente... Pero el inspector dijo que pasaban todos. Y no quise forzar una decisión que, ciertamente, yo no habría de administrar, ya que no iba a ser director en este curso. Y eso se ha repetido en tantos centros, con tantos alumnos.
Este año escolar nos hemos encontrado con desdobles para reducir ratios. Cada centro ha usado los recursos como mejor ha creído. Yo mismo soy tutor de tercer curso, con dieciocho alumnos. Doy Educación Física, para desgracia de mi alumnado. He preparado el área lo mejor que he podido, y hemos llevado a cabo juegos, actividades, pruebas... además de contar con el apoyo de la iniciativa Esport a l'Escola, que nos ha permitido colaborar con la Federación Valenciana de Esgrima. Así hemos pasado el trimestre, y esperamos pasar el curso. Se ha tomado una decisión arriesgada, como es que personal no habilitado dé clase en un área. Sé de lugares donde se ha hecho lo mismo con el inglés, por ejemplo. Y se han cerrado diseños sin saber las habilitaciones de los que llegaban al centro. Se ha perdido el inglés en artística, una de las opciones que la Conselleria d'Educació valenciana daba para desarrollar el proyecto de plurilingüismo. Se han reducido las horas de Pedagogía Terapéutica disponibles, y la profesora de Audición y Lenguaje es tutora, con lo que no hay atención en este campo.
Dibujo de Fabio, alumno de mi clase,
sobre el confinamiento

Tampoco hay refuerzos en los grupos burbuja, y los tutores estamos en el aula las veinticinco sesiones lectivas. Normalmente, es decir, sin pandemia, los docentes reforzamos otros grupos y, a la vez, nuestro alumnado recibe refuerzo. Sin esta actividad docente, y a pesar de la ratio más reducida, aquellos niños con gran desfase no se llegan a coger al ritmo de la clase, porque la distancia es demasiado grande para ellos. Si se han reducido las horas de PT y no hay AL... se ha convertido la promoción en una dilación del fracaso escolar para tanto alumnado. 
Ya sé que no hay dinero para todo, y soy consciente de que se ha hecho un esfuerzo por contratar profesorado en la Comunidad Valenciana, donde trabajo. Pero estamos llevando un trimestre realmente anómalo. Se ha agrupado al alumnado por asistencia al comedor, un criterio absolutamente inasumible por ser nada pedagógico. En el centro donde trabajo, de hecho, ha aumentado la matrícula de comedor con respecto al curso anterior, lo que me parece contradictorio, ya que, cuantas menos horas se pase en el colegio, menos riesgo de contagio hay. 
A pesar de todo, hemos terminado el trimestre y ha habido continuidad en mi clase; no en todas ha sido así, ya que se han confinado varios grupos. El nuestro ha tenido más suerte en ese sentido, y casi que hemos trabajado con normalidad, sin refuerzos, AL, maestros de EF y menos horas de PT de las necesitadas. Y con tutorías con padres a distancia, ya que las familias no pueden acceder al centro. Me consta que se está trabajando para que no sean dos los cursos perdidos. Con todas las limitaciones que el COVID19 está provocando, con el cansancio del profesorado en los grupos burbuja, y también del alumnado que no puede jugar a pelota, que no puede mezclarse con otros grupos, que se ha separado de compañeros con los que iban desde infantil. Y luego, el miedo comprensible de tantos compañeros que, por edad u otras circunstancias, pueden contagiarse y sufrir complicaciones. Y que han aguantado, incluso hasta la jubilación, como una compañera de mi centro que acabó el 22 de diciembre.
En fin. Sólo quedan dos trimestres.

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