sábado, 31 de enero de 2015

"Camino a la escuela": un ejercicio de fe en la educación

Retomamos la relación entre cine y educación, un binomio que suele dar frutos dignos de ser comentados y, como no, disfrutados. En este caso, se trata de un documental, Camino a la escuela, muy bien realizado y montado, sobre las peripecias que viven unos niños, en distintas partes del mundo, para ir a la escuela. Viajes de varios kilómetros a pie, a caballo, empujando una rudimentaria silla de ruedas, haciendo autoestop... constituyen el trayecto diario de Jackson, de Samuel, de Zahira, de Carlitos y sus hermanos y hermanas.
El documental acompaña, un día cualquiera, a estos niños de once, doce, trece años, acompañados de hermanos menores, durante las horas de caminata o de cabalgada (en el caso del gaucho Carlitos y su hermanita). Llama la atención la paciencia que muestran los hermanos en su trato cotidiano, los mayores con los pequeños o, en el caso de Samuel, todos entre sí. Se ayudan, se animan. Han asumido unos valores de fraternidad que ya me gustaría que fueran generalizados en nuestra sociedad. Y no sólo los hermanos: las tres jóvenes de aldeas del Atlas marroquí son un ejemplo de refuerzo para llegar a la escuela, donde han de pasar la semana en régimen de internado.
Todos, padres e hijos, comparten la fe en la educación como medio para mejorar en la vida y, como cuentan los niños, cumplir sus sueños o proyectos futuros. Pero no hay un afán moralizador -o yo no lo he detectado en absoluto- en el discurso de los niños, ni en el planteamiento general del documental. Creen en la escuela, a pesar de todas sus deficiencias materiales -visibles en el film- y falta de medios pedagógicos que se adivina. Me llegó especialmente la alegría de Samuel, que tiene dificultades para caminar, y que depende de sus hermanos pequeños para ir al colegio.
A todos los que amamos la educación -que no es lo mismo que trabajar en el sistema educativo- esta película no puede dejarnos indiferentes, sino que nos toca, nos llega y nos emociona. La recomiendo vivamente: es un documento valioso sobre la relevancia de la educación, del trabajo docente, del sacrificio de los alumnos por ir cada día al aula, alfabetizarse, abrir ventanas al conocimiento.
No puedo evitar comparar la situación de Jackson y Salomé, que viven en la sabana de Kenia y han de evitar las manadas de elefantes para ir al cole, con la de nuestro alumnado. Evidentemente, nuestros alumnos no tienen las dificultades físicas que sufren los protagonistas para desplazarse a los centros. En algunos lugares rurales, ciertamente, pueden mantenerse escuelas-hogar (tuve la suerte de colaborar con un establecimiento así hace más de quince años, con hijos de feriantes, en un pueblo del norte de Alicante), pero la mayoría de alumnos acude a pie o en autobús al centro, si no en el coche de los progenitores. Sin embargo, mientras veía la película, me preguntaba dónde estaban los Jackson, los Samuel, las Zahira de nuestro sistema educativo. Porque los hay. Alumnos que han de afrontar vicisitudes diarias, decepciones, pinchazos en las ruedas (como les ocurre a Samuel y a sus hermanos) y un camino más largo al aprendizaje.
Pienso en tantos alumnos con necesidades educativas especiales, en aquellos cuyos padres no pueden ayudarles con los deberes, en los que se van quedando atrás sin un motivo grave -ritmo de aprendizaje lento, dificultad en la lectura- y que ven su periplo educativo como una carrera que cada vez les cansa más, no físicamente, sino en su espíritu, en su ánimo para coger la mochila por la mañana y permanecer en el aula hasta las dos o hasta las cinco, según su horario.
La detección de estos niños y niñas (no su etiquetado sin más) es una exigencia de una educación de calidad. Sí, la tan llevada y traída calidad, la C de la LOMCE (a la derecha le gusta incluir la palabra en sus reformas anti-LOGSE), que busca la excelencia, según dicen. Pues bien, una educación excelente intenta superar, igualar, las diferencias de partida del alumnado, dando a cada uno lo que necesita, no lo mismo para todos. Y tantos niños no tendrán que esquivar elefantes, pero sí visiones excluyentes -no inclusivas- tan frecuentes todavía en nuestro sistema educativo.
Otro tema es que no encontramos fácilmente, entre nuestro alumnado, la fe en la educación que muestran los protagonistas de las historias. No os perdáis el documental.


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