jueves, 17 de agosto de 2017

Casi un mes en Inglaterra: algunas consideraciones.

Del 19 de julio al 15 de agosto he estado en Bournemouth, Dorset, Gran Bretaña. Una localidad turística de playa, en la costa sur inglesa, cerca de Southampton y Brighton. Unos cien docentes valencianos hemos compartido formación e inmersión, dentro de un contingente más amplio de seiscientos profesores, becados por la Generalitat Valenciana. Ha sido un esfuerzo por acelerar la aplicación del plurilingüismo en las aulas valencianas, en este caso del inglés, auténtica asignatura pendiente de la educación española.
La convocatoria estuvo plagada de incidencias que hicieron peligrar la viabilidad de la estancia en GB. Retrasos, falta de información, fechas que bailaban, llamadas telefónicas para confirmar -sin previo aviso- la asistencia o renuncia, pero desconociendo tanto la fecha de salida como de retorno... A pesar de todo, muchos dijeron que sí (yo entre ellos). Y allá que nos fuimos, a un destino que no era mi preferido -habría ido a Newcastle encantado, cerca de Escocia- y en unas fechas que no eran las mejores (una semana después hubiera sido más adecuado, ya que habría podido cerrar más temas en la escuela y no me habría perdido las jornadas JALEO). Pero en mi caso pudo más la necesidad de actualizar mi inglés, ya un tanto depauperado tras haber obtenido, hace más de veinte años, el título de la EOI por libre. Era una buena oportunidad.
El contingente estaba formado por maestros de educación primaria, de educación física y un pequeño grupo de infantil. No había maestros de inglés, porque habían sido destinados a otra localidad inglesa. Un grupo muy numeroso, que compartía desayuno y cena en un mismo espacio, con lo que la interacción solía ser en nuestras lenguas, valenciano o castellano. Una compañera comentaba, en tono jocoso, que su inmersión había sido, principalmente, en valenciano, ya que ella es castellanoparlante y había tenido ocasión de hablar con tantos maestros bilingües.
Los primeros días fueron de adaptación: residencia, academia, transporte, comida... Un tanto caótico el tema del almuerzo, con cien personas comiendo en un restaurante único, pequeño y desbordado por tanta afluencia. La cosa mejoró en semanas posteriores al tener libertad para acudir a otros sitios y cambiar el sistema de bonos por una aportación directa de libras.
La academia, donde acudíamos de 8.15 a 13 horas, ofrecía tres horas de lengua inglesa, en grupos de nivel. Cada docente era escolarizado según el nivel aportado previamente. Yo fui al advanced, con cierto temor, porque nunca había asistido, como adulto, a clases de inglés. Tras el susto inicial, me adapté bien a la clase, compuesta por quince alumnos, de los cuales nueve éramos docentes valencianos, los Spanish teachers, como nos llamaban los profes. Además, había una sesión al final de la mañana de CLIL (Content and Language Integrated Learning) o su equivalente español AICLE, Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lengua Extranjera. Un buen planteamiento, a priori.
Me llamó la atención cómo cambiamos roles con facilidad: de maestros pasamos a alumnos y reproducimos, en gran medida, las tácticas de nuestros estudiantes, incluso aquellas que reprobamos. Me refiero al tema de los deberes, por ejemplo: hubo quien, desde el principio, se negó a hacer nada fuera de las horas de academia. O una actitud de fastidio ante el hecho de tener que acudir a clase. Otra cosa es la disconformidad, que puede existir y es lícita, con la manera en que se den las sesiones. En ese sentido, hemos sufrido, mi grupo, en las clases de CLIL, ya que la profesora, a pesar de su buena voluntad, no supo conectar con las necesidades de los allí presentes, en opinión generalizada.
Famoso pasadizo elevado en Oxford.
Foto del autor
Otra cosa fueron las clases de inglés, bien planteadas y ejecutadas. Vuelvo con un repertorio de actividades para poder aplicar en clase, juegos para repasar, competición por equipos... que me recordaban a la ludificación, tan en boga últimamente (permítanme que no use *gamificación, pobres gamos, sin parte en este asunto). Y ha sido un profe de inglés quien, en su práctica diaria, me ha hecho partícipe como alumno de estas actividades lúdicas tan funcionales. 
Este docente y su trabajo me han reafirmado en una tesis que defiendo hace tiempo: la necesidad de cambiar el punto de vista, en dos maneras distintas. Una, la que nos proporciona la formación: pasar de docentes a alumnos, pero con un papel activo (no como meros receptores de una información que nos llega en una ponencia, por ejemplo). Otra, y fundamental, es ver qué hacen otros docentes en sus aulas y aprovechar aquello valioso para incorporarlo a nuestro trabajo cotidiano. También, por qué no decirlo, detectar conductas que no sirven y reflexionar sobre si nosotros también las hacemos. Nos pasó algo así con una composición que nos pidió un profe y después no corrigió ni devolvió. Algo que se ha de evitar, evidentemente. ¿Nos pasa a nosotros también, como maestros?
Pasaron los días -con rapidez, diría yo- y las tardes se dedicaban a interactuar con los ingleses. La hora de la comida era una buena oportunidad para practicar inglés, leer el menú del pub o restaurante, pedir sin señalar en la carta -como haríamos aquí- y las excursiones servían para adquirir destrezas de escucha, ya que toda la información se proporcionaba en inglés. Y cada uno adaptaba su tiempo libre a sus gustos e inquietudes. Creo que los centros comerciales de Bournemouth y alrededores habrán notado un incremento de ventas en la primera quincena de agosto... Yo me atreví a ir al cine, y pude ver Dunkerque en inglés, rodeado de público que, probablemente, tuvo algún familiar implicado en aquel episodio bélico.
Queda, por supuesto, ver cómo influye la estancia en la práctica del profesorado una vez iniciado el curso y qué queda del esfuerzo hecho por Conselleria -y por tantos docentes que hemos pasado casi un mes de formación, levantándose a las 6.30 de la mañana de lunes a viernes. Pero eso es tema para otro artículo, más teórico, sobre el plurilingüismo, el CLIL y la voluntad política en educación.

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