Aún colea el
revuelo formado por José Antonio Marina y su libro blanco sobre educación, un informe hecho por encargo del
Ministerio de Educación, en el que reflexiona sobre el papel del profesorado,
entre otros asuntos. Vaya por delante que considero adecuado y positivo que se
hable de la docencia como factor determinante en el conjunto del sistema
educativo. Supone un cambio con respecto a la postura adoptada por los
redactores de la LOMCE, ley que obvia el papel docente en el éxito escolar, o
lo desprecia directamente, al confiar en evaluaciones externas que habrían de disciplinar a maestros y alumnos. Una de
las quejas más fundadas de muchos profesores es la indiferencia que el
ministerio dirigido por José Ignacio Wert (en la época en que se redactó la reforma)
demostró de manera sistemática y reiterada hacia la docencia. Un error más,
dentro del enorme fallo que ha supuesto la LOMCE, como intuyen incluso
políticos conservadores, deseosos de pasar página con respecto a la etapa de
Wert, el ministro peor valorado en todas las encuestas en la que fue incluido,
hasta que abandonó el gabinete. El “fichaje” de Marina se encuadra en esos
intentos por mostrar un rostro más amable y una actitud más dialogante en
educación. Aunque la reforma, por desgracia, sigue vigente, y ya no puede
ocultar sus carencias y deficiencias, que podrían haberse evitado consultando al profesorado de cada etapa implicada. Fijémonos en cómo se han hecho las cosas en primaria.
Acróbatas en el circo, Fernand Léger, en wikiart.com |
Como consecuencia
de la desaparición de la distribución anterior, se pueden multiplicar las reuniones
de coordinación, y los profesores especialistas –ya no adscritos a ningún
ciclo, pues no existen- han de dividirse si quieren asistir a todas las
reuniones de nivel. Un lío. Otra opción es celebrar reuniones de etapa, con todo el profesorado que imparte clase en cada una; pero esto supondría aumentar la distancia entre las
etapas de infantil y primaria, y deberíamos avanzar en el sentido contrario. Y,
no lo olvidemos, si se dificulta la coordinación, siempre habrá quien propondrá
rebajar el tema, disminuir el número de reuniones, dejar pasar un tiempo mayor
entre las mismas, en una nueva versión de la paz del cementerio: nadie se mete
con nadie, porque todos están muertos.
Evidentemente, tras esta indiferencia y prepotencia mostradas por los gestores del ministerio hacia los que estamos a pie de obra, se entiende mal que las propuestas de mejora presentadas por José Antonio Marina se centren en la evaluación del profesorado, más que en tenerlo en cuenta de manera efectiva, sobre todo cuando se legisla acerca de sus condiciones de trabajo. La organización escolar determina mucho lo que ocurre en los centros. Y, no lo olvidemos, la coordinación docente es uno de los factores más importantes para mejorar el conjunto del sistema educativo. Otra vez la casa por el tejado, no; la educación española no podrá resistir más ocurrencias.
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